Wild Thing de Josh Bazell
ISBN 978-84-339-7864-6
PVP con IVA 19.90 €
Nº de páginas 432
Colección Panorama de narrativas
Traducción Benito Gómez Ibáñez
¿Recuerdan al monstruo
del Lago Ness? Pues algo parecido está sucediendo en un lago perdido cerca de
un pequeño pueblo de Minnesota. ¿Un monstruo, un depredador desconocido, una
leyenda urbana, un tinglado para atraer turistas?
¿Recuerdan a Pietro
Brnwa? Era aquel asesino a sueldo arrepentido que ejercía de médico en el peor
hospital de Manhattan gracias al programa de protección de testigos del FBI, y
era el protagonista de la descacharrante Burlando a la Parca. Ahora, en esta
segunda entrega de sus andanzas, Brnwa se enfrenta al monstruo del lago de
Minnesota. ¿Pero cómo hemos llegado hasta aquí? A Brnwa lo contrata un billonario
misántropo para que acompañe y proteja a Violet Hurst, una paleontóloga
despampanante y autodestructiva cuya relación con el billonario no es
exclusivamente profesional. La misión: investigar el asunto del monstruo. Y lo
de viajar a ese lugar recóndito a Brnwa le parece perfecto para seguir con lo
suyo: esconderse de la mafia que lo quiere asesinar.
Aunque en el tranquilo
pueblecito nada es lo que parece: la dueña del restaurante pasa droga por la
frontera de Canadá con la ayuda de dos adolescentes, otro de los vecinos se
dedica a intentar filmar al monstruo, sobre el que algo sabe el médico del
pueblo… Y, para acabar de liarlo todo, a la fiesta se suman unos narcos
dispuestos a montar una batalla campal, y además el billonario, que se ha
puesto celoso, y hasta la mafia, que sigue empeñada en liquidar al asesino
arrepentido.
El resultado: una
novela trepidante y desternillante, una enloquecida aventura con monstruos,
narcotraficantes, chicas guapas, millonarios chiflados y gente de pueblo que
tampoco es lo que parece.
«Una de las nuevas
voces de la narrativa más singularmente divertidas con las que me he topado en
muchos años… Es muy raro encontrarse con un escritor brillante dedicado al 100
%, en cada frase, a hacerte pasar un buen rato. Bazell lo es, y consigue su
propósito» (Lev Grossman, Time).
«En lo que al suspense
se refiere, el monstruo clava sus garras mezclando lo mejor de Tiburón con el
sentido cómico de tu episodio favorito de Scooby-Doo… Salvajemente divertido» (San
Francisco Chronicle).
«Un cóctel magistral de
acción, farsa y sátira política» (Publishers Weekly).
«Wild Thing es
una novela tan violenta y sexy como desaforadamente divertida» (Cleveland
Plain Dealer).
«Enloquecidamente
divertida… La obra de un genio chiflado» (Marilyn Stasio, The New York Books
Review).
Megan y Ryan están en su canoa, a
veinte o treinta metros de la orilla. Las piernas de Megan cuelgan a los lados
de la barca. Ryan se la está comiendo. Debido a la forma en que el sonido se
transmite sobre el agua, Autumn oye los jadeos de Megan como si la tuviera
delante. Autumn siente vértigo. Se vuelve hacia el lago White.
Es como pasar de una estación a
otra. El lago Garner es un amplio óvalo que se extiende de este a oeste
siguiendo el curso del sol. El lago White se encuentra al fondo de un cañón
recortado que se abre hacia el norte desde el extremo oriental del lago Garner.
El lago White está picado, sus aguas son negras y frías.
Mágicas. Autumn se zambulle de
cabeza.
De pronto es consciente de todo. No
ve nada, pero siente la caja torácica, el cuero cabelludo, el empeine de los
pies. Le resbalan los brazos contra el flanco de los pechos, debido a la crema
protectora o a las propiedades del agua. Es como un espíritu moviéndose entre
ónice.
Al cabo de una docena de brazadas
siente que Benjy se zambulle tras ella. Empieza a nadar más aprisa, no quiere
que la alcance y la agarre de los pies. Eso lo odia: le da pavor. En cuanto
sale a la superficie a tomar aire, vuelve la cabeza.
Siente en la cara la gélida brisa.
La ondulación del agua ha borrado su estela. No ve a Benjy por ninguna parte.
Un estremecimiento de miedo le sube
por la pierna derecha hasta el vientre ante la idea de que se le acerque bajo
el agua, y patalea para alejarse.
Se le ocurre algo. Nada hacia la
orilla occidental. Si no puede ver a Benjy, él tampoco puede verla a ella. De modo
que si ella no está donde él cree, no podrá agarrarla.
Pero sigue teniendo la sensación de
que está a punto de hacerlo. Instintivamente, sacude las piernas hacia arriba,
una detrás de otra.
Pero a medida que pasan los
segundos, está cada vez más claro que Benjy no tiene intención de asustarla. Y
luego, que ni siquiera está en el lago con ella, pese a lo que le parecía
cuando iba nadando. Puede que se haya internado en el bosque por la orilla del
lago Garner, para ver cómo follan Megan y Ryan.
Es una sensación desagradable. De
abandono, de ser gilipollas, pero también otra cosa: a Autumn le encanta ese
lago, pero no le gusta estar sola en él. No es esa clase de sitio. Hay algo
adulto en el lago White.
–¡Benjy! –grita–. ¡Benjy!
Con el pelo mojado siente frío en
la cabeza y la nuca.
No aparece.
–¡Venga, Benjy!
Cuando Autumn empieza a nadar a
braza para volver al extremo sur del lago, Benjy sale disparado del agua frente
a ella, con medio cuerpo visible y vomitando un oscuro chorro de sangre que la
golpea como si le arrojaran un cubo.
Luego lo sumergen de un tirón.
Desaparece. También se esfuma el
calor de su sangre. Es como si Autumn se lo hubiese imaginado todo.
Pero sabe que no es un producto de
su imaginación.
Que lo que acaba de ver es algo
terrible y permanente; y que tal vez está a punto de ocurrirle a ella.
