jueves, 13 de septiembre de 2012

Novedades, septiembre de 2012: Tusquets Editores (I)


Baila, baila, baila de Haruki Murakami

NARRATIVA (F). Novela
Septiembre 2012
Andanzas CA -786
ISBN: 978-84-8383-425-1
País edición: España
464 pág.
21,15 € (IVA no incluido)

En marzo de 1983, el joven protagonista de esta novela, redactor freelance todoterreno, después de pasar días sombríos, siente la necesidad de volver a ciertos escenarios de su vida para ajustar cuentas con el pasado. Viaja a Sapporo con la intención de alojarse en el Hotel Delfín, donde años atrás pasó una semana con una misteriosa mujer que, de manera inesperada, desapareció de su lado. A su llegada descubre que han derribado el hotel y que en su lugar se alza otro, moderno y lujoso, pero su estancia allí propicia la aparición de personajes envueltos en un aura de irrealidad: una guapa recepcionista que ha vivido experiencias inverosímiles, una adolescente dotada de una aguda sensibilidad, o un antiguo compañero de colegio, ahora actor de éxito, que lo meterá en graves aprietos. Asesinatos, viajes a Hawai, pasajes a otros mundos y fiestas se suceden al ritmo de la música que suena en la radio de su destartalado Subaru. Lo cierto es que, como afirma un enigmático personaje, todo está conectado. Porque sólo se regresa al Hotel Delfín para poder empezar de nuevo.


Me quedé callado.
—Está bien. Intentaré contártelo —dijo ella. Bebió un trago y se limpió los labios con una servilleta de papel—. Fue en enero, principios de enero, poco después de Fin de Año. Ese día me tocaba el turno de tarde; no suele tocarme, pero ese día no había gente para sustituirme y no me quedó más remedio, y el caso es que acababa a las doce de la noche. Cuando terminamos a esas horas, como ya no hay trenes, la empresa llama a taxis para que nos lleven a casa por orden. Acabé antes de las doce, me cambié de ropa y subí hasta la decimosexta planta en el ascensor de los empleados. Fui a esa planta, la decimosexta, donde está la sala de descanso para el personal, porque me había dejado olvidado un libro. Podría haberlo recogido al día siguiente, pero había empezado a leerlo y a la chica que iba a volver conmigo en taxi todavía le faltaba un poco para acabar. En la decimosexta, además de las habitaciones para clientes, hay esa salita destinada a los empleados, un cuarto donde descansar un rato, o tomarse un té, a la que voy de vez en cuando.
»Cuando llegué a la planta, se abrieron las puertas del ascensor y salí al pasillo, como siempre. No estaba pensando en nada. A todo el mundo le ocurre, ¿no? Cuando estás acostumbrada a algo o vas a menudo a cierto lugar, te mueves como un autómata, ¿verdad? Yo di un paso hacia delante, con toda naturalidad... Bueno, seguro que pensaba en algo, pero no recuerdo en qué... El caso es que estaba de pie en el pasillo, con las manos en los bolsillos del abrigo, y de pronto todo estaba negro a mi alrededor. Oscuro como boca de lobo. Me di la vuelta, sobresaltada, pero las puertas del ascensor se habían cerrado. Supuse que habría habido un apagón. Pero era imposible. Para empezar, el hotel cuenta con un generador eléctrico que, en caso de apagón, entraría en funcionamiento de manera automática y de inmediato. Al instante, seguro. Lo sé porque hicimos varios simulacros. Por lo tanto, en principio, el apagón queda descartado. En segundo lugar, aunque el generador estuviera averiado, están las luces de emergencia del pasillo, que permanecen siempre encendidas. Siempre tiene que haber una luz verde. Es así, ocurra lo que ocurra.
»Sin embargo, ese día el pasillo estaba negro. Las únicas luces eran las del indicador de la planta encima del ascensor, unos números digitales en rojo, y el botón de llamada. Por supuesto, le di al botón. Pero el ascensor iba hacia abajo y no volvía. Resignada, decidí inspeccionar la zona. Tenía miedo, por supuesto, pero al mismo tiempo empecé a agobiarme por todo el problema que eso representaba, ¿lo entiendes?
Negué con la cabeza.

