Lo que todavía no sabes del pez
hielo de Efraim Medina Reyes
ISBN: 978-84-233-4639-4
Lomo 1262
Presentación: Rústica con solapas
Colección: Áncora & Delfin
Nada es lo que parece y
mucho menos lo que es, sostiene Teo, que haciendo honor a esta frase prefiere
ocultar su verdadero nombre.
La verdad es que tiene 27 años, aún vive con su madre, sufre una modalidad no demasiado virulenta de lupus, que le ha hecho llevar una vida un tanto retraída, e idolatra al cómico Lenny Bruce. En su diminuta habitación donde practica, entre otras cosas, una extraña forma de evadirse de la realidad, concibe un plan para reunir cientos de miles de diálogos callejeros, sintetizarlos en códigos matemáticos y mediante una compleja operación, descifrar el sentido de la vida. Un día, la lluvia le obliga a refugiarse en un bar, el Pez Hielo, donde conoce a Lena. Abogada prestigiosa, rica e inteligente, su presencia dará a a monótona realidad de Teo una casi insufrible contundencia.
Lo que todavía no sabes del pez hielo es un laberinto con ecos de Kafka y Beckett, entre otros maestros del absurdo. Con prosa elegante y expresiva, Efraim Medina nos conduce a los territorios más íntimos del amor filial, la creación artística y el erotismo. Pero esa es sólo una parte del iceberg bajo la que se construye un amargo retrato de la condición humana.
La verdad es que tiene 27 años, aún vive con su madre, sufre una modalidad no demasiado virulenta de lupus, que le ha hecho llevar una vida un tanto retraída, e idolatra al cómico Lenny Bruce. En su diminuta habitación donde practica, entre otras cosas, una extraña forma de evadirse de la realidad, concibe un plan para reunir cientos de miles de diálogos callejeros, sintetizarlos en códigos matemáticos y mediante una compleja operación, descifrar el sentido de la vida. Un día, la lluvia le obliga a refugiarse en un bar, el Pez Hielo, donde conoce a Lena. Abogada prestigiosa, rica e inteligente, su presencia dará a a monótona realidad de Teo una casi insufrible contundencia.
Lo que todavía no sabes del pez hielo es un laberinto con ecos de Kafka y Beckett, entre otros maestros del absurdo. Con prosa elegante y expresiva, Efraim Medina nos conduce a los territorios más íntimos del amor filial, la creación artística y el erotismo. Pero esa es sólo una parte del iceberg bajo la que se construye un amargo retrato de la condición humana.
Había entrado al baño por primera
vez a lavarme los dientes. Soy de esas personas para las que un cepillo dental
es tan indispensable como la ropa interior o el documento de identidad. Pero
esta vez lo había olvidado. Lo curioso es que tenía encima otros objetos que no
suelo llevar: una minúscula grabadora de periodista que debía entregar a Marlon
(me la había prestado su novia) y aquel celular de Barbie. También los tubitos
cortesía de Tomate y dos sobres de Punto 6. Así que agarré uno de los cepillos
que estaban en el baño y lo lavé dos veces con jabón para enseguida enjuagarlo
con abundante agua. Lo enjuagué minuciosamente hasta que el agua escurrió limpia. Repetí una vez más la operación,
después apreté el tubo de dentífrico multiacción desde abajo y dejé una buena
porción de crema tricolor (prueba irrefutable de su eficacia) sobre las opacas
cerdas: el azul combatía las caries, el rojo contenía vitaminas y minerales y
la misión del blanco era proteger el esmalte. Mis ojos tropezaron con mis ojos
en el espejo y me pregunté qué demonios estaba haciendo. No sé si todas las
mentes funcionan igual, pero la mía tiende a concentrarse en detalles
