miércoles, 7 de noviembre de 2012

Novedades, noviembre de 2012: Tusquets Editores



Liquidación final de Petros Márkaris

POLICIACOS (F). Otros
Noviembre 2012
Andanzas CA - 650/7
ISBN: 978-84-8383-444-2
País edición: España
352 pág.
18,27 € (IVA no incluido)

Mientras los griegos ricos se las ingenian para no pagar impuestos, los griegos empobrecidos por la crisis sólo pueden indignarse ante el escandaloso fraude fiscal o desesperarse ante el empeoramiento de la situación. Sin embargo, un hombre ha decidido pasar a la acción y tomarse la justicia por su mano. Con cartas de amenaza y armas anticuadas, se dispone a ajustar cuentas. Entretanto, en la Atenas al borde de la quiebra, todo está patas arriba, excepto el Departamento de Homicidios. No hay crímenes, sólo rutina y burocracia. Cuando encuentran el cadáver de la primera víctima que se cobra ese peculiar justiciero, el comisario Kostas Jaritos casi siente alivio. Su jefe le ha hablado de un posible ascenso, pero de momento le han recortado el sueldo y su hija Katerina piensa en emigrar porque no encuentra trabajo. Y él tiene que atrapar a un asesino que realiza una obra «providencial», aplaudida por muchos ciudadanos.


—¿Qué pasa, compañero? —pregunta Kula a una de las víctimas uniformadas que están de servicio detrás del precinto rojo.
—Es una manifestación organizada por los sindicatos —contesta el agente con aspereza.
—¿La avenida Alexandras está abierta al tráfico?
—No, pero no vayáis por la calle Marni, no se sabe qué podéis encontraros entre la Politécnica y la sede de la Confederación General de Trabajadores. Mejor tomad por Evelpidon.
—Como ves, no todo el mundo ha tirado la toalla —comento.
—Hay quienes agachan la cabeza y hay quienes abren cabezas ajenas. Lo que queda por ver es cuándo nos daremos todos cabezadas contra la pared —contesta Kula con frialdad.
Sigo el consejo del agente, pero tomo por Guisi para llegar a la avenida Alexandras. Sólo tardamos cinco minutos en llegar a Jefatura. Kula sube a su despacho mientras yo paso por la cantina para recoger mi café.
«El ocio es la madre de todos los vicios», como diría Adrianí. Desde hace un mes, el único caso que nos ha surgido en la brigada de Homicidios es el suicidio de estas cuatro mujeres. En cambio, los demás departamentos no dan abasto. Entre las manifestaciones y los agitadores, y las batallas campales que han estallado entre los emigrantes en San Pantaleón y los grupos de indignados que se concentran ante las residencias privadas de los políticos para abuchearles, no tienen ni un minuto de respiro. Los asesinatos han sido aparcados: han cambiado las prioridades.
En casa impera la misma calma. Katerina, que ya ha terminado las prácticas, lleva casos relacionados con la regularización de emigrantes ilegales. No da precisamente saltos de alegría, porque conceden las naturalizaciones con cuentagotas y también porque su trabajo raras veces implica ir a juzgados y se parece más a la labor de los viejos oficiales de reclamaciones que plantaban sus mesas junto a la entrada del ayuntamiento. El resto de la familia, con Fanis a la cabeza, le suministramos las habituales píldoras de ánimo, del estilo: «Es una manera de empezar, hija mía», «Menos da una piedra», pero a Katerina no se la ve muy convencida.

Nombre de perro de Élmer Mendoza

POLICIACOS (F). Otros
Noviembre 2012
Andanzas CA - 793
ISBN: 978-84-8383-443-5
País edición: España
216 pág.
16,35 € (IVA no incluido)

Tras resolver los complicados casos narrados en Balas de plata y La prueba del ácido, el detective Edgar «el Zurdo» Mendieta tendrá que sumergirse de nuevo en las redes del narcotráfico para ayudar ni más ni menos que a Samantha Valdés, jefa del Cártel del Pacífico. Y es que Valdés ha recibido un duro golpe: durante una reunión con otros jefes del narco para pactar una tregua que le siguiera el juego al Estado, han asesinado a su amante. Ahora busca venganza. Mendieta acepta ayudarla, sin imaginarse la maraña de sospechosos que lo conducirá a espacios de poder con los que ni siquiera había soñado. Mientras tanto, encontrará tiempo para investigar el asesinato de un dentista, enfrentar una acusación por tortura, «convivir» con su hijo Jason y reencontrarse con la madre de este, Susana Luján, a quien ha seguido desde Los Ángeles un marine que la pretende y con quien el Zurdo saldará cuentas. Acompañado de Gris Toledo, su leal y cada vez más perspicaz ayudante, el Zurdo deberá infiltrase en lo más hondo y oscuro de la «guerra contra el narco», sus figuras, sus traiciones y sus pactos.


