Carlos
Laredo
El
rompecabezas del cabo Holmes
El
domingo a mediodía, estaba sentado en la terraza de un bar del puerto tomándose
una clara y echando un vistazo a El País Semanal. Al pasar una página de la
revista, le llamó la atención una publicidad de perfumes y se fijó en la cara
de la modelo del anuncio.
Se diría que a la chica estaba a punto de venirle en cualquier momento, a juzgar por el gesto de placer con el que simulaba aspirar los efluvios del frasquito de colonia, que sujetaba con manos inmateriales. ¡Aquella cara! Estaba muy maquillada y su rostro había sido retocado con técnicas que borraban completamente de la piel cualquier indicio de sombras, imperfecciones, arrugas, pelitos, etcétera. Era como de porcelana, pero se parecía mucho a Nadine Dubois. ¿Sería ella?
Se diría que a la chica estaba a punto de venirle en cualquier momento, a juzgar por el gesto de placer con el que simulaba aspirar los efluvios del frasquito de colonia, que sujetaba con manos inmateriales. ¡Aquella cara! Estaba muy maquillada y su rostro había sido retocado con técnicas que borraban completamente de la piel cualquier indicio de sombras, imperfecciones, arrugas, pelitos, etcétera. Era como de porcelana, pero se parecía mucho a Nadine Dubois. ¿Sería ella?
Todos
sus esquemas mentales cambiaron súbitamente. Prioridad absoluta: averiguar si
lo era.
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