miércoles, 26 de marzo de 2014

Puente de Vauxhall de Javier Sebastián



Loretta María Semposki, una monja con una memoria privilegiada se presta voluntaria para participar en un experimento sobre las grandes memorias del mundo, tras un biombo una mujer de la que desconoce la identidad se encargará de atestiguar toda la información. 
Años después del acontecimiento han sido robado dos de los seis cuadernos conservados con la narración de la hermana y la protagonista de la novela será la encargada de tratar de recoger de nuevo la información robada, el coronel Dolado, de los servicios secretos, sospecha de una agente de otro departamento y quiere saber lo que ha descubierto hasta el momento. La hermana Loretta María era amiga y consejera de la princesa Diana y sus narraciones podrían dar luz sobre los oscuros misterios que rodean a la muerte de Diana.

El último día de agosto de 1997, día del accidente, se dieron muchas circunstancias inexplicadas: el Mercedes donde viajaban la princesa Diana Y Dodi había sido robado hacía una semana y nadie lo revisó antes de hacer el servicio, los radares estaban apagados esa noche a lo largo del trayecto, el chófer Henri Paul llevaba el equivalente a ocho vasos de whisky pero no se le ve tambalearse en las imágenes previas de las cámaras de seguridad del Ritz, además tenía un fajo de billetes en el bolsillo, The Sun publicó una anotación manuscrita de la princesa Diana en la que anunciaba que la iban a matar en un accidente de automóvil, tras el choque en el puente d’Alma tardaron mucho en llevar a la princesa Diana al hospital, el embalsamamiento fue absolutamente irregular y prematuro. Y, naturalmente, había un móvil.

Javier Sebastián ha logrado que entremos juntos con los personajes de la novela en el juego de engaños en el que se desenvuelve la novela, los cuales son constantes y sucesivos. En el libro la hermana Loretta nos descubre la vida personal de la princesa Diana de Gales, desde los dulces que la gustaba tomar hasta las costumbres del día a día como jugar con sus hijos, desvelándonos la parte humana y sencilla en el palacio de Kensington. En el libro también descubrimos como el MI6 va tras la pista de aquello que oculta la hermana en lo más profundo de su mente y de aquel que sustrajo tan importante información todo ello a través de Dolado y su ambigua situación frente a todo. En definitiva una novela que, de forma original y cíclica nos descubre una historia en el que la ficción y la realidad se entretejen para conseguir un original thriller, de espías que no saben que lo son como son una monja de un colegio en Shaftesbury, que además acaba en clausura, y una alumna suya de 15 años amante de la repostería y por último la narradora que sin saberlo, son utilizadas como espías, de secretos peligrosos que salen a la luz y de descubrimientos acerca de la princesa Diana de Gales.

Recomendado para los amantes del thriller y el suspense en esta novela se da una vuelta de tuerca al género, también para aquellos que quieran saber más sobre Diana de Gales y sus costumbres en el palacio, además de sus quehaceres diarios y sus gustos. Y por último para aquellos que quieran descubrir que la memoria y el olvido no siempre dan la felicidad.

Extractos:

La princesa Diana vuelve de un sueño frondoso y lleno de acontecimientos, como sucede en las novelas románticas de Barbara Cartland, madre de la segunda esposa del octavo conde de Spencer.
Abre los ojos y ve que está amaneciendo. Tiene las mejillas calientes, igual es fiebre. En la mesilla hay un botellín de agua Malvern. Se sube el embozo de la sábana, adora la pereza. Y, como no hay prisa, vuelve a cerrar los ojos. Semejante lluvia. Anoche pusieron un especial de Navidad de El príncipe de Bel Air. Cómo se reían Guillermo y Harry. Duerme, duerme, se dice. O muere dulcemente y sin que nadie se entere. Y entonces todo se pasa. Le tira un elástico del pijama y cambia de postura. Encoge las piernas, se hace un ovillo. Mueve los dedos de los pies como para saber si los tiene todos. Solo asoma la nariz por el embozo para respirar. Y se está bien entre las sábanas, están bordadas con unas flores blancas, le dijeron que las lavan con agua de lavanda. Se vuelve hacia el otro lado, cada cambio de postura mejora la posición anterior y parece que vuelve el sueño para llevársela. Da un bostezo, agua de lavanda, sí, huele un poco. Se incorpora, mira el reloj de la mesilla. Hincha los pulmones, contiene el aire y al final da un suspiro. Se está tan caliente en la cama. Balance de todas las mañanas. Hoy nada, ningún plan. Pasará el día en pijama, verá el episodio de Brookside en la televisión. Su mayordomo privado, Peter Campbell, le propuso anoche una sesión de gimnasio, pero es todo tan agotador. Se deja caer otra vez en la cama, durmamos un poco más. Se da la vuelta y queda de espaldas, con la pierna derecha un poco doblada. Se ajusta las sábanas a los costados, así es como si la abrazaran. Mete las manos bajo la almohada. Con los ojos cerrados, se retira el pelo de la cara, que le molesta. Cambiaron el colchón hace unas semanas y aún no se acostumbra a su dureza. Sin embargo, los prefiere así. Colchones firmes. Le pica una oreja, pero no tiene fuerzas para rascarse, hasta que se le pasa. Bueno, es la hora, se acabó. Va a contar hasta tres, pero en seguida ve que no será necesario. Y retira la colcha con una sacudida. Se sienta en la cama. Pone los pies en el suelo, se los mira. En efecto, los dedos están todos. Los de las manos, también. Pero, abatida todavía por el sueño, se deja caer hacía atrás, le gusta el ruido de su espalda cayendo sobre las sábanas. Abre los brazos, como si no supiera explicarse mejor. Amada pereza. O es fiebre. Y vuelve a ataparse con la colcha hasta la nariz, no saldría de la cama y no necesita hacerlo, nadie la espera, y en los campos de Highgrove House seguramente lloverá todo el día. Le gusta estar en la cama. Otra vez le tira un elástico del pantalón, así que se lo baja, saca una pierna, después la otra, y lo lanza fuera de la cama. Alarga la mano hasta la mesilla y tantea hasta dar con el mando del televisor.

No veo qué inconveniente hay en que se lo cuente todo, dijo la hermana Loretta María al oír mis pasos de nuevo junto al biombo. Y ese todo empieza con que Fabiola tenía una cualidad que no le dejaba ser como los demás y que la hacía perfecta para nuestros propósitos.
Si le parece, lo llamaremos candor.
Era como la diana que conocí en el internado de West Heath, donde una tarde me dijo: Para mi familia yo soy la tonta, el que vale es mi hermano. Qué se le a hacer.
Las dos convivían con su tristeza sin quejarse, en eso se parecían tanto.
Fabiola había llegado de Londres con el curso empezado. Se comentó que era por la muerte de su padre y que igual la distancia le ayudaba a recuperar la alegría. Berthe Fountaine fue su mejor amiga, pero enfermó y tuvo que seguir los estudios en una clínica.
Hablaba a menudo de sus gustos. De la repostería, de sus grupos musicales favoritos. Y, como tantas otras niñas, estaba enamorada del príncipe Guillermo.
Una mañana, al salir de la capilla, cogí a Fabiola y la aparté de las demás. Su amiga Berthe se quedó esperándola junto a la escalera, allí estaba de brazos cruzados Berthe Fountaine, en la clase de antes había explicado la fonética, y qué bien la entendíamos todas. Mandé a Berthe que subiera a los dormitorios, porque iba a entretenerme un poco con Fabiola.
Me gustaría que conociera a una chica, le dije en cuanto estuvimos a solas. Algo más mayor, sí, aunque tampoco creas. De Pakistán. Y es incapaz de decir no a una onza de chocolate, lo mismo que tú.
Fabiola no se inmutó. Abrazaba un tomo de la colección Clásicos del Mundo contra el pecho y llevaba una diadema de margaritas en el pelo. Fuimos andando muy despacio por el corredor de las misiones, mirábamos el suelo como contando las baldosas. De hecho, yo creo que las contaba.

Editorial: Destino 
Autor: Javier Sebastián
Páginas:  232
Precio: 16,90 euros

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