Odiaba irse a la cama sin beber porque se quedaba dormido hasta tarde. Hey, Zurdo, no te hagas el que la virgen te habla, me urge acción, recuerda que sin mí simplemente no eres nadie. Ya pinche cuerpo, no estés chingando. ¿Por qué no, acaso no tengo derecho? ¿Quieres que te besen, te apapachen, te deslechen, verdad cabrón? Pa qué te digo que no si sí, quiero ver unas patas abiertas y ñaca, a como te tiente. Pinche degenerado. Bien que te gusta, no te hagas. Estás enfermo. Golpes en la puerta de la recámara y la voz de Ger lo despabilaron. Zurdo, levántese, ¿qué hace en la cama a esta hora? Arriba, tiene visita, vio el reloj. Es muy temprano. Cuál temprano, son las nueve y a esta hora usted nunca está aquí, ¿se emborrachó? Ojalá. Entonces aliviánese, no es hora de que un hombre esté acostado. Se oía lejos Blanca Navidad. ¿A qué hora crees que se levantan tus venerados roqueros? No ponga pretextos y apúrese; estamos en la sala. Se puso el pantalón. ¿Y ahora? Les he dicho a estos zánganos que no me busquen en casa, una playera negra. También a Gris, las botas David Toscana igualmente negras. Qué hueva, tengo que comprar whisky si no terminaré convertido en oso polar; además es diciembre y en esta ciudad, que sólo tiene verano, es época de la otra estación: la del ferrocarril. En el extremo del pasillo esperaba Ger: tenía otra cara, algo festivo la iluminaba. Seguro cree que al fin me convenció de poner árbol de Navidad, quizás hasta ya lo compró y quiere que lo vea. Su Nescafé está listo, señor. Mmm, algo trae.
En la sala lo esperaba Jason Mendieta que con gran habilidad mensajeaba por su celular y al verlo se puso de pie. El Zurdo de inmediato supo de quién se trataba y se paralizó. Valiendo madre. Espejito, espejito. Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, pensó, y tragó saliva. Qué carácter el de Susana que pugnaba por ser algo más que un cuerpo aunque todos la buscáramos por eso. Hola, soy Jason. Y yo Edgar, qué onda. Saludo de mano. Ambas recias, ambas nerviosas, húmedas. Misma estatura, mismos rasgos, misma sonrisa. El Zurdo con el pelo un poco largo y alborotado, Jason peinado como asterisco. Pinche Enrique, tenía razón. ¿Cómo estás? Bien. Se sentaron. El chico tenía un licuado de papaya a la mitad y Ger puso el Nescafé en la mesa de centro, cerca del Zurdo, al lado de unos santocloses panzones. Jason mensajeó rápidamente. Y tu mamá, ¿cómo está? Encantada, no para de hablar con mi abuela, se están poniendo al día. ¿Cuánto hacía que no venía? Cuatro años, mi abuela fue tres veces pero ya no puede viajar. ¿Conocías Culiacán? Cada año pasábamos vacaciones aquí, hasta que mi mamá puso una taquería en Santa Mónica y se esclavizó; te traje esto, le alargó una pequeña caja con moño navideño. Mi tío Enrique dice que te gusta. Eran los cedés del Bob Dylan’s 30th Anniversary Concert. Órale, qué buen detalle. ¿Quieren desayunar de una vez? Espero que no los tengas. No, y muchas gracias. Señora ya desayuné. Para mí con el café es suficiente. Nada, Zurdo, no crea que porque está el joven aquí usted no se va a alimentar como es debido: ahorita le preparo un omelet de queso de cabra con rajas y cebolla, y a ti te hago otro licuado. Con este es suficiente, señora, gracias. El Zurdo continuaba bloqueado, el chico mensajeó de nuevo. ¿Realmente los hijos se parecen tanto a los padres? Qué hueva, deberían parecerse al lechero.