Se da la vuelta y nada a toda prisa
hacia la pedregosa playa al pie del farallón. Crol a más no poder, sin
respirar. Nada o muere.
Los privilegios de Jonathan Dee
ISBN 978-84-339-7866-0
PVP con IVA 18.90 €
Nº de páginas 336
Colección Panorama de narrativas
Traducción Justo Navarro
Todo comienza con una
gran boda en Pittsburgh. Se casan Cynthia y Adam; ambos tienen veintidós años y
son los primeros de su generación en entrar en la temida, despreciada,
ambiguamente deseada vida de los adultos. Viven juntos desde hace dos años en
Nueva York, pero se casan en Pittsburgh –una opaca ciudad industrial– porque el
segundo marido de la madre de Cynthia, el acaudalado Warren Sikes, ha pagado
con mucho gusto la suntuosa boda. Y también el viaje y el alojamiento de los
invitados, un batallón de jóvenes que desdeñan el mundo de sus mayores pero no
tienen ningún deseo de cambiarlo; sólo quieren apoderarse de él, y saben que
inevitablemente les llegará la oportunidad. Esta entrada en la vida adulta es
también el comienzo del ascenso de Adam y Cynthia Morey desde la clase media
hasta las cimas del gran dinero, donde se viaja en jets privados, se tiene
siempre una limusina con un chófer disponible y se acaba creando una fundación
u obra de beneficencia para ayudar a los desposeídos, lavar el dinero,
admirarse a uno mismo.
Y así, con hijos, con
padres que aparecen, desaparecen y mueren, y en medio de una escena social
espléndidamente descrita, con un Adam que ha encontrado la manera de
enriquecerse sin hacer mal a nadie y ha descubierto también una perturbadora
característica del dinero: que sólo se puede pensar en él en términos de
crecimiento, es decir, en cómo usarlo para hacer más dinero, prosigue la
historia de los Morey, de su ascenso sin caída. O quizá con la insinuación de
que tal cosa podría ser posible en medio del espléndido sueño americano.
Una novela seductora,
sutil, de una ambigua ironía, que esquiva la caricatura, el maniqueísmo, los
juicios morales obvios.
«Sólo dos novelas han
hecho latir mi corazón más rápido en el último año. Una es Los privilegios. Su
tono es perfecto, y muy inteligente su percepción de la vida moderna. Y es
increíblemente divertida y desvergonzadamente seria. Me subyugó» (Richard Ford).
«Una novela astuta y
seductora sobre aquellos a quienes todos estamos de acuerdo en odiar. Cada una
de las páginas de este agudo estudio de los megarricos es una delicia, y una
obra maestra de equilibrio entre la empatía y la distancia crítica» (Jonathan
Franzen).
«¿Se puede examinar la
vida de alguien que carece de valores, de ética, de moral? ¿Puede alguien que
no tiene moral llevar una vida moral? ¿Qué sentido tiene vivir una vida amoral?
La inteligente novela de Jonathan Dee plantea todas estas preguntas bajo la
forma de un cuento moral. Una novela elegante, sabia, y a menudo muy divertida»
(The New York Times).
«Una inteligencia y un
oído infalibles para captar los diálogos y las costumbres contemporáneas. Una
novela apasionante y moralmente ambigua» (The Economist).
«Admirablemente
implacable» (The New Yorker).
«No abundan entre
nuestros mejores literatos los que se atreven a enfrentarse tan abiertamente a
temas como el dinero o la clase social, y ésta es una de las razones que hacen
que Los privilegios sea una obra tan importante, tan irresistible… Una
evocación perfecta de un particular estrato de la sociedad neoyorquina, pero
también una conmovedora meditación sobre la familia y el amor romántico» (Jay
McInerney).
En el bar del hotel se sienta la
encargada de organizar la boda, madrugadora como siempre, después de mandar a
su hijo y un amigo a la floristería en su furgoneta, rezando por que no hayan
parado en el camino a fumarse un porro. Por eso no les paga por adelantado. El
bar no está todavía oficialmente abierto, pero Masha conoce a todo el mundo en
el Athletic Club; ésta es la cuarta celebración que organiza en el Club este año.
Aunque aún no es mediodía, le apetece (como diría su padre) una copa que sea
una copa, y Omar, el barman, se la serviría con toda seguridad, pero del
alcohol en el trabajo no hay ni que hablar. Trasciende una cosa así y tu
reputación sufre un golpe definitivo. Es verdad que la novia –cuya actitud de
superioridad a Masha no le gusta especialmente– ni siquiera es de Pittsburgh y
se comporta como si no tuviera que volver a pisar nunca más el lugar después de
la boda; pero el padrastro, cuyo nombre figura en los cheques, es uno de los
abogados más influyentes del bufete Reed Smith, y la madre, cuya actitud de
superioridad todavía le gusta menos, es de esa clase de personas que sufren una
insatisfacción crónica y lo que más desean es armar un escándalo, con motivo o
sin motivo.
Pero ése es el secreto del éxito de
Masha: dedicarse no a las personas, que pueden fallarte, sino a la ceremonia,
que no lo hace jamás. No suele decirlo en voz alta, pero se cree la centinela
de algo, una pequeña pieza en el dique que mantiene a raya la indiferencia
absoluta hacia las pocas cosas que siempre han sido importantes, rito, devoción
y responsabilidad. Cuando consideras el asunto en estos términos, menos te
preocupan las familias y más se ennoblece tu trabajo. Su matrimonio se deshizo
al cabo de nueve años, pero eso no empañaba en absoluto los recuerdos preciosos
del día de su boda; en realidad, piensa, eso es lo único que te queda, eso y un
hijo muy querido, aunque no exactamente digno de confianza. Por otra parte, si
estuviera en sus manos, aún seguirían juntos, hijo, marido y mujer, en los
momentos felices y en los momentos difíciles. Pero no todo depende de ella.
Una pareja de la edad de los novios
entra en el bar y Omar les dice que está cerrado. El chico parece decidido a
protestar, pero la chica dice:
–Déjalo. Tengo que subir a ducharme
otra vez.
