Borís
Sávinkov
El
caballo negro
11
de diciembre
«La
sal es buena, pero si se vuelve insípida, ¿con qué puede recuperar su sabor? Tened
sal en vuestro interior.» Así está escrito en el Evangelio según San Lucas. Sal
tenemos para dar y tomar. Sal fuerte, salada.
También tienen de sobra ellos, nuestros acérrimos enemigos. Todos deseamos un sofá mullido, habitaciones limpias y una vida equilibrada: somos tan bandoleros como ellos. Ya lo he dicho: estamos hechos de la misma pasta. De acuerdo. Pero me pregunto qué es mejor: ¿una vida próspera, es decir, vil en esencia, o nuestra pecaminosidad?¿Quién está más próximo a la verdad, San Casiano o San Nicolás? Casiano viste casulla, es piadoso, se le representa orando. Nicolás va en harapos, sucio y ensangrentado. Pero San Nicolás se celebra nueve veces al año. ¿Cómo sabemos lo que es verdad? ¿Acaso se nos ha dado saber? «Miré, y vi un caballo negro y él un jinete. El que lo montaba tenía una balanza en la mano.» Fedia, en la cocina, corteja a nuestra friegaplatos. Es vieja y gorda, pero Fedia no es demasiado exigente. Hoy se ha arreglado, se ha untado el cabello con aceite y se ha lavado la cara con «crema de abedul», «para acicalarse», según dice. Rasga con aire lánguido las cuerdas de la guitarra, mientras que a la friegaplatos se le escapan risitas agudas. El alma de Fedia está serena.
También tienen de sobra ellos, nuestros acérrimos enemigos. Todos deseamos un sofá mullido, habitaciones limpias y una vida equilibrada: somos tan bandoleros como ellos. Ya lo he dicho: estamos hechos de la misma pasta. De acuerdo. Pero me pregunto qué es mejor: ¿una vida próspera, es decir, vil en esencia, o nuestra pecaminosidad?¿Quién está más próximo a la verdad, San Casiano o San Nicolás? Casiano viste casulla, es piadoso, se le representa orando. Nicolás va en harapos, sucio y ensangrentado. Pero San Nicolás se celebra nueve veces al año. ¿Cómo sabemos lo que es verdad? ¿Acaso se nos ha dado saber? «Miré, y vi un caballo negro y él un jinete. El que lo montaba tenía una balanza en la mano.» Fedia, en la cocina, corteja a nuestra friegaplatos. Es vieja y gorda, pero Fedia no es demasiado exigente. Hoy se ha arreglado, se ha untado el cabello con aceite y se ha lavado la cara con «crema de abedul», «para acicalarse», según dice. Rasga con aire lánguido las cuerdas de la guitarra, mientras que a la friegaplatos se le escapan risitas agudas. El alma de Fedia está serena.
No hay comentarios:
Publicar un comentario