viernes, 18 de mayo de 2012

Flora Poste y los artistas de Stella Gibbons


Flora Poste tiene que volver a Cold Comfort Farm, las últimas noticias que tiene del lugar dicen que allí ya no habitan más Starkadders y se la envía su antigua amigo Mybug, un escritor centrado en el sexo. Debido a ello y al llegarle una invitación para ir a una reunión de artistas de todo tipo llamada Grupo Internacional de Intelectuales.

Al llegar a la estación se encuentra con todos ellos, los extravagantes artistas deciden montar en caballo para llegar a la gran granja, excepto alguno que otro que prefiere ir a pie. Cuando se encuentra con el edificio se da cuenta de que ya no hay vacas, ni yerba creciendo libremente, ni está Pequeño negocio, el añorado toro. Todo ello ha desaparecido porque se lo ha llevado el Ministerio el cual ha dejado el lugar repleto de macetas con coloridas flores y carteles de cada zona del lugar como por ejemplo el Granero Grande.

Otra versión de la portada
Gibbons vuelve tiempo después con está critica dura y satírica de los intelectuales de la época. Gracias al prólogo y a las notas debajo del texto comprendemos y admiramos más la lectura de la genial autora londinense además añade un glosario con todos los personajes de la saga. Stella escribió un libro sincero, entrañable (como su anterior parte) y con personajes carismáticos, inolvidables por su forma de ser. José C. Vales además de la traducción añade una introducción a modo de resumen pero también para explicarnos el fondo histórico en el que Stella Gibbons escribió esta secuela que como nos dice: Dieciséis años después, Stella Gibbons emprende la tarea de redactar las nuevas aventuras de su singular heroína. Pero las cosas han cambiado mucho, y no solo Flora Poste. El personaje puede considerarse feliz, pues se casó con su querido Charles Fairford, tuvo cinco hijos y ahora vive apaciblemente en una rectoría en Londres, frente a Regent’s Park. El mundo real, sin embargo, ha sufrido transformaciones más dramáticas: se ha visto sacudido por el horrendo espectáculo de la Segunda Guerra Mundial (en la novela, «los Recientes Acontecimientos»). Londres vive una espantosa posguerra de hambre y miserias («Segunda Edad Oscura») y el orgullo británico se siente humillado recibiendo la beneficencia americana. La nueva novela de Stella Gibbons no va a prescindir del humor. Pero ahora ya no brilla con la alegría «de los lejanos y frívolos años veinte»; ahora se acumula en sus paginas cierta amargura y ciertos tonos de resentimiento contra el ser humano tiñen las descripciones del relato: «Conociéndolo, lo sorprendente sería que todo fuera bien». En Flora Poste y los artistas la autora va dejando caer todos los reproches que tiene para con su mundo, especialmente para con los políticos y los científicos, y no escatimará los sarcamos a filósofos, pintores y escritores.

Recomendado para los fieles a la literatura inglesa a sus autores, Stella Gibbons es un clásico de esa literatura por su curiosa y realista forma de narrar. También para los que leyeron La hija de Robert Poste, la precuela de esta novela. Las dos son sarcásticas y tienen humor a borbotones. Y por último para aquellos que necesiten tener un por qué para reír a pesar de las Edad Oscura en la que estamos.

Extractos:

El señor Mybug continuó leyendo en este mismo plan durante cerca de tres cuartos de hora, interrumpido únicamente por murmullos que exclamaban «¡Soberbio!», y por ocasionales y pícaras risillas apreciativas. Luego, después de que el señor Mybug hubiera concluid, y de que hubieran cesado los fervientes aplausos que había inspirado su lectura, mademoiselle Avaler se puso en pie con aire de ser perfectamente comestible, cubierta con un vestido de muselina color crema adornado con cintas grises brillantes, y comenzó la lectura de un poema escrito aparentemente en una mezcla de inglés y alemán por un poeta existencialista italiano residente en Padua. Decía así:

Envuelto en la nada el Dasein está,
Geworfen como algo inservible;
Valores antitéticos
de salvación y pecado
cedieron a los dialécticos…
(etcétera…). 

Flora no pudo detectar ningún indicio de irritación o aburrimiento en el auditorio, y decidió que aquello se debía, al menos parcialmente, a que algunos de ellos en realidad entendían lo que significaba el poema (y eso les hacía sentir bien, pensó). Aunque también podía ser que los caballeros, al menos disfrutaban contemplando los crueles encantos propios de las veinte primaveras de mademoiselle Avaler.

Cuando andaba por Ticklepenny pensó que sería buena idea desviarse para inspeccionar el pozo. Al parecer, le habían adosado un curioso arco por encima, una tapadera,  un poyo con un fragmento de una poesía cincelada en letras góticas que trataba, cómo no, sobre pozos, y una estatua de aspecto industrial de un santo que –evidentemente– no era otro que O. C. Wells. De hecho, en el pozo había de todo lo que uno pudiera imaginarse en un pozo, excepto agua. Cuando Flora arrojó una piedra a  su interior, de allí no salió más que un seco golpecillo, al que siguió un ligero tufo a moho.
Flora negó tristemente con la cabeza mientras dejaba caer todo su peso sobre el poyo de piedra. Algo que había que hacer, y si Reuben no se acercaba a ella pronto a pedirle ayuda, tendría que hacer algo al respecto sin contar con su primo.

Editorial: Impedimenta
Autor: Stella Gibbons
Páginas:  215
Precio: 17,90 euros

Book trailer: 



2 comentarios:

  1. Ya el título me llamó la atención. Se ve realmente interesante, y además este libro no lo conocía.

    ¡Buena entrada!

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    1. Muchas gracias, a me ha gustado mucho, este y La hija de Robert Poste son geniales, lo ha pasado muy bien con los dos

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