Esto es lo que hoy nos espera,
piensa Masha: una fiesta de sudor. Treinta y un grados según el televisor sin
sonido, sobre la cabeza afeitada de Omar. Era parte del riesgo que asumían
cuando eligieron la más vieja, nunca modernizada, y hermosa iglesia católica de
Pittsburgh. Por eso ha esperado hasta última hora para las flores. El clima no
podía programarlo a gusto del cliente. Lo que no evitará que la madre la
maldiga de todas formas.
Al otro lado de la ciudad, Cynthia
y Marietta se sientan confusas e intimidadas, descamisadas, envueltas en
sábanas viejas con un agujero para que sobresalga la cabeza, mientras una
polaca que no abre la boca (recomendada por Masha) y su joven ayudante las
peinan. Se toman el pelo mutuamente con historias de los días de la
universidad, y todas las historias entrañan vergüenza o remordimiento, pero no
hay ni una con la que no se rían. Pocas tratan de hombres, porque Cynthia y
Marietta encontraron pareja en segundo curso. Las polacas, en una especie de
tema de fondo, hablan de Dios sabe qué en un polaco taciturno, al menos hasta
que Cynthia dice algo sobre las terribles ganas de fumar que le produce
semejante suplicio.
El vino de la juventud de John Fante
ISBN 978-84-339-7867-7
PVP con IVA 18.90 €
Nº de páginas 320
Colección Panorama de narrativas
Traducción Antonio-Prometeo
Moya
El vino de la juventud
recoge los trece relatos que Fante publicó en 1940 con el título de Dago red,
más otros siete aparecidos posteriormente en distintos medios. Exceptuando los
dos últimos, todos giran alrededor de una familia de inmigrantes italianos
afincada en Colorado. El que cuenta es el hijo mayor, un adolescente al que
vemos crecer, observar a sus padres, quizá intentar comprenderlos, o juzgarlos.
Y el conjunto, una crónica de la vida en América en los años veinte del siglo
pasado, tiene una coherencia y una unidad novelescas. Y así, somos testigos del
momento en que se conocen los padres del protagonista, de cuando el pequeño
héroe se confiesa con un cura y cuando descubre que no tiene camisa para ir a
la iglesia; seguimos sus aventuras en el colegio de monjas y después vemos como
el padre envejece y el hijo mayor lo celebra liándose a puñetazos con él...
«Uno de los auténticos
chicos malos de la literatura esta- dounidense del siglo XX» (Allen Barra,
Salon.com).
«Un escritor tan
potente como cualquiera del canon estadounidense, pero mucho más subversivo,
más original y con más inventiva que la mayoría» (Neil Gordon).
¡La foto!, pensaba yo. ¡Ah, aquella
foto del baúl!
Cuando mi madre no miraba, entraba
a hurtadillas en su dormitorio, cerraba la puerta y abría el baúl. Allí había
muchas fotografías y a mí me gustaban todas, pero había una en especial que mis
dedos anhelaban tocar y mis ojos ansiaban ver desde que vi a mi madre de
aquella manera: era una foto suya y se la habían hecho una semana antes de que
se casara con mi padre.
¡Qué foto!
Aparecía sentada en el brazo de un
lujoso sillón, con un vestido blanco que le llegaba hasta los pies. Las mangas
eran amplias y vaporosas, unas mangas muy elegantes. El vestido apenas tenía
escote y en el cuello lucía un camafeo colgado de una fina cadena de oro.
Llevaba el sombrero más grande que había visto en mi vida. Le tapaba
completamente los hombros como si fuera una sombrilla blanca, tenía el ala
levemente inclinada y le cubría todo el cabello menos los prietos bucles
oscuros que le caían por detrás. Pero distinguía sus melancólicos ojos verdes,
tan grandes que ni siquiera aquel sombrero los podía ocultar.
Yo me quedaba mirando aquella
extraña fotografía, la besaba, lloraba sobre ella, feliz porque aquella imagen
había sido realidad en otro tiempo. Y recuerdo una tarde en que me la llevé a
la orilla del arroyo, la puse encima de una piedra y le recé. Y en la cocina
estaba mi madre, prisionera entre cazos y sartenes: una mujer que ya no era la
encantadora mujer de la fotografía.
Y lo mismo pasaba conmigo, un
muchacho que volvía a casa de la escuela.
Otros días hacía otras cosas. Me
ponía delante del espejo del armario con la foto a la altura de la oreja, de
cara al espejo redondo. Un sensación turbadora se apoderaba de mí entonces y
sentía un escalofrío de placer. ¡Qué increíble aquella gran señora, aquella
reina! Y recuerdo que me quedaba sin palabras.
La madre que estaba en la cocina en
aquellos momentos no era mi madre. No lo habría aceptado. Mi madre era aquella
otra, la señora de la pamela. ¿Por qué no podía recordar nada de ella? ¿Por qué
tenía yo que ser tan pequeño cuando nací? ¿Por qué no pude nacer con catorce
años? No podía recordar nada. ¿Cuándo había cambiado mi madre? ¿Qué causó el
cambio? ¿Cómo había envejecido? Acabé convenciéndome de que si alguna vez
hubiera visto a mi madre tan hermosa como en la fotografía, le habría pedido
inmediatamente que se casara conmigo. Nunca me había negado nada y creía que no
me rechazaría como marido. Me regodeé en aquella decisión, descubriendo incluso
la manera de deshacerme de mi padre: mi madre podía divorciarse de él. Si la
Iglesia no accedía al divorcio, podríamos esperar y casarnos en cuanto mi padre
muriera. Hojeé mi catecismo y el libro de oraciones en busca de alguna ley que
prohibiera que las madres se casaran con los hijos. Me satisfizo no encontrar
nada sobre el tema.
Una noche me guardé la fotografía
dentro del cinturón y se la llevé a mi padre. Él estaba sentado en el porche
delantero leyendo el periódico.
