viernes, 11 de enero de 2013

Fragmentos Nº97: El país imaginado

Eduardo Berti 
El país imaginado 

Abuela, dice. ¿Estás ahí?
Por supuesto, le respondo.
No te veo.
Si enciendo la luz, eso te va a despertar y ya no estaré más acá.
¿No hay manera de que te tenga más cerca?¿No hay modo de poder tocarte?
No respondo. No logro decirle nada…
Abuela, vuelve a decir. ¿Abuela?
Sí. Perdón, me estaba durmiendo.
¿Cómo es posible?¿No soy la única aquí con derecho a dormir?
No sé, alcanzo a contestar.
Te estabas durmiendo…
Sí.
¿Y qué iba a pasar, entonces?
No tengo la menor idea. Acaso terminara conversando conmigo misma.
Hay otra historia, me dice. Me acabo de acordar de ella. Me la contabas a menudo, cuanto tenía unos nueve años.
No me acuerdo de ninguna. ¿Cómo era?
Todas las tardes un anciano acostumbra a dormir la siesta. Sus nietos, que son decenas, le preguntan por qué lo hace. Él le responde: «Voy al país de los sueños para encontrarme con nuestros antepasados». Al dormir, el viejo sueña que conversa con sus más sabios ancestros. «Un día, transmitiré estas enseñanzas a mis descendientes.» Sin embargo, el tiempo pasa y el anciano no transmite ninguna enseñanza. De modo que los nietos, todos, resuelven dormir la siesta una tarde muy calurosa. Apenas despiertan, le dicen a su abuelo: «Fuimos al país de los sueños para encontramos con nuestros antepasados». Lleno de curiosidad, el viejo quiere el mensaje de los venerables ancestros. Uno de los nietos le dice: «Llegamos al país de los sueños, nos encontramos con nuestros antepasados y preguntamos si era verdad que nuestro abuelo venía aquí todas la tardes. Ellos nos respondieron que jamás te han visto. Dicen que no conocen a ningún abuelo».

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