viernes, 15 de mayo de 2015

Oso de Marian Engel



Tras la inesperada llegada de una carta de un coronel a Lou, una bibliotecaria cansada de la rutina del despacho encerrada en sus viejos mapas, los polvorientos libros y las fichas amarillentas, es enviada a la ficticia isla Cary, al norte de Canadá. Allí comenzará a investigar en la historia del coronel y sus antepasados además de entablar una amistad con un oso que habita junto a la casa.


El oso y la naturaleza rodean a Lou por todas partes, con la ayuda de Homer, un antiguo lugareño que la ayuda a acostumbrarse a las necesidades diarias: tener luz al final del día, conseguir la comida o las distintas habitaciones del lugar. Cuando descubre al sorprendente y, al mismo tiempo, delicado oso se deja llevar por sus instintos hasta sentirse identificado con él.

Engel logró abrirnos un pequeño mundo en el que, la sencillez y el erotismo, se dan la mano para llevarnos por una narración que consigue que avancemos por los silenciosos bosques o el frío del rio en el que la protagonista se baña en algunos pasajes. En la instancia de la protagonista también descubrirá diferentes notas en las que se habla de las costumbres y curiosidades del animal, que a pesar de Lou, la ayudaran a conectar más de lo esperado con el oso pero que resignaran a la misma en la investigación del misterioso coronel. Publicada en 1976, halagada y defendida por Robertson Davies o Alice Munro además de considerada una de las mejores novelas de la literatura canadiense. Los actos eróticos que suceden en la nevera no se desarrollan y expanden a lo largo de la narración lo que aporta naturalidad a la vida de Lou, incapaz de mantener una relación con los hombres, parece inevitable las diferentes y curiosas relaciones con el oso al cual se humaniza a lo largo del texto y que, al mismo momento, parece bestializar a la bibliotecaria fría y gris de instituto que es Lou. En definitiva una novela que nos lleva al corazón de la naturaleza, a través de los sentimientos de una joven y un animal, que nos conduce hacia el lado más salvaje al que puede llegar el ser humano en su camino por la felicidad y la sexualidad, sin perder de vista la realidad a la que volvemos al terminar este relato.

Recomendado para aquellos que les gusten las novelas que habla sobre la vida y la felicidad, aquí encontraran una relación tan extraña como comprensible por las circunstancias que rodean a la protagonista. También para aquellos que les gusten las historias en las que se mezcla la profundización en un personaje, conoceremos cada secreto del protagonista, hasta los diálogos concisos y certeros de los que usa Lou para relacionarse con lo demás. Y por último para aquellos que les gusta la prosa que envuelve a protagonista y lector en una calidez cercana y que encierra una Bella y una bestia ocultas bajo una piel distinta.

Extractos:

A la mañana siguiente hacía calor. Se llevó al oso al río, enganchó la cadena a un clavo del embarcadero y se zambulló desnuda con él. El oso parecía inmenso: bajo el agua su pelaje se ahuecaba y después se le pegaba al cuerpo como el de una foca. Lou nadó como un perrito a su lado, lanzando pequeñas olas en su dirección. El oso respondió golpeando la superficie del agua con la pata.
El agua estaba helada. Se disponía a regresar a la orilla cuando el oso jugó a zambullirse debajo de ella y luego, volviéndose de improviso, intentó saltarle encima. Lou se hundió bajo el agua y abrió la boca para gritar. Se atragantó e intentó subir a la superficie, pero el oso se lo impedía. Por un momento creyó que se ahogaba, pero luego encontró aire y coraje suficientes para recorrer los pocos metros que la separaban de la orilla, donde se desplomó en la ribera húmeda, jadeando agitadamente.

De nuevo arriba, Lou se dispuso a navegar por la biblioteca en penumbra. Giró con mimo las cuadradas llaves de latón, sacó con delicadeza un volumen de aquí, otro de allá. La colección era excelente aunque no excesivamente erudita; los descendientes de Cary la habían ampliado para que cubriese el siglo XIX en tres idiomas. Hume. Smollett. Hume y Smollett. Byron, cómo no, y los demás románticos. Sheridan, Dickens, Thackeray. Eliot. Nada de Trollope. La señora Gaskell. Bulwer-Lytton. Ah, Darwin…, pero no una primera edición. Jane Austen, por supuesto. Maupassant. Lamartine. Goethe, Schiller, mucho más en alemán, aunque ella no leía alemán.
La señora Hemans («Permaneció el muchacho en la cubierta en llamas…») y Eliza Cook («La quiero, la quiero, y quién se atreverá a reprenderme por querer esa vieja butaca»), un orgullo para las mujeres. Los pensamientos nocturnos de Young. ¡Oh, todo!
Lou había acabado ejerciendo su profesión porque le encantaba leer. Cayó en la cuenta, mientras curioseaba por las grandes estanterías, de lo poco que leía ahora. Trabajaba sobre todo con papeles indescifrables y mapas sobrescritos. En lo que a libros concernía, solo se ocupaba de su exterior. Aquí tendría tiempo para leer.

Editorial: Impedimenta
Autor: Marian Engel
Páginas:  168
Precio:  20,95 euros


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