El libro de los vicios de Adam Soboczynski
ISBN 978-84-339-7869-1
PVP con IVA 14.90 €
Nº de páginas 168
Colección Panorama de narrativas
Traducción Francesc Rovira
En veintinueve
capítulos y a través de un puñado de personajes que recorren toda esta «casi
novela» con sus vicisitudes, el autor desgrana su visión ácida del mundo
moderno. Antes la gente tenía más vicios, fumaba en los bares, comía carne sin
complejos, apreciaba más lo inesperado, actuaba con pasión. Ahora, en cambio,
se prohíbe fumar, todo el mundo bebe menos en las fiestas, come sano y practica
deporte, las ciudades parecen fotocopiadas unas de otras y lo «ecológico»
triunfa por doquier. Quiere celebrar la ciudad como un lugar repleto de
aventuras en cuyas callejuelas esperan las amantes más bellas, pero constata
con horror cómo proliferan en ella los horrendos centros comerciales. Lamenta
que en el mundo de hoy todo lo informal y erótico se combate, y todo lo
pornográfico, en cambio, goza de la aprobación general.
«Un alegato a favor de
la desmesura y una diatriba contra todas las formas de disciplina,
reglamentación y ascetismo» (Wiebke Porombka, Frankfurter Allgemeine Zeitung).
«Un libro contra la
banalidad de nuestra época y contra las técnicas neoliberales de
autosuperación» (Der Freitag).
«Un estilista brillante
y un intelectual de pura cepa, sólo que lleno de ingenio y humor» (NDR).
¿Cambiarían el nombre a la ciudad
en la que vivía? ¿Me rebautizarían también a mí Por todos lados, pensé, se
arrinconan el mal humor, la ineficiencia, el carácter iracundo, cosa que,
puesto que hasta cierto punto me considero malhumorado, ineficiente e iracundo,
aunque no al estilo del portero, me pareció de lo más indignante. Poco a poco
al principio, luego con la claridad que ofrece la perspectiva: con
determinación implacable, me dije, se destierran de nuestra vida las pequeñas
evasiones de la rutina, las debilidades, los defectos humanos. Yo era fumador,
pero pronto no podría fumar en ningún bar. Me gustaban las cosas más bien
oscuras y arriesgadas, siempre me había imaginado la ciudad como un lugar
repleto de aventuras en cuyas callejuelas esperaban las amantes más bellas, y
en cambio proliferaban por doquier los centros comerciales profusamente
iluminados, destructores de cualquier atisbo de sombra, aniquiladores de la
penumbra siempre y en cualquier parte. Me tenía por un hombre bien educado, más
bien reservado, pero en lugar de encontrarme con una natural buena educación me
topaba constantemente con ese infame lenguaje del sector de los servicios, ese
«¡Con mucho gusto!» a voz en grito, heridor de toda persona sensible, cada vez
que pedía un café, ese incesante y de todo punto exagerado desearte un buen día
incluso en el puesto de salchichas, en el que últimamente hasta te regalaban
una sonrisa, etcétera, etcétera.
La gente es así, pensé, no lo
pueden remediar. Les parece bonito que yo, en lugar de periodista, sea content
manager. O que no sea un gestor de patrimonio, sino un asset manager, y ahora sonrío cuando mi jefe me
llama así.
Todo lo sólido se desvanece en el
aire. Me vino a la memoria la peluquería Rosi’s, a la que acudían las señoras
mayores de mi calle con su bastón y ese tambaleante empeño suyo tan gracioso.
No hacía mucho, había pasado a manos de un dudoso comerciante que, ante el
estupor de los viejos del barrio, vendía los muebles de los años sesenta y
setenta de lo más comunes, aunque un poco usados, como piezas de anticuario.
Los asiáticos que servían sushi desplazaban a los turcos y sus kebabs
hipercalóricos a marchas forzadas. El mundo se había vuelto un lugar más
amable, más luminoso, más liso y más sano, mientras yo era cada vez más viejo
(mitad de la treintena), más arrugado (debajo de los ojos) y más gruñón (por la
mañana).
No es bueno, me dije entonces, dar
tantas vueltas a las cosas. ¡No exageres!, añadí, y me dispuse a volver a mi
piso con la intención de retomar la redacción del artículo a pesar del dolor de
cabeza. Sin embargo, como la repugnancia ejerce una enorme, aunque nefasta,
fuerza de atracción, volví sobre mis pasos, me planté de nuevo frente al
anuncio, murmuré «facility manager» y experimenté toda la bajeza de la
inmobiliaria, que sin duda no había comprado únicamente aquel edificio, sino la
calle entera, cuando no media ciudad, para despedir a todos los porteros
ineficientes. Visualicé a los empleados sentados ante sus listas con el labio
superior feamente contraído, provistos de regla y lápiz rojo, tachando con
trazo limpio a los porteros ineficientes, aquí el señor Hammerschmidt, allá el
señor Mayer. Vi mi nombre en una de las listas. Uno de los empleados lo tachaba
con trazo limpio entre risitas burlonas.
No recuerdo cuánto tiempo pasé así
plantado frente a la vitrina, dando vueltas y más vueltas a todas estas cosas.
Sí recuerdo que más tarde me encontraba de vez en cuando con el portero
despedido delante de la entrada del edificio o en el vestíbulo. No se lo veía
en absoluto hundido, como me había imaginado; iba como siempre, ataviado con su
guardapolvos, y exhibía su habitual expresión de impertinencia en el rostro.
Daniela Astor y la caja negra de Marta Sanz
ISBN 978-84-339-9762-3
PVP con IVA 16.90 €
Nº de páginas 272
Colección Narrativas hispánicas
Susana Estrada enseña
un pecho mientras Enrique Tierno Galván le entrega el galardón concedido por un
periódico. Amparo Muñoz es coronada miss Universo y María José Cantudo
protagoniza el primer desnudo integral del cine español en La trastienda de
Jordi Grau. Marisol aparece desnuda en la portada de Interviú y Bárbara Rey
presenta un programa de variedades sentada en un sillón de mimbre a lo
Emmanuelle. La jovencísima Sandra Mozarowsky muere al caer desde el balcón de
su casa. Los rumores y especulaciones llegan hasta los blogs de la actualidad.
