Una
excéntrica y extensa familia belga se encuentran exiliados en el lejano
oriente, arruinados, tras perderlo todo en la Revolución Rusa, hasta que
aparece un día en sus vidas un vanidoso primo inglés que llega durante una
misión militar y que será testigo y narrador de los infortunios y desgracias
que asolan a la familia. Se trata del capitán Georges Hamlet Alexander
Diabologh, un intelectual, enamoradizo y crítico con su entorno que trata, en
lo posible, ayudar a la extraña familia.
Este
joven, que ha viajado desde Tokio, Vladivostok, Harbin (en aquellos años rusa,
hoy china), Pekín, Shanghái, Hong Kong entre otros lugares, todo ello para
tratar de completar las misiones de las que se encarga, como encargarse del
reparto de 50.000 gorras que, sin saber cómo, se perderán y deberá buscarlas,
todo ello dentro de una burocracia absorbente e inútil que, en el año 1920, en
plena Gran Guerra, sacudidos y confusos e inmersos en un conflicto que
cambiaría el rumbo del siglo XX.
Gerhardie
narra las desgracias ocasionadas a una familia burguesa que, tras los cambios
políticos, ha perdido todo y se encuentran en una incertidumbre, una estirpe de
políglotas en horas bajas que viven como pueden con lo poco que tienen. Esa es
la base que le sirve al escritor para describir las locuras y los desastres que
les rodean a todos los singulares personajes de esta novela, unos estrambóticos
que repiten la misma muletilla cada vez que tiene la ocasión, otros exóticos,
singulares y por último otros inconscientes e incapaces de salir de la burbuja
en la que viven, como la tía Teresa, incapaz de ser feliz sino es a través de
provocar el sufrimiento a todos los que se encuentran a su lado, comenzando
desde su caprichosa hija y terminando por los alocados generales que se cruzan
en su camino. La traducción se encuentra a cargo de Martín Schifino quien ha
conseguido una lectura de gran calidad debido a la dificultad del texto además
incluye una introducción que describe las principales cualidades del texto y
del escritor del mismo. En definitiva una novela que utiliza la guerra como
telón de fondo para mostrar los errores de los bandos, sin justificar o
condenar las decisiones de cada lado y el intervencionismo de las grandes
potencias, todo ello para que resalten las extravagantes ocurrencias o las
terribles desgracias que les suceden a estos singulares poliglotas. Evelyn
Waugh llegó a decir: «Yo tengo talento,
pero lo de Gerhardie es genialidad» y ella se aprecia en los diálogos que
tienen un humor sutil al estilo británico además también fue aclamado por Graham
Greene y H. G. Wells.
Recomendado
para aquellos que les gusten las novelas que narran la historia de familias,
aquí encontraran una que debido a los cambios históricos tratan de vivir como
pueden en una época de convulsiones. También para aquellos que quieran
descubrir una gran novela desconocida que desprende en sus textos como los de Vladimir
Nabokov o Joseph Heller. Y por último para los que quieran descubrir a una
singular familia, tan extraña como rara, del mismo modo, tan optimista como
irónica. Como dice uno de sus personajes: Ah,
c’est la vie!
Extractos:
Tras servir cierto tiempo a mis
órdenes, el mayor, preocupado de que lo repatriaran, creó un departamento
nuevo: una oficina de correos de la que se nombró a sí mismo jefe. Yo estaba a
las órdenes de sir Hugo (se labró su fama en Vladivostok, quizá les suene). Mi
jefe adoraba el «trabajo en equipo», y, además de los muchos expedientes
ordinarios, atesoraba algunos expedientes especiales: había uno que conocíamos
como «El Expediente Religioso», en el que guardaba documentos suministrados por
metropolitanos, archimandritas y otros santos padres, y otro que aglutinaba la
correspondencia relativa a unos discos de gramófono que un oficial canadiense
había sustraído en una ocasión del comedor. Buena parte de nuestra labor
consistía en enviar esos expedientes de un lado para otro, sin descanso. A
veces el expediente del gramófono se perdía, a veces era el expediente
religioso, y entonces sir Hugo se enfadaba sobremanera. O escribía un informe y
el informe —tan laberíntica era nuestra organización— también se perdía. En una
ocasión escribió un informe muy detallado sobre la situación local. Lo había
corregido con mucho esmero; tras meditarlo mucho, había colocado un número
adicional de comas; había borrado algunas de las comas tras pensarlo mejor;
había mandado mecanografiar el informe y lo había corregido de nuevo cuando
estuvo mecanografiado, insertando en los márgenes largos párrafos encerrados en
círculos, para relacionarlos con el sitio al que pertenecieran mediante flechas
punteadas que se cruzaban entre sí. El texto, a estas alturas, tenía la
apariencia de una tela de araña.
Y por la mañana la tía Molly me
pidió que no me sonara la nariz tan fuerte porque despertaba a los niños que
dormían en la habitación de al lado. Mientras me afeitaba, Harry entró en mi
habitación, seguido de cerca por Nora.
—¿Sabes lo que me dijo Nora? —empezó—.
Me dijo: «Buenos días su señoría».
Y al notar mi cara enjabonada me
suplicó:
—¡Aféitame, aféitame!
—¿Y cómo esta Natasha? —pregunté.
Al oír eso su cara no mostró el
menor entusiasmo.
—No nos deja hacer nada —se quejó.
—¿Cómo es eso?
—¡Aféitame! —dijo. Y mientras le
enjabonaba la cara se quedó callado, con una mirada de beatitud en sus ojos
color nomeolvides.
—Ahora afeita a Nora —dijo.
—¿Tú quieres, Nora?
—Sí.
Y la enjaboné la cara.
Me miraron vestirme sin interés.
—¿Esto para qué sirve? —preguntaba
Harry, señalando una liga.
—¿Ezto para qué zirve? —preguntaba
Nora. Lo que Harry hacía Nora lo hacía; lo que Harry decía Nora lo decía.
—Mi papa tiene unos como estos —dijo
Harry, señalando mis tirantes.
—Mi papa tiene unoz como eztoz —dijo
Nora.
—Pero mejores —dijo Harry.
—Pero mejorez —dijo Nora.
—¿Quién es mejor, Nora o Natasha? —pregunté.
—Yo —dijo él.
Editorial: Impedimenta
Autor: William GerhardiePáginas: 384
Precio: 22,75 euros
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