Antonio
o Ruso como le llaman por el color de su pelo, es un chico que crece en un
pequeño pueblo en La Baña, un pequeño y humilde pueblo en el que tratan
sobrevivir a duras penas por lo que se ve obligado a robar para tener algo que
llevarse a la boca él y su madre. Esta novela trata de su vida, de su
crecimiento, de la vida en aquellos horribles y duros tiempos en los que
gobernaba Franco.
A
lo largo del libro descubriremos sus experiencias, sus horribles vivencias y
del mismo modo sabremos de las alegrías como cuando conoce por primera vez a
una dulce muchacha o el primer trozo de carne cocinada. En sus andanzas por el
norte seremos testigos de la violencia, del hambre, de la pobreza pero también
de la bondad, del coraje por llegar a vivir un día más.
Pinilla
narra de forma sencilla una historia muy dura, emotiva y siempre realista de
aquellos años en los que comer un trozo de pan, o un vaso de leche era casi
imposible para aquellos olvidados, que cargan con mala fama a sus espaldas
obligándoles a robar para tener algo que comer. En la novela, Ramiro nos
descubre una historia basada en hechos reales desgarradora, cargada de
emotividad, narrada en primera persona todo tipo de sucesos que, en aquellos
años, eran la rutina del día a día. Su protagonista nos enternece o nos
emociona cuando explica su historia a lo largo de la novela y sus horribles circunstancias.
Conforme vamos avanzando en la historia de Antonio B. descubrimos que su
historia es la crueldad y el maltrato, y que se ve obligado a robar por no
poder trabajar, por ser marginado en su propia tierra natal. En definitiva, la
novela es una visión de la realidad de aquellos que no tenían con que vivir,
comer y dormir y vagaban entre cárceles y penales, delinquiendo para
sobrevivir, narrada en una emotiva primera persona, una desgarradora, emotiva y
cruel de la sociedad de aquellos años y, a la vez, un relato esperanzador.
Recomendado
para aquellos que quieran descubrir la crueldad de aquellos años, también para
los que les gustan las historias que expliquen a fondo el pasado a través de
los ojos de alguien que estuvo allí. Y por último para aquellos que quieran
descubrir una novela de crecimiento en un ambiente en el que, como a su
protagonista, margina y denigra por el hecho de ser diferente.
Extractos:
—Soy un ladrón. Robo desde que
tenía cinco años. Los guardias me cogen y me pegan para que no robe más. Madre
está cansada de mí, porque también le pegan a ella para que les diga donde me
escondo. Robo en los campos y en las cuadras y por las noches abro las puertas
de las cantinas con un hierro y me llevo cuanto puedo cargar. Vayan ustedes a
La baña y les dirán la fama que tengo. Cuando me conocieron, venía de estar
ocho meses en la cárcel de Sevilla por robar corderos.
Las lágrimas caen por mis mejillas
y cierro los ojos porque estoy avergonzado.
—¿Nos has robado algo a nosotros? —dice
Néstor.
—No.
—¿Sabes por qué? Pues porque en
esta casa no tienes hambre. A ti te ha enseñado a robar el hambre. ¡Todo el
mundo roba, Antonio! ¿No los sabías? ¡Yo también robo por las noches!¡Robo por
la cara, que es más cobarde¡ ¿No has visto cómo vendo la comida del camión a
toda esa gente que puede pagarla?¡Esto es robar, porque cobro precios abusivos!
Y los que no tienen dinero, ¡que se mueran de hambre! Cualquier día los pobres
asaltarán mi casa y me parecerá bien, porque tienen hambre. Pero, antes que
ellos, yo he sido ladrón, Antonio.
Nos quedamos en silencio. Me
avergüenza abrir los ojos por haber obligado a Néstor a decir aquellas cosas.
Jamás nadie me había defendido así. Oigo a Eugenia sollozar por lo bajo.
—Tu misma confesión, Antonio, nos
indica la clase de corazón honrado que llevas dentro —dice Néstor.
Echo a andar y tardo dos días en
volver a La Baña. Al pasar por Truchas he andado escondiéndome para no ser
visto por Néstor o su mujer. Salí de sus manos vestido como un marqués y ahora
me verían con esta pinta. Si madre hubiera querido, yo estaría viviendo con
ellos como un rey.
Es invierno y nieva. Entro en mi
pueblo de noche y voy derecho a la cantina de Eulalia. La nieve me abrasa los
pies descalzaos y ya ni siquiera me
preocupo de taparme el pecho con los jirones de la camisa. Además de comida,
necesito una manta para no pasar tanto frío en la cueva. Abro la puerta tan
fácilmente como si fuera la mía. Cojo
una manta y al saco. Entonces oigo voces, las de los guardias. Siempre suenan
igual, aunque se marchen unos y vengan otros: «Anda por aquí… Lo tenemos
cercado…». ¿Cuándo me han visto? Hay que escapar de la cantina. Fuera, se
alejan los pasos. Salgo y corro con mi manta. Veo bultos de guardias por
delante. ¡Y por detrás! Abro una ventana y me tiro de cabeza. Cuando mis ojos
se acostumbran a la oscuridad, veo que es la cuadra de Cayetano. El Ruso se
conoce muy bien todas las cuadras de La Baña. Busco el montón de pajas y me
entierro en ellas, con manta y todo. Durante un gran rato no pasa nada. Bueno,
saldré antes de que amanezca, para coger pan y tocino donde Eulalia y subir a…
¡Aquí están los pasos otra vez! Llaman a la puerta de arriba. La voz de
Cayetano. Bajan todos a la puerta de la cuadra. Los guardias dicen que el Ruso
tiene que estar aquí dentro y Cayetano dice que no ha oído nada, pero si me
encuentra me destripa. Revuelven la cuadra, alborotando gallinas y conejos, y
yo me hago un ovillo en el fondo de las pajas «Deme usted unas guinchas», oigo
decir a un guardia y también cómo Cayetano le da el tenedor de puntas de
hierro. Contengo el aliento. Sí, las guinchas se hunden en las pajas una y otra
vez y de milagro no me ensarta. Muevo el culo y las piernas, esquivando los
pinchos, y ahora también tengo que hundir el pecho para que sólo me raspen la
piel.
Editorial: Tusquets Editores
Autor: Ramiro PinillaPáginas: 640
Precio: 23,08 euros
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