Es la época del fantaterror, la tercera vía y el destape. El desnudo femenino
se intelectualiza a la vez que se va consolidando como bien de consumo.
Mientras suceden estas
cosas, Catalina come miga de pan para que le crezcan las tetas, lee a
hurtadillas revistas del corazón, tiene un amor secreto y se encierra en su
cuarto para jugar con Angélica, su mejor amiga. Allí dejan de ser ellas para
convertirse en Daniela Astor y Gloria Adriano, trasuntos de esas actrices que
empiezan a crear un estereotipo que no se corresponde con el de la madre de
Cati, Sonia Griñán, que trabaja como enfermera de un odontólogo y tiene muchas
ganas de aprender; ni con el de la madre de Angélica, Inés Marco, profesora de
sociología en la universidad. Las niñas viven en un mundo paralelo hasta que la
realidad da un giro imprevisto y tanto Angélica como Catalina han de mirar de
frente las cosas que pasan. Recolocar el mundo. Decidir quiénes son y qué
significa ser una mujer admirable.
Daniela Astor y la caja
negra es una novela que, contrapunteando la voz en primera persona y el falso
documental, se plantea preguntas sobre los límites del pudor y sobre qué
significa la liberación de las mujeres. Habla de cómo se relacionan la realidad
y sus representaciones, y de cómo esas representaciones a menudo se escriben
con un lenguaje ajeno que, en este libro, Marta Sanz hace suyo a través de una
potente mezcla de violencia y de ternura, de sentido del humor y de sentido
crítico. Daniela Astor y la caja negra habla de las metamorfosis, la herencia y
la memoria del cuerpo. De la rivalidad y la solidaridad. Es una novela sobre la
Transición que elige un punto de vista con el que aún no se había narrado: el
de las preguntas que se hacen las mujeres, su inquietud y sus bellas imágenes.
Y los ascensores. Me encantan los
ascensores. Sobre todo los que suben a la azotea de los rascacielos como una
vena exterior sobre la musculatura del edificio. Tengo un perro que se llama
Bob en homenaje a Bob Niko, bailarín del ballet Zoom, con quien tantas veces he
compartido plató y escenario. Veo su melena que sube y baja como una peluca
traslúcida con la luz de los focos. Puedo asegurar que, en el siglo XXI, Bob
será un hombre ya completamente calvo. Un magnate me ha pedido en matrimonio,
pero yo aún quiero disfrutar de la vida. Tengo una aventura con un poeta
autodestructivo que quizá sea mi amor verdadero. Sólo por él afloran mis
lágrimas. No se las merece. Tengo otro amor secreto cuya identidad aún no puedo
desvelar. Les pido un poco de paciencia a los chicos de la prensa que están
esperando una exclusiva. La exclusiva llegará antes de lo que esperan.
Aunque parezco otra persona, con la
cara lavada estoy igual de guapa que cuando me pinto para salir a tomar un
cóctel y me pongo vestidos negros con la espalda al aire cuyo escote me llega
casi, casi hasta la rajita del culo. Casi es una palabra muy importante en mi
vocabulario. A menudo uso pendientes colgantes y me descubro la nuca. Me recojo
la melena en un moñete que deja a la vista las concavidades de ese punto desde
el que, como un río, nace un blanco cuello de cisne que desemboca en el cráneo.
Son concavidades sexy.
–¿Muslo o
pechuga?
–Pechuga. A la plancha, garçon.
Soy muy amiga de mis amigas. Estoy
enamorada del amor. Siempre acompañan mis pasos canciones del hilo musical o de
anuncios de perfumes.
–¿Nardos o jazmines?
–Rosas, querida, siempre rosas.
Daba-daba-da. Estoy fotografiada en
color: no me puedes soñar en blanco y negro. Los hombres se desmayan a mi paso.
Mi plato preferido es el caviar. Presento un programa de variedades en la
primera cadena de televisión. Ahora mismo llevo una minifalda, botas que me
llegan a mitad del muslo, un abrigo de zorro rojo, una blusa semiabierta que
insinúa la redondez de mi pecho, no demasiado voluminoso, nada desprendido y
perfectamente ubicado, una manzanita pink lady. La justa abertura de mi escote,
ni poco ni mucho, casi revela la calidad de mi lencería.
–¿Pink lady o Golden?
–La Golden es para las tartas. No
seas pesada.
Colón descubre América en 1492 y
Guillermina Ruiz Doménech es Miss España en 1977 y finalista de Miss Universo.
Pero en el primer certamen yo soy nombrada Miss Simpatía, Miss Elegancia y Miss
Fotogenia, y los hombres del público, indignados, gritan: «¡Tongo, tongo!» Esto
sucede porque las mujeres me suelen odiar a causa de los celos. No importa.
Tengo buen perder. En el filtro de los cigarrillos que fumo siempre queda un
cerco untuoso de carmín rosado. La huella de mi boca es la promesa de ese beso
del que todos querrían disfrutar. Yo lo guardo para los hombres especiales.
–¿Rubio o negro?
Mi mejor amiga se llama Angélica.
Pregunta mucho. Sus preguntas siempre tienen dos miembros. Como las oraciones,
las ecuaciones y las anatomías humanas: dos orejas, dos manos, dos pies, dos
agujeros de la nariz. A Angélica le gusta el orden y duda constantemente. Quizá
eso le ocurre porque sus padres son intelectuales. También va a un colegio
público porque sus padres son intelectuales. Viven en mi barrio por la misma
razón. Es como si sus padres se estuvieran castigando por cometer un delito que
ni Angélica ni yo podemos adivinar. Yo no entiendo nada y ella todavía menos.
El padre de Angélica es propietario de una editorial, pero ella no es buena
estudiante. Su madre da clases de sociología en la universidad. Su color
preferido es el fucsia, quizá el malva o el lila. Su chica más guapa del mundo
es Blanca Estrada.
–¿Blanca o Susana?
–Blanca, Blanca.