estúpidos, aislándome del presente por lapsos de tiempo indefinidos. Otro de
mis defectos es la necesidad incontrolable de un lenguaje obsceno y sugestivo
durante el coito, peor aún es mi tendencia a cambiar de argumento sin previo
aviso y no escuchar jamás del todo lo que me dicen. Las personas empiezan su
frase y mi mente ya está asociando ese fragmento de frase a algún evento pasado
o se distrae en conjeturas sobre la robusta comicidad que entraña hablar muy en
serio, en un mismo diálogo, del futuro ambiental, los ganadores del Premio
Óscar, la enfermedad de un pariente y las adicciones de Madonna. Si debiera
definirla, diría que mi mente es un lánguido trapecista que atraviesa
eternamente el vacío. El público piensa que se niega a bajar por amor al oficio
y el trapecista, por más que lo intenta, no logra detenerse. Madre ha sido más
sintética: Vivir en las nubes no te llevará a ninguna parte. Lo cierto es que
estaba allí, frotándome las muelas de abajo (exactamente las de la izquierda),
donde me faltan dos piezas sacrificadas porque no pudimos pagar un tratamiento
de conducto y mirándome al espejo. Después froté las otras que estaban intactas
y varias chispas de dentífrico fueron a parar al hasta entonces inmaculado
espejo. Intenté quitarlas con un dedo y dejé una mancha grasosa. Conocía bien
aquel baño y su dueño; en circunstancias normales, esa mancha podía ser motivo
de discusión y discordia, pero nada era normal en aquel momento. Antes de
entrar al baño estaba en la sala con Marlon, el antiséptico y maniático del
orden dueño del baño. El enemigo mortal del polvo, las manchas y los libros
dejados por ahí. Mi insufrible hermano mayor. Él había pagado las luces del
apartamento y sólo nos iluminaba la del televisor. Llevábamos horas allí y no
daba señales de cansancio. Bajé el volumen a cero y le pregunté qué más
esperaba encontrar y él no se inmutó porque ambos sabíamos encontrar que ya no
lo hacía por madre sino para acumular más y más desazón y que hacerlo era para
él un justo sacrificio al que debía arrastrarme. Me contuve para no decirle una
de las mías y opté por ir a lavarme los dientes. Al regresar me recosté en la
silla, cerré los ojos y distraje mi mente en pequeñas observaciones. Y mientras
estaba en eso él decidió que era suficiente y empezó a recoger las cosas, pero
al instante cambió de idea y me propuso un último esfuerzo. Abrí los ojos, su
expresión se había animado porque creía que esta vez tendríamos suerte. Eché el
cuello hacia atrás, respiré profundo y enfoqué la pantalla y entonces el horror
adquirido y domesticado de las últimas horas dio paso a lo inaudito. Corrí
desesperado al baño, encendí la luz y cerré la puerta. Me arrodillé ante el
inodoro y vomité. Cuando volví a la sala, Marlon había apagado el televisor y
estaba llorando (eran las primeras lágrimas de una vida sosegada e
incorruptible). Me habló, pero no se estaba dirigiendo a mí sino a alguien
dentro de sí mismo, a un Marlon asqueado y, por increíble que parezca, cómico:
una risa sorda traslucía entre sus lágrimas (la primera risa de una vida seca y
comprimida). Y pensar que por ti (moqueó dándome una triste palmada en la
espalda) no habría metido jamás las manos en el fuego. Un nuevo ataque de
náusea me llevo otra vez al baño. Me sentía débil, pequeño y vacío. Bajé la
tapa del inodoro y me senté allí sin alma ni pensamiento. Veía los brillantes
baldosines y chupaba una de las Punta 6 para el ansia y el dolor que me había
regalado Lena. Y pensé en Lenny y en su batalla perdida contra todos los males.