Cuervos de John Connolly

NARRATIVA (F). Novela
Septiembre 2012
Andanzas CA -787
ISBN: 978-84-8383-427-5
País edición: España
384 pág.
19,23 € (IVA no incluido)

Para la policía del estado de Maine, el supuesto secuestro de un menor debe considerarse homicidio tres horas después de que se denuncie su desaparición. Tan terrible medida tendrá que aplicarse en la pequeña y aislada localidad de Pastor’s Bay, donde una madre ha alertado de la desaparición de su hija adolescente, llamada Anna. De inmediato, la policía lanza a todos sus efectivos en su busca. La investigación deparará muchas sorpresas, pues en Pastor’s Bay se ocultan algunos hombres de pasado inconfesable. Entre ellos se cuenta Randall Haight, quien empieza a recibir acusaciones anónimas y fotografías comprometedoras. Sabe por qué lo amenazan, pero no quién, y para averiguarlo decide contratar al detective privado Charlie Parker. La presencia del FBI en el pueblo confirma a Parker que la desaparición de Anna encubre un entramado criminal tan peligroso y complejo que tendrá que pedir ayuda a sus amigos Ángel y Louis. La cuenta atrás ha empezado, bajo la ávida mirada de los cuervos.


Sólo los cuervos permanecieron allí. El sol fue finalmente engullido por el horizonte, y la verdadera oscuridad empezó a imponerse. Los cuervos pasaron a formar parte de ella, absorbidos por ella y absorbiéndola a su vez, porque su negrura era más profunda que cualquier noche.
Al cabo de un rato la hembra de armiño regresó. Pendía de sus dientes el cuerpo grueso y flácido de un ratón de campo muerto, y percibía en la boca el sabor de su sangre. De buena gana lo habría despedazado nada más matarlo, pero instintivamente supo que debía controlar sus impulsos. No obstante, esa contención se vio recompensada, porque cuando volvía al nido, un ratón menor se cruzó en su camino, y fue ése el que devoró parcialmente, para ocultar después los restos. Quizá los recuperara más tarde, una vez que estuviera a buen recaudo la presa mayor.
No oyó acercarse al cuervo. Sólo tomó conciencia de que lo tenía encima al notar en el lomo el impacto de sus garras, que le traspasaron la piel y se le hincaron en la carne. El cuervo la inmovilizó contra el suelo y empezó a clavarle lentamente el largo pico, abriendo limpios agujeros en su cuerpo. Pero no se la comió, se limitó a martirizarla hasta la muerte, recreándose en su agonía. Cuando la redujo a una masa de sangre y pelo, dejó allí el cuerpo sin vida para los carroñeros y regresó junto a sus compañeros. Aguardaban a que se iniciase la cacería y sentían curiosidad por el cazador que se presentaría allí.
No, en realidad era el que los había mandado allí quien sentía curiosidad por ese cazador, y los cuervos vigilaban en su nombre.
Ya que él era el mayor depredador de todos.

Lo que no está escrito de Rafael Reig

NARRATIVA (F). Novela
Septiembre 2012
Andanzas CA - 788
ISBN: 978-84-8383-428-2
País edición: España
296 pág.
17,30 € (IVA no incluido)

Carlos, padre divorciado, recoge a su hijo Jorge de catorce años para pasar un fin de semana de excursión en la sierra y, como por descuido, le deja el manuscrito de una novela que acaba de terminar a su ex mujer, Carmen. La lectura de ese manuscrito, una novela negra de extorsión y bajos fondos, que Carmen no podrá soltar en esos dos días, será para ella, sin embargo, muy reveladora de las intenciones de su ex marido. Carlos, a su vez, tiene que superar los problemas de comunicación con su hijo, un adolescente asustadizo, y también las primeras dificultades de la excursión, que ponen en evidencia sus propias carencias. Entretanto, crecen los temores de Carmen y su angustia por lo que pueda suceder en la sierra. ¿O es la lectura del manuscrito la que lo provoca? «Al vivir con alguien, como al escribir, uno se delata», piensa uno de los protagonistas. También al leer, cuando acabamos interpretando lo que no está escrito.