Una mujer en Berlín de Anónimo
ISBN 978-84-339-7618-5
PVP con IVA 18.90 €
Nº de páginas 328
Colección Otra vuelta de tuerca
Traducción Jorge Seca
Quien quiera enterarse
de lo que en realidad ocurrió en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial
tendrá que preguntárselo a las mujeres. Así lo ve la autora de este libro, que
vivió el final de la guerra en Berlín. Sus observaciones aparecieron publicadas
por primera vez en 1954, gracias a los esfuerzos del crítico Kurt W. Marek.
Además del epílogo que Marek adjuntó a dicha primera edición en inglés,
Anagrama recoge una introducción de Hans Magnus Enzensberger donde relata las vicisitudes
por las que han pasado estas memorias desde su creación y la razón por la que
la autora decidió no revelar su identidad. En este documento único no se
ilustra lo singular sino lo que les tocó vivir a millones de mujeres: primero
la supervivencia entre los escombros, acuciadas por el hambre, el miedo y el
asco, y posteriormente, por la venganza de los vencedores.
«Depurado estilo..., su
agudeza analítica y su tema rebasan con creces el mero testimonio» (Cecilia
Dreymüller, El País).
«Una implacable
observadora que no se deja llevar por el sentimentalismo o los prejuicios»
(Hans Magnus Enzensberger).
«Lo sobrecogedor es que
no hay en su testimonio la más leve autocompasión ni truculencia» (Robert
Saladrigas, La Vanguardia).
Naturaleza de la novela de Luis Goytisolo
ISBN 978-84-339-6354-3
PVP con IVA 16.90 €
Nº de páginas 200
Colección Argumentos
El novelista Luis
Goytisolo, a partir de los años de la Transición, reunió sus artículos
ensayístico-literarios en El porvenir de la palabra (Taurus, 2002). Una
obra, justamente, en la que ya despuntan algunos de los temas que en el
presente ensayo alcanzan su pleno desarrollo. Pero sólo aquí, en Naturaleza
de la novela, el autor plantea y desarrolla los aspectos fundamentales a
los que alude el título. ¿Qué es ese género literario llamado novela, lo que
hoy entendemos por tal? ¿Cuándo se inicia? ¿Cuáles son sus orígenes y
características? ¿Cuáles los factores directos e indirectos que propician su
formación como género, los componentes incluso inconscientes que están en su
gestación? ¿Por qué ahora parece haber entrado en crisis? Preguntas y
respuestas, en algunos casos, que al lector se le harán evidentes y que sin
embargo nadie había formulado hasta ahora. A modo de ejemplo, la distinción que
Goytisolo establece entre novelistas bíblicos y evangélicos, según el autor en
cuestión se halle más próximo –sin siquiera habérselo formulado– al modelo
narrativo bien del Antiguo Testamento, bien del Nuevo; casi un juego. Se trata
de un ensayo escrito por un novelista, similar a los que escribieron Valéry,
Huxley o T. S. Eliot, y que Goytisolo tanto valora. Y si los mejores críticos
suelen ser mediocres novelistas, los novelistas y poetas pueden llegar a ser
excelentes críticos en la medida en que perciben los problemas desde dentro.
Algo que sin duda ha
conseguido Luis Goytisolo con esta obra: un ensayo sobre la novela que se lee
como una novela.
Siempre he tenido la impresión de
que lo que hoy entendemos por novela, más que un género autónomo, de rasgos
claramente definidos y de formación y desarrollo perfectamente delimitados en
el tiempo, tiende a ser considerado un producto de aluvión, fruto residual de
la evolución de una serie de géneros hoy desaparecidos, epopeya, cantares de
gesta, leyendas, libros de caballerías, etc. Es decir: un género de contornos
desdibujados, a diferencia, por ejemplo, de la poesía o el teatro, cuya mera
mención evoca un concepto incuestionable.
Cierto es que la poesía del mundo
clásico poco tiene que ver con la medieval o que Góngora tiene poco que ver con
T. S. Eliot, pero por diversos que sean entre sí o afines a nosotros en mayor o
menor grado esas formas de entender la poesía y esos poetas, su pertenencia a
un mismo género no ofrece duda. Lo mismo puede decirse del teatro, por más que
Shakespeare no suponga precisamente una continuación de los trágicos griegos.
En cambio, lo que en la antigüedad se denominaba novela, la novela alejandrina,
la novela pastoril o el relato oral, esos cuentos que se transmitían de boca en
boca, de país en país, de siglo en siglo, sometidos a inevitables mutaciones,
no guarda relación alguna con lo que hoy entendemos por novela, un género
desarrollado a partir de la Edad Moderna. La escasa relevancia de todos sus
precedentes explicaría que, a diferencia de otras artes, la novela carezca de
Musa.
Hasta cierto punto se trata de una
cuestión de nombres. Lo que hoy entendemos por novela se fue forjando aquí y
allá como cristalización de diversas formas de relato, hasta configurar un
género nuevo, hará poco más de cuatrocientos años. Un caso parecido al de su
coetáneo el ensayo, otro género nuevo, distinto de los escritos filosóficos o
memorialísticos del mundo clásico.
Claro que, en principio, lo mismo
podría decirse de lo que hoy entendemos por poesía, que en su acepción moderna
precede tan sólo en unos cuantos años a la novela y al ensayo. Y lo cierto es
que la única diferencia entre ambos casos estriba en que, mientras novela y
ensayo suponen algo realmente nuevo, la poesía ha conservado su denominación
como género con todo y haber cambiado sustancialmente tanto en su forma como en
su contenido respecto a periodos anteriores. La idea que hoy tenemos de la
expresión poética es la que, largamente prefigurada por los provenzales, Dante
y Petrarca, se inicia en torno al Renacimiento, para prolongarse hasta nuestros
días; por muchas variantes que se hayan producido en ese transcurso, resulta
evidente que estamos hablando de un mismo género, un género conceptual y
formalmente distinto –salvo contadísimas excepciones– del propio de la
antigüedad clásica o de la Edad Media.
Otro tanto podría decirse del
teatro, pese al papel cohesionante del escenario, pues lo cierto es que ni por
su intención ni por su significado es equiparable la tragedia griega, por
ejemplo, a la obra de Calderón o de Bertolt Brecht.