Libro de ausencias de Antoni Marí

NARRATIVA (F). Novela
Noviembre 2012
Andanzas CA - 793
ISBN: 978-84-8383-445-9
País edición: España
224 pág.
16,35 € (IVA no incluido)

La muerte de un amigo, una exposición y la lectura de un libro se confabulan para suscitar en el narrador el hallazgo de una expresión perdida: «estado de ausencia». Embarcado en la búsqueda del secreto que se oculta tras esa expresión, y para descubrir todos sus posibles sentidos, el narrador interpela a protagonistas de novelas, a testimonios de escritores y pintores, a estados de ánimo provocados por ciertas piezas de música. Hasta que se le revela una sucesión de ideas y de imágenes que envuelven el recorrido vital del propio narrador. Porque siguiendo los indicios que esa expresión deja en autores como Ernst Jünger, Baudelaire, Proust, Llull o Samuel Beckett, el narrador identifica una cualidad viva y desconcertante. Un don que lo transforma todo en una realidad que desborda la lógica de la certeza y la verosimilitud.


1Q84. Libro 3 (MAXI) de Haruki Murakami

NARRATIVA (F). Novela
Noviembre 2012
MAXI MAXI 003/11
ISBN: 978-84-8383-620-0
País edición: España
528 pág.
9,57 € (IVA no incluido)

A las voces de Aomame –la enigmática instructora de gimnasia y asesina– y de Tengo –el profesor de matemáticas y escritor–, se suma, en este tercer volumen de la novela 1Q84, la de un nuevo personaje, un detective llamado Ushikawa. Su última misión, encargada por Vanguardia, el misterioso culto religioso, consistió en comprobar si Aomame era digna de confianza para trabajar para el líder. Ushikawa dio el visto bueno a la joven, pero ésta los traicionó a todos, cometió un nuevo asesinato y luego desapareció. Si el detective no logra encontrarla, la venganza de la secta se abatirá sobre él. Entretanto, Aomame y Tengo, cada uno a su modo, siguen deseándose en la ausencia, buscándose –en el más puro estilo de Murakami– casi sin moverse de su sitio, aislados, quizás a punto de experimentar un giro radical en sus vidas y esperando un reencuentro que los redima... en el mundo de 1984, o en el de 1Q84, ese fantasmagórico universo con dos lunas.


De improviso, todos los sonidos cesaron. Era como si alguien se hubiera acercado por detrás de él y, sigilosamente, le hubiera puesto unos tapones en los oídos. Alguien, en algún lugar, había colocado una tapadera, y otra persona, en otro lugar, había destapado otra. La salida y la entrada se habían intercambiado.
En cuestión de segundos, Tengo se encontró en el aula de la escuela primaria.
Por la ventana abierta de par en par entraban las voces de los niños que jugaban en el patio. De pronto, una ráfaga de aire meció las cortinas blancas. A su lado, Aomame lo agarraba de la mano. Era la misma escena de siempre, pero había algo diferente. Todo lo que veían sus ojos había adquirido una textura granulosa de tal frescura y nitidez que apenas era reconocible. Distinguía vívidamente el contorno y la forma de las cosas, hasta en sus menores detalles. Estirando un poco la mano, podía tocarlo todo. Y el olor de aquella tarde de comienzos de invierno penetró con fuerza en sus fosas nasales. Como si hubieran arrancado bruscamente el manto que hasta entonces lo cubría. Olor real. Olor a una estación que materializaba sus recuerdos. Olor a pizarra, olor a la lejía que utilizaban para limpiar, olor a la hojarasca que, en un rincón del patio, quemaban en un incinerador: todos los olores se entremezclaban fundiéndose en uno. Cuando aspiraba esos olores hasta lo más hondo de sus pulmones, sentía que su corazón iba ensanchándose y haciéndose más profundo. La estructura de su cuerpo se reorganizaba en silencio. Sus latidos dejaban de ser sólo latidos.
Durante un instante, las puertas del tiempo se abrieron hacia su interior. La vieja luz se mezcló con la nueva luz. El viejo aire se mezcló con el nuevo aire. «Son esta luz y este aire», pensó Tengo. Ahora sí, todo encajaba. O casi todo. «¿Cómo no he sido capaz de recordar estos olores hasta ahora? A pesar de ser tan sencillo. A pesar de que se encontraban en este mundo.»

