lunes, 18 de noviembre de 2013

Los años de peregrinación del chico sin color de Haruki Murakami



Tsukuru Tazaki es un arquitecto especializado en la construcción de estaciones de treinta y seis años que, un día, su grupo de amigos deciden dejar de comunicarse con él provocándole unos traumas por la inexplicable actitud de ellos, es ahí donde comienza la peregrinación del chico sin color que, con la ayuda de Sara, que tratará de tras unos años sin hablar con sus antiguos amigos, le ayudará a encontrarlos para volver a hablar sobre el porqué de su precipitado e inexplicable abandono.

Los primeros ideogramas de cada apellido: (Kei Akamatsu) aka, (Yoshio Oumi) ao, (Yuzuki Shirane) shiro y (Eri Kurono Haatainen) kuro, respectivamente, significan «rojo», «azul», «blanco» y «negro», estos representan de alguna forma la manera de ser de cada uno de ellos. También a lo largo de la historia nos contará su pasado en la universidad y los amigos que hizo en aquel momento además de la pareja que tuvo, como el misterioso Mister Grey.

Murakami nos narra una fábula para adultos, un cuento que nos transporta a lo más profundo del protagonista de la novela y de la misma forma, dentro del lector, moviendo todo tipo de sentimientos como la soledad o la incomprensión frente a sus amigos. En la novela se describe la historia del protagonista desde el presente añadiendo, para conocer el pasado de Tsukuru, con flashbacks que se dan cuando son necesarios en la narración. Las sensaciones de su protagonista están descritas al detalle, sobre todo cuando escucha la canción clave “Los años de peregrinación” de Liszt, en concreto Le mal du pays, o cuando toca un objeto. En definitiva una novela que es del mismo modo un camino sobre la búsqueda de la verdad, también de la capacidad del ser humano por tratar de encontrar su sitio en este inmenso mundo a través de un peregrinaje, todo ello con una narración lenta, hipnótica y cargada de sentimiento y emoción, también es capaz de trasmitir una sensación a lo largo de sus páginas pues, al dejarse llevar por ellas descubrimos la triste verdad que ocultan a su protagonista. Una novela melancólica y sutil cargada de bellos paisajes, además, de ser un viaje metafórico y físico para su protagonista y su reconciliación con su pasado. 

Recomendado para aquellos que quieran sentir la capacidad del autor nipón por dejarnos llevar por un camino que, lentamente, profundiza en la vida y los sentimientos de su protagonista, también para aquellos que quieran descubrir que le ocurre a Tsukuru en su viaje introspectivo hacia el descubrimiento sobre su misterioso pasado, oculto por sus amigos, y por último para aquellos quieran volver a la narrativa de Murakami la cual trasmite serenidad, todo ello con una trama interesante con un asesinato sin resolver incluido entre sus páginas.

Extractos:

Durante ese casi medio año en que deambuló por el umbral de la muerte, Tsukuru perdió siete kilos. Era natural, dado que comía poco y mal. Desde pequeño había sido más bien de facciones redondas, pero ahora estaba demacrado. Tenía que apretarse tanto el cinturón para que los pantalones no se le cayeran que tuvo que comprarse varios de una talla más pequeña. Al desnudarse, las costillas se le marcaban tanto que parecían una jaula barata para pájaros. Su salud empeoraba a ojos vistas y caminaba con los hombros caídos. Las piernas, largas y descarnadas, parecían las patas de un ave acuática. Era el cuerpo de un anciano. Eso pensó cuando, por primera vez en mucho tiempo, se miró desnudo en el espejo. El cuerpo de un moribundo.
«Parece que estoy al borde de la muerte, pero no puedo hacer nada», se dijo mientras se contemplaba. «Porque realmente, en cierto sentido, lo estoy. Porque he vivido aferrándome trabajosamente a este mundo, y ahora, a la menor ráfaga de viento, igual que una muda de insecto que cuelga de la rama de un árbol, podría salir volando y perderme para siempre.» Y aquello, el hecho de que pareciera al borde de la muerte, le afligió profundamente. Y contempló sin descanso su cuerpo desnudo reflejado en el espejo. Como quien no puede apartar la vista de las imágenes del telediario que ilustran la tragedia que vive una región lejana afectada por un gran terremoto o una espantosa inundación.
«Quizá ya he muerto de verdad», se dijo de pronto Tsukuru, y sintió como si algo lo hubiera golpeado. El joven Tsukuru Tazaki murió cuando sus amigos negaron su existencia el verano del año anterior. Aunque lo superfluo de esa existencia logró, a duras penas, conservarse, durante casi medio año se produjo una gran transformación. Cambiaron su constitución y su rostro, como también cambiaron los ojos con los que miraba el mundo. Tenía una percepción distinta del viento al soplar, del ruido del agua al correr, de la luz que se cuela entre las nubes, de las tonalidades de las flores de temporada. Era como si todo se hubiera deshecho y se hubiera reconstruido de nuevo. «Este que está aquí, este que se refleja en el espejo, se parece a Tsukuru Tazaki, pero en realidad no es él. Es un simple recipiente cuyo contenido ha sido reemplazado y que por conveniencia seguirá llamándose Tsukuru Tazaki.» Porque, en principio, no había otra forma de llamarlo.

Tsukuru recordó que su padre siempre iba en grandes Mercedes-Benz. Cada tres años lo cambiaba por uno nuevo. De hecho, aunque su padre no lo pidiese, cada tres años el dueño del concesionario iba a verlo y le cambiaba el automóvil por un nuevo modelo. Siempre estaban relucientes, sin un solo rasguño. Su padre nunca había conducido. Tenía chófer. Las lunas estaban tintadas de gris oscuro, de manera que no se veía el interior. Los tapacubos resplandecían como monedas de plata recién acuñadas. Las puertas, al cerrarse, hacían el mismo ruido que una sólida cámara blindada, y el interior del vehículo quedaba totalmente resguardado. Cuando uno viajaba en los asientos traseros, tenía la impresión de que estaba aislado del revuelo del mundo exterior. De niño, a Tsukuru no le gustaba ir en aquel coche. Era demasiado silencioso. A él le gustaban el alboroto de las estaciones y los trenes atestados de gente.
—Cuando acabó la universidad, trabajó en un concesionario de Toyota con igual éxito de ventas, y en 2005, cuando Toyota lanzó la marca Lexus en Japón, lo llamaron y se pasó a la nueva empresa. ¡Adiós, Corolla! ¡Hola, Lexus! —exclamó Sara, y volvió a mirar de reojo la manicura de la mano izquierda—. Así pues, no te será muy difícil hablar con él. Basta con que vayas al concesionario.
—Ya veo —dijo Tsukuru.
Sara abrió otra fotocopia.
—La vida de Aka, Kei Akamatsu, en cambio, ha sufrido una constante metamorfosis. Se graduó con excelentes notas en la Facultad de Económicas de la Universidad de Nagoya y tuvo la suerte de entrar a trabajar en un gran banco. Un megabanco, por así llamarlo. Sin embargo, por algún motivo, al cabo de tres años lo dejó y entró en una financiera de tamaño mediano. El capital de la empresa era de Nagoya y, para resumir, se dedicaba a la concesión de préstamos sin garantía y tasas de interés muy altas. Tenían fama de ser un poco agresivos. En un cambio de rumbo inesperado, dos años después se marchó también de esa empresa y, tras conseguir fondos, montó su propio negocio, una mezcla de escuela de desarrollo personal y centro de formación empresarial. Creative business seminar, lo llama él. Ha cosechado un éxito sorprendente, las oficinas están en un rascacielos en el centro de Nagoya y tiene muchos empleados. Si quieres saber más, puedes consultar su página web. La empresa se llama Beyond. ¿No te suena un poco New Age?
 —¿Seminario creativo de negocios?

Editorial: Tusquets Editores
Autor: Haruki Murakam
Páginas:  320
Precio: 19,95 euros

Book trailer:




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