En lo que concierne a la novela, a
lo que en los últimos siglos se viene entendiendo por novela, habría que
destacar ante todo que se trata de un relato en prosa impreso en forma de
libro, cuyos diversos elementos constitutivos –argumento, personajes,
estructura, estilo, etc.–, por mucho que varíen de una obra a otra, conforman
un género distinto a cualquier tipo de manifestación narrativa existente con
anterioridad.
Se trata de un género que por sus
características no podía haber surgido sino en el Occidente europeo, en la
medida en que es el fruto de la lenta y difícil conjunción a través de los
siglos de las diversas modalidades literarias del mundo grecolatino por un lado
y de una vida cotidiana impregnada de cristianismo por otro, lo que hacía de la
Biblia, tanto del Antiguo Testamento como de los Evangelios, un relato conocido
por todos, el relato por antonomasia. Claro que una cosa es su omnipresencia
como código de conducta y otra su valoración desde un punto de vista literario,
algo que sólo podía ser debidamente apreciado si se prescindía de su carácter
sagrado. Así pues, para que esto llegase a suceder, y para que simultáneamente
se extendiera el conocimiento de una literatura hasta entonces considerada de
carácter pagano, fue preciso que llegara el Renacimiento, que surgieran figuras
como Erasmo, que las creencias religiosas entraran en crisis, relativizadas por
los diversos movimientos de reformas y contrarreformas.
Metafísica de los tubos de Amélie Nothomb
ISBN 978-84-339-7719-9
PVP con IVA 7.90 €
Nº de páginas 144
Colección Compactos
Traducción Sergi Pàmies
Metafísica de los tubos
cuenta los primeros tres años de vida de un ser obsesionado por el agua que,
disconforme con su entorno, adopta la inerte forma de tubo como condición
existencial. Con la crueldad, el realismo y el peculiar humor al que nos tiene
acostumbrados, Amélie Nothomb rememora, a través de una narración que combina
filosofía y fontanería, episodios de su infancia japonesa, transcurrida en
Osaka.
Que la protagonista de
esta novela sea un bebé superdotado que opta por vegetar, que se autoproclama
Dios y que se niega a manifestar sus emociones hasta que descubre el sentido de
la vida en una barrita de chocolate y la muerte en un estanque habitado por
repugnantes carpas, constituye un acto de coherencia con un universo literario
en el que la obsesión por venerar el paraíso de la infancia es un tema
recurrente. Metafísica de los tubos constituye uno de los relatos más
autobiográficos de la autora que, al igual que en la inolvidable y aplaudida
Estupor y temblores, que fue galardonada con el Grand Prix de la Academia
Francesa, construye aquí una trama original, de poética anfibia, que vuelve a
deslumbrarnos con fogonazos de humor descarnado e impactante.
«Cuenta los primeros
tres años de existencia en el Japón misterioso y ancestral, rodeada de delicadeza
y perversión, de hermosura y de muerte. Amélie Nothomb siempre tiene enjundia»
(Rafael Conte, El País).
«De una cosa estoy
seguro: la joven revelación de las letras en francés ha tenido que trabajar
mucho antes de dar con una escritura tan límpida y eficaz como la suya» (Pablo
d’Ors, ABC).
«Lean Metafísica de
los tubos, que vale su peso en oro» (La Vanguardia).
Sabidurías de la antigüedad (Contrahistoria de
la filosofía I) de Michel Onfray
ISBN 978-84-339-7721-2
PVP con IVA 9.90 €
Nº de páginas 336
Colección Compactos
Traducción Marco Aurelio
Galmarini
Onfray nos muestra que
ha llegado la hora de contar la otra historia, la contrahistoria de la
filosofía, la que reivindica el cuerpo frente al alma, la felicidad frente al
tormento, el hedonismo contra el ideal ascético, el goce de la vida en lugar de
la preparación para la muerte. La historia de una filosofía materialista, que
fue una tendencia poderosa entre los griegos aunque luego la silenciara el
idealismo. Los manuales, las enciclopedias y los tratados canónicos de
filosofía son instrumentos ideológicos con los que «la historiografía toma el
lugar de la guerra» para seguir imponiendo su línea dominante. Pero la
importancia de Las sabidurías de la antigüedad no radica sólo en la defensa
convincente de esa tesis sino que incluye la demostración de que, en efecto,
esa contradicción tiene grandes maestros que oponer a la línea canónica. Y para
ello Onfray empieza por los antiguos, se remonta a cínicos como Aristipo de
Cirene o Diógenes de Sinope, materialistas como Demócrito y el poeta Lucrecio,
hedonistas como Epicuro y Filodemo de Gadara, entre muchos otros. Así, este
libro fascinante es al mismo tiempo una anti y una contraenciclopedia, una
brillante y gozosa lección que nos muestra la otra rama dorada del pensamiento
filosófico, la que enseña que el placer y el disfrute de la vida no van en
contra de la virtud ni de la inteligencia. A finales del siglo XIX Nietzsche
señaló el camino; a principios del XXI Onfray demuestra que éste es, más que
ningún otro, el momento de liberarse del idealismo y abrirse a la otra
tradición, la del hedonismo y el cuerpo.
«Trata de desentrañar
los hilos ocultos que hacen que en la historia hayan sido silenciadas, por los
biempensantes de turno, aquellas posturas más rebeldes y más libertarias de las
que Michel Onfray se reivindica sin ambajes» (Iñaki Urdanibia, Gara).
«Con Epicuro, Spinoza,
Nietzsche y Deleuze, Onfray reivindica un pensamiento que cuenta con el cuerpo
como aliado» (Juan Malpartida, ABC).
Afilar el lapicero de Daniel Cassany
ISBN 978-84-339-7723-6
PVP con IVA 7.90 €
Nº de páginas 176
Colección Compactos
Traducción Óscar Morales y
Daniel Cassany
¿Pendiente de concluir
un escrito comprometido? ¿Angustiado ante la redacción del «artículo
definitivo»? ¿Con responsabilidades en la revisión de los textos? ¿Interesada
en la calidad comunicativa?, ¿en la formación de comunicadores? ¡Éste es tu
libro!