Daisy sisters (Tapa dura) de Henning Mankell

NARRATIVA (F). Novela
Noviembre 2012
MAXI SN
ISBN: 978-84-8383-619-4
País edición: España
648 pág.
11,49 € (IVA no incluido)

Después de haberse carteado durante tres años, pero sin haberse visto jamás, Elna y Vivi, dos jóvenes suecas de apenas diecisiete años, por fin van a conocerse. Lo harán en el caluroso verano de 1941, en plena guerra mundial, cuando emprendan juntas un viaje en bicicleta hasta la frontera de Suecia –país que por el momento se mantiene neutral– con Noruega, ocupada por las tropas nazis. El mundo les espera, pero las dos ignoran que, durante el trayecto, el encuentro con dos militares será determinante para el futuro de una de ellas. Las dos fantasean con viajar a países lejanos, con alcanzar la libertad y la independencia; muy pronto, sin embargo, la cruda realidad acabará por imponerse y obligará a desistir de sus sueños a aquellas dos jóvenes que se llamaban a sí mismas Daisy Sisters, siguiendo la moda norteamericana. Pero nunca, ni siquiera en sus peores momentos, ni ellas ni sus descendientes cejarán en su lucha por escapar de su asfixiante entorno y tomar las riendas de su vida.


Elna ha aprendido que no basta con tener fe y esperanza. Al contrario, se obliga a considerar con gran escepticismo todo lo que le gustaría llevar a cabo. Ahora hace lo mismo. Pero, aunque resulte raro, en este caso todo se arregla. En una carta que hierve de alegría incontenida, Vivi escribe y cuenta que el odioso director del Stadshotellet en el que trabaja, en un momento de remordimiento después de una tremenda borrachera, le ha concedido por carta dos semanas libres. Sin retribución, como es natural, pero, de todos modos, Vivi no había contado con eso. Piensa con agradecimiento en los dos viajantes de comercio que han emborrachado al director del hotel hasta tal punto que le concede el permiso. Y Elna tampoco tiene que dejar de trabajar en casa del ingeniero Ask, quien le expide con indulgencia vacaciones no retribuidas por el periodo solicitado, pues de todos modos durante algunas semanas estivales la familia acudirá al archipiélago de Estocolmo a bañarse con lo mejorcito de la sociedad.
Y así un día, una tarde poco después del solsticio de verano de 1941, Elna está en el andén de Borlänge esperando a que entre resoplando en la estación el tren que va hacia el norte. Ahí, en algún vagón, estará Vivi, con la bicicleta facturada en un vagón de mercancías, haciendo señales con un pañuelo rojo desde una ventanilla. Han mantenido correspondencia durante tres años, Elna ha contado más de cien cartas, y ahora por fin van a encontrarse, van a ir en tren hasta Älvdalen, subir en bicicleta hacia la lejana frontera noruega, la sierra, y luego, poco a poco, van a buscar de nuevo el camino hacia el sur, en dirección al lago Ejen, para ir a Skallskog a ayudar en la recolección del heno a Pelle el Gallinas. La eternidad, por fin, es perceptible. Catorce días en los que cada mañana descubrirán de nuevo la libertad.
Elna es guapa, está de pie en el andén con la maleta entre las piernas. Lleva una cinta blanca en la cabeza sujetándole su pelo oscuro y rebelde, calcetines blancos, vestido amarillo, sandalias. Tiene diecisiete años y respira con vehemencia, como si la visión de lo que se le ofrece a los ojos la dejara sin aliento. Pero, como es natural, ella también está nerviosa. Se imagina que Vivi, que viene del extremo sur del país, será mucho más bonita y mucho más fuerte que ella, que ha nacido con toda modestia en una población insignificante, un montón de casuchas alrededor de una fábrica, donde ni siquiera se ve el mar por más que te subas a la torre de la iglesia.
Espera inquieta e ilusionada, con la contradicción precisa que exige la situación. (Pero si hubiera sabido que, como resultado de este viaje, iba a tener una hija que en un futuro lejano se pasearía y sería infeliz precisamente en esta ciudad, sin duda habría dado media vuelta y se habría alejado corriendo por las polvorientas carreteras hasta verse de nuevo en su casa de Sandviken. Pero la vida no es así. Es probable que la casualidad pueda guiarse, dominarse, pero nunca prepararse, calcularse. El futuro sólo se muestra como la fastidiosa punta de una nariz que sobresale tras el telón...)

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