El
libro de los otros
Zadie
Smith (edit.)
Es
aquí donde, piensa Glad, si yo fuera, pongamos por caso, un personaje menos
dispuesto a colaborar en la implacablemente exenta de problemas Problemas a
popa, prendería fuego a la pata de palo del marido (si tuviera pata de palo) y le aplastaría la cabeza al
quejica del amante con la palanca del cabestrante.
Si la violencia impulsiva no forma parte de mi carácter, podría en vez de ello (como tiene la molesta tendencia a hacer los personajes) retroceder hasta algún ejemplo profundamente moral de mi infancia. Podría dejarme absorber por el pasado y recomponerme molecularmente en una persona más joven y cariñosa, dispuesta a dejarse conocer de manera eficaz por otros a través de algún suceso traumático que involucrarse —a ser posible— a mi madre. Así funciona el mundo, bien lo sabe Glad. Lo oye todas las semanas de labios de los abogados. Las madres son, de alguna turbia manera, las culpables de todo acto de criminalidad.
Si la violencia impulsiva no forma parte de mi carácter, podría en vez de ello (como tiene la molesta tendencia a hacer los personajes) retroceder hasta algún ejemplo profundamente moral de mi infancia. Podría dejarme absorber por el pasado y recomponerme molecularmente en una persona más joven y cariñosa, dispuesta a dejarse conocer de manera eficaz por otros a través de algún suceso traumático que involucrarse —a ser posible— a mi madre. Así funciona el mundo, bien lo sabe Glad. Lo oye todas las semanas de labios de los abogados. Las madres son, de alguna turbia manera, las culpables de todo acto de criminalidad.
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