¿Cómo habría sido su dolor? Al diluirse esa primera pastilla chupé otra y pensé
en la primera vez que había visto a Lena y la maldije. Bajo el efecto de las
pastillas, su imagen no parecía venir de la memoria sino de un presente
paralelo, ella y todo lo vivido con ella recorría como un tren de cristal las
ciudades invisibles de mi mente. De afuera llegaba un penetrante olor a
plástico quemado. Saqué un tubito del bolsillo y lo vacié. Sobre mi mano hasta
construir un nevado. Aspiré con fuerza varias veces hasta que el nevado
desapareció, luego apoyé la cabeza en el espejo y empecé a escuchar aquel ruido
terrible que provenía de mi mandíbula. Un líquido verde subía y bajaba por las
paredes del baño y mi corazón estaba a punto de explotar. Fue entonces que
escuché la voz de Marlon llamándome, seguida de un salvaje grito de dolor;
luego, todo pareció hundirse en el silencio. Intenté llegar a la puerta, pero
la puerta pareció alejarse. Sentí los pasos y pensé que era él. La puerta se
abrió violentamente y no atiné a defenderme. El segundo impacto me abrió una
herida sobre una ceja y un tercero, en el mismo lugar, borró la angustia, el
dolor y sus pormenores.
Encuentro en Berlín de Pepe Ribas
ISBN: 978-84-233-4637-0
Lomo 1261
Presentación: Rústica con solapas
Colección: Áncora & Delfin
Ernesto Usabiaga es un
joven activista chileno, hijo de una mujer torturada, que deja el país tras un
desengaño profesional. Se instala en Berlín, la ciudad que le ofrece la
posibilidad de iniciar una nueva vida y donde descubre la historia familiar
oculta.
Allí conoce a Maksim Kazantev, un cosaco ucraniano conectado con los oligarcas y los servicios secretos, que fascina a Ernesto al mismo tiempo que le atemoriza. Esta relación pasional será el comienzo de las semanas más trepidantes, esclarecedoras y decisivas en las vidas de Ernesto y de Maksim. Quienes, además de jugarse la vida, chocan con los hilos ocultos que trenzan los gaseoductos, venas de la nueva Europa en formación.
Allí conoce a Maksim Kazantev, un cosaco ucraniano conectado con los oligarcas y los servicios secretos, que fascina a Ernesto al mismo tiempo que le atemoriza. Esta relación pasional será el comienzo de las semanas más trepidantes, esclarecedoras y decisivas en las vidas de Ernesto y de Maksim. Quienes, además de jugarse la vida, chocan con los hilos ocultos que trenzan los gaseoductos, venas de la nueva Europa en formación.
Desnudos bajo las sábanas, Maksim
lo abrazó. Iba a repetirle que bajo
ninguna circunstancia hablase con Stanislav sobre su encargo, pero decidió no
volver a hacerlo. Le susurró que a la mañana siguiente se iba a visitar a su
madre, que vivía en Uzhgorod, una pequeña ciudad de los Cárpatos, y al cabo de
un minuto se dio la vuelta y se durmió.
Ernesto no conseguía conciliar el
sueño y empezó a sudar. La última mirada de Maksim lo había transportado a otro
tiempo, cuando su padre se escaba de casa a medianoche de él, muy pequeño, lo
espiaba por la rendija de la puerta entreabierta de su habitación hasta oír el
motor del ascensor. En aquella época, el niño no podía comprender por qué sus
padres estaban siempre peleados. Durante su niñez y adolescencia sólo la abuela
Aurora le había dado verdadero cariño. Una mujer casi anciana, que no era
chilena, que había sobrevivido a una guerra mítica y lejana y que vivía en
Valparaíso.
La puerta del dormitorio estaba
entreabierta. De vez en cuando se escuchaba el motor de algún coche. Los
reflejos de los faros barrían las paredes del apartamento y el zumbido
reverberaba en la noche de una ciudad que cultiva el silencio a cualquier hora.
Con los ojos enrojecidos, Ernesto oyó la voz grave del padre revoloteando en su
interior como si fuera el estribillo de una copla siniestra, recordándole que
era su hijo y que debía dejar de condenarlo.