Así que por fin lo había logrado, había escrito la novela de la que siempre hablaba, la que tal vez les había costado a los dos su matrimonio y la que tal vez lograría redimir la vida de Carlos.
Antes de meter el manuscrito en la cartera, sólo tuvo tiempo de mirar un par de páginas al azar y el título: Sobre la mujer muerta.
Acabáramos: otra policiaca. El problema con las policiacas era ya mucho peor que la falta de originalidad: cada vez se vendían menos. Si alguien lo sabía era Carmen, que era subdirectora comercial del grupo Osiris, con ocho sellos editoriales, desde infantil a ensayo, pasando por dos de novela y uno de poesía, Galatea, donde había conseguido que se publicara en 2002 La luz azulada, la obra poética de Carlos Mendoza, entonces su marido. Se vendieron 57 ejemplares. Al fin y al cabo era un libro de poemas y la poesía no se vende, pero da prestigio. Lo peor fue que, aunque se enviaron 110 ejemplares a «prensa y personalidades», sólo apareció una minúscula reseña en un periódico de provincias. Nadie se dio por enterado. Ante un fracaso tan rotundo, se preguntó si la nota de Carlos sería menos amable que rencorosa. Tal vez sólo quería decirle: esta vez no te pido nada, ya me las arreglo por mi cuenta, muchas gracias.
Por la mañana tuvo dos reuniones seguidas y a las dos y media tenía una comida con el jefe de compras de una cadena de supermercados, el poderoso señor Ortigosa. Fueron en el coche de su jefe, el director comercial, Miguel Caturla, con quien Carmen mantenía una relación intermitente que a ambos les parecía muy europea, casi escandinava: higiene sexual sin complicaciones sentimentales; expectativas limitadas y explícitas, cero exigencias; puro nervio, sin gota de grasa.
Así lo veían ellos y así se lo decían el uno al otro.
El día era otoñal, parecía que aún estuvieran en septiembre. Miguel iba de traje gris. Carmen llevaba una blusa de manga corta y un traje sastre de un azul tenue y dubitativo. Dobló la chaqueta con el forro hacia fuera y la dejó en el asiento de atrás. El bolso lo apretaba sobre los muslos, como si quisiera protegerlo o protegerse.

Poesía reunida (1972-2012) de Juan Gustavo Cobo Borda

POESÍA (NF). Poemarios
Septiembre 2012
Marginales M - 277
ISBN: 978-84-8383-429-9
País edición: España
336 pág.
18,27 € (IVA no incluido)

Escrita desde una serenidad gozosa y una lúcida ironía, la obra poética del colombiano Juan Gustavo Cobo Borda ha buscado siempre la sonoridad y la precisión, la cadencia y la claridad, sin abandonar el tono coloquial que críticos y estudiosos reconocen como inconfundible. Como ha dicho de él Álvaro Mutis, «Cobo Borda se interna por las regiones del corazón, del placer y del olvido. Allí es un maestro», para concluir: «Un poeta impar, sin antecedentes en nuestra frondosa historia literaria».
Este volumen, cuyos originales están depositados en la Biblioteca de la Universidad de Princeton, reúne los cuatro libros de poesía que Cobo Borda ha publicado hasta la actualidad: El animal que duerme en cada uno, La musa inclemente, Los poetas mienten y Cuando papá perdió la guerra, a los que se añaden ahora algunos poemas inéditos.
En el conjunto de su obra, consagrada a una cotidianidad trascendida y a la conciencia de existir, destacan las composiciones dedicadas al sentimiento amoroso en todos sus instantes, desde la pasión más carnal hasta el desengaño y el rencor. Son poemas que revelan el dominio de muy diferentes tonos por parte de un autor de sólida trayectoria, y nos hablan de su poesía como de un equilibrado acto de exaltación y carencia, de furia y compasión, de amor y lucidez.


POESÍA Y NATURALEZA: RELACIONES OBLICUAS

La naturaleza, qué monótono almacén de prados y árboles, qué banal exhibición de mares y montañas
[...] la naturaleza, sempiterna vieja chocha.
HUYSMANS, À rebours

ESCRIBIR como se nos dé la gana,
sin laúd,
un idioma para ladrar desde las tablas del escenario.
No esta literatura, como dijo Martín Adán,
que huele a ropero de vieja
con vagos efluvios de tomillo,
llena de vagos pecados que no llegan a cometerse.

¿Pero se puede acaso escribir sin censura,
vale la pena decir todo?

Se hizo la pregunta a sí mismo
pero era en realidad una pregunta retórica.
Antes de proseguir dijo:
Allí están las cosas, exigiéndonos ser justos.
Allí están las cosas, reclamando ser violadas.
Sólo que él ya no tenía imaginación —reconoció, apenado;
apenas una memoria insomne,
poblando el mundo de citas.
¿Y cuál era el mundo?