Redactar es mucho más
que transmitir datos: escribiendo se «elabora» el conocimiento, se construye la
identidad del autor, se elige al lector, se ejerce el poder, se organiza el
mundo... Dominar la escritura es esencial en esta sociedad letrada en que
vivimos. ¡Qué contundente, delicado o resolutivo puede ser el discurso si se
usa con perspicacia! Pero ¡qué zafio, confuso e irritante llega a ser en manos
de la torpeza!
Hace años, Cassany
abrió La cocina de la escritura a las miradas curiosas para mostrar el
abecé de esta herramienta. Ahora se dirige a los más iniciados para enseñarles
cómo pueden afilar todavía más el lapicero. Autores, editores, supervisores y
lectores encontrarán aquí nuevos criterios para cumplir con sus tareas con
mayor pertinencia.
«Si La cocina de la
escritura era un curso, Afilar el lapicero es el máster: un paso
adelante en el oficio de escribir, centrado en usos profesionales, útiles para
todo tipo de documentos, desde los técnicos y administrativos hasta los
puramente científicos» (Magí Camps, La Vanguardia).
«Ofrece los recursos
necesarios para construir un texto especializado de forma óptima. Se trata de
un curso de redacción avanzado» (M. Rosa Bayà, El Periódico).
«Útil y ameno decálogo
con consignas sencillas, en estilo llano y fluido, para profesionales o todo
lector preocupado en tratar de dominar el arte de la redacción» (Raquel Loiza, La
Nación, Argentina).
Cuentos completos de Truman Capote
ISBN 978-84-339-7725-0
PVP con IVA 9.90 €
Nº de páginas 336
Colección Compactos
Traducción José María Álvarez
Flórez, Paula Brines, Benito Gómez Ibáñez, Enrique Murillo, Ángela Pérez, Juan
Villoro y Jaime Zulaika
Esta recopilación
incluye un relato inédito, el magistral «La ganga», escrito en 1950, y cinco
cuentos que hasta ahora no se habían traducido al español: «Las paredes están
frías», sutil crónica de una velada nebulosa entre marineros y mercenarias; «Un
visón propio», una historia de apariencias y desencanto para las que Capote
poseía un olfato tan fino; «La forma de las cosas», sobre un viaje en tren
donde se descubre, con patetismo contenido, un drama bélico; «La leyenda de
Preacher», donde una ternura y una penetración soterradas sirven de contrapunto
al realismo despiadado y el crudo lenguaje con que se describen las obsesiones
y los miedos de un viejo pobre y solitario; y, por último, el conmovedor,
grotesco y perspicaz «En la antesala del paraíso», que refiere el encuentro, en
un lugar insólito, entre un viudo feliz y una mujer misteriosa, dotada, entre
otras cosas, de una voz admirable. Cuentos tan célebres como «Un árbol de
noche», «Mojave» y «Un recuerdo navideño», este último adaptado para una película
de televisión que, interpretada por Geraldine Page, habría de convertirse en un
clásico del cine, completan esta recopilación donde brilla con todo su fulgor
el estilo sucinto de Capote, dueño de todos los registros –en particular, su
maestría para el diálogo y su suprema habilidad para transmitir, de una
pincelada, una sensación, un sentimiento, una idea– y señor de múltiples
ambientes narrativos, que configuran un fresco de humanidad y le aseguran un
puesto de honor entre los mejores escritores de su tiempo.
«Compendian las mejores
virtudes de una escritura investida de verdad, inteligencia y emoción» (Juan
Manuel de Prada, ABC).
«Cada palabra parece
estar allí casi por necesidad, no hay sustitutas» (Sergi Sánchez, El
Periódico).
Mimoun de Rafael Chirbes
ISBN 978-84-339-7726-7
PVP con IVA 7.90 €
Nº de páginas 160
Colección Compactos
Un profesor de español
llega a Marruecos con el vago propósito de concluir una novela. Se instala en
Mimoun, un pueblo del Atlas, y allí se cierne sobre él un extraño tejido de
relaciones en el que los personajes se mueven, tropiezan y desaparecen como
bolas de un billar americano.
Francisco, Hassan,
Aixa, Rachida o Charpent son para Manuel, el narrador-protagonista, seres
enigmáticos sobre los que proyecta su propio desconcierto. Pero es Charpent, un
misterioso exiliado, quien, con su proceso autodestructor, le ofrece a Manuel
el contrapunto más exacto de su propio destino, resumido en las palabras de
Rilke: «Oh, Señor, concede a cada cual su propia muerte.»
El Marruecos de Mimoun
no es un marco exótico, sino un espacio palpitante y hostil donde los
personajes buscan la fuerza necesaria para seguir viviendo. Escrita en un
estilo contenido, más sugerente que indicativo, es al mismo tiempo una
narración tensa y pasional que no oculta su pretensión catártica. Veinte años
después de su primera edición, Mimoun, la primera novela de Rafael Chirbes, que
fue tan bien acogida por la crítica y los lectores, sigue brillando en su
narrativa como una joya de inquietante belleza.
«Chirbes ha sabido
inventar una nueva voz» (Álvaro Pombo).
«Hermosa e inquietante»
(Carmen Martín Gaite).
«Espléndida novela»
(Javier Goñi).
«Un debut
impresionante» (Publishers Weekly).
Carver Country (con fotografías de Bob Adelman) de
Raymond Carver
ISBN 978-84-339-6122-8
PVP con IVA 28,90 €
Nº de páginas 208
Colección Fuera de colección
Traducción Jesús Zulaika
En Anagrama se han
publicado todos los libros de relatos de Raymond Carver en siete volúmenes, uno
de los mayores escritores norteamericanos de todos los tiempos. El fotógrafo
Bob Adelman se propuso apresar en imágenes el mundo de Carver, desde su
infancia hasta las inhóspitas ciudades en las que residió tantos años. Los
textos de Carver proceden de sus cuentos, poemas y cartas inéditas. El libro
cuenta con un epílogo de Tess Gallagher, su viuda.
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