Sentado al borde del lecho con los
ojos de búho, empezó a emitir silbidos y a batir palmas con la esperanza de que Maksim dejara de lanzar bufidos. Nada.
De un salto se puso en pie, fue hasta el sofá de la sala y apartó la ropa que
había quedado desparramada. Se durmió al entrever, bajo los párpados, la
silueta de Villa Angol, la apacible hacienda donde vivieron sus abuelos
Usabiaga, junto al océano Pacífico. Sus balconadas, las columnas clásicas del
patio central, los arcos, la palmera, los muebles art déco y los escondrijos
del jardín permanecían parapetados en su imaginación. Él había heredado parte
de la hacienda y la casa de los guardeses. Con nostalgia, soñó que la
reconstruía con la ayuda de Maksim, el primer hombre al que había amado.
A las seis de la mañana sonó el
móvil de Maksim. Ernesto se despertó. Desde el salón se escuchaban palabras en
ruso, entre exclamaciones inquietantes provenientes del dormitorio. Sólo
entendió dos palabras: Kiev y general. Cuando colgó, Maksim fue hasta el sofá
donde Ernesto trataba de dormirse de nuevo. La luz de la mañana se colaba entre
las cortinas. Maksim, fuera de sí, lo agarró sin contemplaciones, lo puso boca
abajo y lo penetró sin condón.
—Te doy una hora para evaporarte.
Llévate todas tus cosas de esta casa. En una semana tienes que haber
desaparecido de Alemania —le gritó en cuanto se puso de pie con ojos
desorbitados.
—¿Qué?
Ernesto, perplejo, no sabía cómo
calmar a aquel hombre que de repente había enloquecido.
El saltamontes verde de Ana María
Matute
144 páginas
ISBN: 978-84-233-4629-5
Lomo 1258
Presentación: Rústica con solapas
Colección: Áncora & Delfin
"Una vez existió
un muchacho llamado Yungo. Vivía en una granja muy grande, cercana a los
bosques. La granja muy grande, cercana a los bosques. La granja estaba llena de
muchachos de todas las edades, los unos hijos de los granjeros, los otros de los
criados. A primera vista, Yungo parecía un niño como los demás, pero los
muchachos dejaban pronto de jugar con él, y las gentes no solían hablarle ni
pedirle nunca nada. Y es que Yungo no tenía voz."
Pero Yungo no era
mudo, él sabía que su voz estaba en algún sitio, sabía que alguien se la había
robado. Y un día, como por arte de magia, mientras pensaba en cómo recuperarla,
dibujó en una hoja de su cuaderno una isla muy bonita, rodeada de mar y
pájaros, y pensó: "Aquí estará escondida mi voz". Esa misma tarde, Yungo
emprendió su viaje hacia el Hermoso País en busca de las palabras, para
convertirse en un niño como los demás pero encontró algo más importante, mucho
más importante...
—Este muchacho perdió su voz.
Alguien se la robó al tercer día de nacer. En algún lugar estará, pero ¡quién
sabe cómo ir a buscarla!
Mas, aunque Yungo hubiera perdido
la voz, lo oía y comprendía todo. No era mudo, como el muchacho que acompañaba
al mendigo pidiendo limosna por los pueblos. Yungo sabía que alguien le robó la
voz, que en algún lugar estaría, quizás aguardándole. Y muchas veces soñaba con
ello.
Al principio Yungo era un muchacho
más bien alegre, pero, como siempre le dejaban solo, acabó volviéndose
abstraído y un poco huraño. A veces, en sus trajines, la granjera pasaba por su
lado y la veía sentado en un rincón, o apoyado en la pared al sol, pensativo, con
las manos en los bolsillos. Entonces la granjera le decía:
—¿Qué haces ahí, tan solo? ¡Anda a
jugar, chico, que muy pronto te obligaran a trabajar!
