viernes, 30 de noviembre de 2012

Fragmentos Nº89: Un hermoso lugar para morir


Malla Nunn
Un hermoso lugar para morir


Emmanuel agarró la alfombra de piel de vaca por el borde y tiró de ella hacia sí.
El agujero, de forma cuadrada y con una tapa de madera, estaba bien camuflado. Un pequeño trozo de cuerda, del tamaño de un dedo, era el único indicio de que el suelo de tierra compactada había sido alterado. Emmanuel se arrastró por el suelo de rodillas y tiró de la cuerda. La trampilla se abrió fácilmente; las bisagras habían sido engrasadas, previendo que se iba a utilizar a menudo. Metió la mano esperando encontrar la pila habitual de revistas pornográficas gastadas. La dura campaña del Partido Nacional contra las publicaciones inmorales había ralentizado la industria pero no había acabado con ella. Tocó algo de piel suave, una especie de correa. Tiró de ella y notó el peso en el extremo.
—Dios mio…
Era la cámara de Donny Rooke, con su nombre orgullosamente grabado con letras doradas en el cuero de la funda rígida; hasta había incluido la J, la inicial de su segundo nombre. Emmanuel abrió los cierres y examinó el precioso instrumento. ¿Qué había dicho Donny? La cámara había costado mucho dinero y el comisario se la había robado… con las fotografías de las chicas de Du Toit.
—Hasta un reloj roto marca bien la hora dos veces al día— murmuró Emmanuel mientras cerraba la funda. Metió la mano en el agujero y sacó un sobre de papel de estraza. Si la historia de Donny era cierta, dentro estarían las fotografías «artísticas» de sus dos  mujeres. ¿Le gustaban al comisario los cuerpos de las menores de edad? Dio la vuelta al sobre y algo proyectó una sombra desde la entrada.
Emmanuel se giró a tiempo para ve la silueta bien definida de un knobkierie que se movía hacía él. El garrote zulú produjo una corriente de aire al descender describiendo un arco y le alcanzó en un lado de la cabeza.
¡Zas!
El ruido le estalló en los tímpanos como el disparo de un mortero. Se desplomó hacia delante y notó el sabor a tierra y sangre en la boca. Sintió un intenso chispazo blanco de puro dolor detrás de los párpados y el garrote le alcanzó una segunda vez. Se oyó a sí mismo respirar con dificultad y le llegó un olor a amoníaco. Una sombra azul se alejó danzando, seguida del sonido de un traqueteo mecánico a lo lejos.


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