El primer beso ocurrió en un potrero, sembrado de trigo.
La primera caricia, bajo una cascada.

sábado, 8 de septiembre de 2012

Fragmentos Nº70: Yo confieso


Jaume Cabré
Yo confieso

Siguiendo órdenes estrictas, los partisanos supervivientes debían registrar los cadáveres y recoger armas, municiones, botas y chaquetas de piel. Como impelido por una fuerza misteriosa, Drago Gradnik fue al encuentro de su primer muerto. Era un joven de cara bondadosa y ojos cubiertos de sangre que miraba al frente, apoyado aún en la pared, con el casco destrozado y la cara roja. No le había dado la menor posibilidad.

viernes, 7 de septiembre de 2012

Fragmentos Nº69: La bailarina


Ōgai Mori
La bailarina

Caminaba rápido, como si no estuviera dispuesta a ser objeto de las miradas de la gente. Yo la seguía. Tras un amplio portalón, situado en la calle frente a la iglesia, había una escalera de piedra con los peldaños gastados. Al final de los escalones, una puerta tan pequeña que para pasar uno se veía obligado a doblarse. La joven tiró del extremo de una pieza oxidada, hecha de alambre.
—¿Quién anda ahí? —preguntó una voz ronca desde el interior.
—Soy Elise. He vuelto.
Apenas había terminado de hablar cuando la puerta se abrió bruscamente, empujada por una mujer mayor. Su pelo era canoso y su frente mostraba claramente los surcos de la pobreza, pero su rostro no era en absoluto el de una mujer malvada. Llevaba puesto un viejo vestido, mezcla de algodón y franela, y calzaba unas zapatillas sucias. Elise me hizo una señal para que entrara, pero la mujer me dio con la puerta en las narices, en un gesto de evidente impaciencia ante el regreso de la joven.

lunes, 3 de septiembre de 2012

Novedades, septiembre de 2012: Impedimenta


Caída y auge de Reginald Perrin de David Nobbs

Traducción de Julia Osuna Aguilar

ISBN: 978-84-15578-16-1
Encuad: Rústica
Formato: 13 x 20 cm
Páginas: 368
PVP: 22,75 €

Inspiradora de una de las comedias televisivas más famosas de todos los tiempos, Caída y auge de Reginald Perrin es una obra maestra del género humorístico en el ámbito anglosajón.

domingo, 2 de septiembre de 2012

Fragmentos Nº68: Sylvia


Howard Fast
Sylvia

—¿Qué es poesía? —dijo Mullen, no preguntándomelo a mí sino enunciándolo como el profesor que se dirige a la totalidad de sus alumnos—. El primer hombre que pisó la tierra cantó, porque el hombre es una criatura musical tanto como verbal. Pero cuando llegaron las palabras, con todas sus imágenes, colores y memorias, empezó a existir una particular música en el mismo lenguaje. El poema es el inicio de nuestra literatura y de todo nuestro arte. Homero cantó poemas, y las terribles prédicas de los viejos profetas hebreos, que eran también poesía, y quienes hicieron la música de la antigua Irlanda y los asilvestrados poetas que vagaron  por el país con sus finas voces y sus instrumentos de cuerda. E incluso aquí mismo, entre nosotros, la cultura de los indios, que tocaban con sus flautas de madera mientras sus cantores hacían poesía. Es un antiguo asunto que creció y floreció, pero en cierto instante nos pusimos a bailar con un paso demasiado rápido y el mundo se volvió extraño. Ahora los poetas buscan imágenes y música, y les cuesta encontrarlas; la mayoría se contentan con abrillantar la pequeña manzana que han cogido sin importarles un comino el árbol del que procede. Su Sylvia no ganará muchos premios, pero aprenderá. Tiene algo que decir y una clara voz.
No lo veo tan sencillo —confesé—. Tomemos el  poema Luna sin luz. ¿Qué nos intenta decir con él?¿Qué significa? Si significa algo, ¿por qué no se entiende con facilidad?
—¡Ah! —Mullen sonrió—. Ha puesto usted el dedo en la llaga. ¿Trata ella de ser oscura? No, en absoluto. Nosotros somos gente sencilla, Macklin, y también complicada, y los artistas no tratan de ser oscuros a menos que sean unos falsarios. La oscuridad proviene de ser incapaz de decir algo del modo natural en que se experimenta. Su Sylvia revienta con algo que no puede expresar de forma sencilla, algo que el tiempo curará. Llegará a saber lo que debe ser dicho y lo dirá mejor también. Pero en ese poema busca símbolos y compara. Escribe sobre su territorio de infancia con asco y con el agitado terror de las pesadillas infantiles. No puede decir: fui una niña en tal y tal lugar; necesita expresar de forma adulta lo que la niña vio y por ello usa un intricado conjunto de símbolos e imágenes de su infancia. ¿Me sigue usted?

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