Yungo se alejaba y procuraba
esconderse en algún lugar apacible. Entre las varas del huerto, o allí, en el
bosque, donde nadie fuera a decirle cosas estúpidas o malavadas.
De este modo, llegó a una edad en
que los otros —los hijos de los granjeros y los hijos de los criados— dejaron
sus juegos y empezaron a ayudar en las faenas de la granja. Pero a él también le
dejaron aparte: nadie le pedía que ayudase, y más bien procuraban alejarle
cuando se les acercaba.
Le decían:
—¡Quita de ahí, chico, no te
hagamos daño!
Sólo un pie descalzo de Ana María
Matute
ISBN: 978-84-233-4630-1
Tomo 1259
Presentación: Rústica con solapas
Colección: Áncora & Delfin
"Hace muchos años,
tantos que no vale la pena contarlos, existió una niña llamada Gabriela, que
solía perder a menudo un zapato. Sólo uno, no los dos,..." Cuando lo
perdía, los mayores se enfadaban mucho con Gabriela, y ella se sentía rara y
triste, muy triste. Pero un día descubrió que algo muy especial ocurría en esos
momentos. Se abría una puerta que sólo podía cruzar quien llevara un solo
zapato, una puerta que estaba a punto de llevarla a un mundo mágico donde todo
era posible.
Algunas mañanas de domingo sus
hermanas pasaban al Cuarto de Mamá, que era una habitación donde jamás se podía
entrar sin ser llamado. Junto al dormitorio, había una especie de gabinetito,
con un tocador y un armario de espejos, que levantaban luces por todas partes.
Luces misteriosas y fugaces: de mar, de río escondido, de fuego… Los frasquitos
de cristal, con tapón de plata reluciente, que se alienaban en el tocador,
despedían aquellos destellos movibles. Aquí y allá estallaban por donde menos
se esperaba. Cada vez que se abría una puerta de espejo del armario lanzaba
pequeños rayos, de colores cambiantes, que huían por el techo, las paredes y la
ventana. Corrían por el suelo, bordeando la alfombra, y llegaban hasta la
puerta entreabierta, donde Gabriela, asomada a la rendija, miraba lo que
ocurría allí dentro. Únicamente en estas ocasiones —cuando Mamá dejaba por descuido
la puerta entreabierta—, Gabriela «asistía» —si así puede llamarse— a aquellas
reuniones, y, desde luego, sin que Mamá ni sus hermanas lo supieran. Aspiraba
con deleite el perfume que inundaba la habitación y llegaba por la rendija
hasta su nariz. Era el mismo que se percibía ciertas noches en que Mamá iba al
teatro; se acercaba a sus camitas, las besaba y rozaba el embozo de la sábana
con su largo collar de perlas. Durante mucho rato, allí quedaba el recuerdo de
su perfume.
Pero Gabriela no era admitida en el
Cuarto de Mamá, ni en los secretos de las niñas. Desde la rendija las veía
cuchichear, hacerse mimos, contarse cosas al oído, el brazo de una alrededor del cuello de la otra… Allí
dentro, las hermanas de Gabriela jugaban a «señoras», y Mamá les dejaba
probarse sus brazaletes, sus collares… Incluso, a veces, se ponían un camisón
de Mamá y fingían vestir largos y bellísimos trajes de noche. Las tres se
divertían mucho con estas cosas. Sus risas hacían bailar los pendientes en las
orejas de las niñas —unos pendientes largos, de señora— y, viéndolos, Gabriela
creía percibir un leve tintineo de cristal. Alguna vez —Gabriela no sabía si de
verdad o de mentira—, Mamá les dejaba ponerse aquel perfume (una gotita sólo)
detrás de las orejas. Hasta que Mamá, de repente, con ojos de pensar en algo
muy distante, las besaba deprisa, daba unas palmaditas en el aire y las
despedía.
¡Sí se puede! de Ada Colau y Adrià
Alemany
96 páginas
ISBN: 978-84-233-4690-5
Lomo 248
Presentación: Rústica con solapas
Colección: Imago Mundi
Esta es la historia de
cómo unos pocos, en nombre de otros muchos, pelearon durante años por abrir un
debate público sobre las condiciones abusivas de la ley hipotecaria española;
de cómo lograron poner en marcha una Iniciativa Legislativa Popular, apoyada
por un millón y medio de firmas, que, pese a encontrar muchos obstáculos, fue
admitida a trámite en febrero de 2013, tras cambiar —por primera vez en la
historia de la democracia española— la posición de la mayoría parlamentaria, y
de cómo el Tribunal de Justicia Europeo dictaminó, un mes después, que la norma
hipotecaria española contiene cláusulas abusivas, lo que permitirá, a partir de
ahora, que los jueces puedan paralizar los procesos de desahucios en marcha. Un
éxito en toda regla de quienes, desde la Plataforma de Afectados por la
Hipoteca, liderados por Ada Colau, promueven que la ley española contemple la
dación en pago retroactiva en caso de impago, la moratoria de los desahucios y
el alquiler social de las viviendas vacías que queden en manos de entidades
bancarias. Un objetivo que ahora, por primera vez, ya no parece una utopía.
Los nuevos amos del mundo (Y la
lucha de aquellos que se resisten a dejarse engullir por la globalización) de Jean Ziegler
352 páginas
ISBN: 978-84-233-4638-7
Lomo 241
Presentación: Rústica con solapas
Colección: Imago Mundi
Traductores: Eduardo Gonzalo y
Zoraida de Torres
Cada siete segundos
muere de hambre un niño menor de diez años. La mayo- ría de las veces es
víctima de un único verdugo: los señores del capital financiero globalizado que
buscan sin contemplaciones el beneficio económico. Pero ¿quiénes son en
realidad? ¿De dónde emana su poder?
En el nuevo mercado globalizado, los altos ejecutivos de las multinacionales y los especuladores bursátiles son de- predadores que acumulan dinero, destruyen la fuerza política de los Estados y devastan la naturaleza y a los seres humanos. Ziegler muestra su verdadero rostro, analiza sus discursos y denuncia sus métodos. Desentraña también las turbias maniobras de estas instituciones, desmonta la ideología que las inspira y señala sin medias tintas el papel que en su seno desempeña en la sombra el imperio norteamericano.
En el nuevo mercado globalizado, los altos ejecutivos de las multinacionales y los especuladores bursátiles son de- predadores que acumulan dinero, destruyen la fuerza política de los Estados y devastan la naturaleza y a los seres humanos. Ziegler muestra su verdadero rostro, analiza sus discursos y denuncia sus métodos. Desentraña también las turbias maniobras de estas instituciones, desmonta la ideología que las inspira y señala sin medias tintas el papel que en su seno desempeña en la sombra el imperio norteamericano.
De la bolsa a la gloria (Los
protagonistas del capitalismo popular en España) de Manuel López Torrents
224 páginas
ISBN: 978-84-233-4587-8
Lomo 237
Presentación: Rústica con solapas
Colección: Imago Mundi
César Alierta, Manuel
Pizarro, Pedro Guerrero, Ignacio Garralda, Salvador García-Atance, Francisco
González y Juan Carlos Ureta son algunos de los nombres que han capitaneado la
gran explosión económica de España de finales del siglo XX. Desde la bolsa, donde
dieron sus primeros meros pasos, han llegado a las grandes empresas y a la
política, para convertirse en protagonistas directos y en gran medida en
responsables del definitivo desarrollo económico de nuestro país.
Agentes de cambio y bolsa en los ochenta, la llegada de la moderna Ley del Mercado de Valores hizo que todos ellos decidieran crear sus propias agencias de valores, una auténtica cantera de talentos de la que salieron nuevos emprendedores que replicaron sus pasos. Pero también se nutrió de ellas la política. De hecho, con el tiempo, to- das esas sociedades —AB Asesores, Beta Capital, Renta 4, FG Valores e Ibersecurities, de las que López Torrent explica los entresijos— han demostrado ser el lugar en el que despuntaron algunos de las mentes más agudas del panorama nacional, las que ahora, en muchos casos, siguen moviendo los hilos.
Agentes de cambio y bolsa en los ochenta, la llegada de la moderna Ley del Mercado de Valores hizo que todos ellos decidieran crear sus propias agencias de valores, una auténtica cantera de talentos de la que salieron nuevos emprendedores que replicaron sus pasos. Pero también se nutrió de ellas la política. De hecho, con el tiempo, to- das esas sociedades —AB Asesores, Beta Capital, Renta 4, FG Valores e Ibersecurities, de las que López Torrent explica los entresijos— han demostrado ser el lugar en el que despuntaron algunos de las mentes más agudas del panorama nacional, las que ahora, en muchos casos, siguen moviendo los hilos.
La revolución de la fraternidad
(Libertad. igualdad... y amor solidario) de Paloma Rosado
184 páginas
ISBN: 978-84-233-4640-0
Lomo 242
Presentación: Rústica con solapas
Colección: Imago Mundi
¿Dónde ha quedado la
fraternidad en la construcción de nuestro mundo? ¿Es hoy un término en
progresivo desuso? Puede que lo sea, pero lo cierto es que, pese a todo, va a
ser la gran protagonista de los próximos años. Las últimas investigaciones
neurocientíficas van a hacerle justicia, porque en los laboratorios se ha
constatado que la fraternidad es la llave de la felicidad. De la concreta y
cotidiana, la que da sentido a la vida del ser humano. Ahora sabemos que el
bienestar individual y social se construye con la suma comunitaria y no con la
resta competitiva, que el altruismo es el camino más recto para llegar a la
felicidad, que se puede hacer crecer el amor compasivo a través de la práctica
voluntaria… En definitiva, que la revolución fraternal está en nuestras manos y
ya es imparable.
Francisco, el papa del pueblo de
Mariano de Vedia
208 páginas
ISBN: 978-84-233-4675-2
Lomo 252
Presentación: Rústica con solapas
Colección: Imago Mundi
La fumata blanca que el
13 de marzo de 2013 apareció sobre el techo de la Capilla Sixtina auguraba una
sorpresa que conmovió a la cristiandad y al mundo. El nuevo papa, que no había
entrado en las quinielas ni de los más conspicuos vaticanistas, no era
italiano, ni siquiera europeo. El sustituto de Benedicto XVI era el jesuita
argentino Jorge Bergoglio, de 76 años, que ya había sido candidato al anillo de
San Pedro justamente en el cónclave que eligió como máximo rector de la Iglesia
Católica al teólogo alemán Joseph Ratzinger. El cardenal Bergoglio, ahora el
papa Francisco, primer pontífice latinoamericano, ha desatado una ola de
profunda simpatía con sus primeras comparecencias, refractarias al protocolo
intocable a que nos tenía acostumbrados el Vaticano, y ha abierto una
expectativa de cambio y regeneración en la Iglesia que muchos estaban
esperando. Pero, más allá de estos gestos y de este nuevo estilo abierto,
¿quién es Jorge Bergoglio?, ¿cuál es su verdadera historia?, ¿cuáles son los
hitos de su dilatada hoja de servicios a la Iglesia?, ¿fue o no fue adecuada su
actuación frente a la cruel dictadura argentina?, ¿cómo y por qué un argentino
y jesuita ha logrado ocupar la silla de Pedro, por primera vez en 2.000 años?,
¿cuáles son sus planes para la Iglesia del siglo XXI? Estas y otras cuestiones
pondrá en claro el autor de esta primera gran biografía de Francisco, el papa
del pueblo.
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