jueves, 7 de agosto de 2014

Novedades, agosto de 2014: Sinerrata



La decepción del cabo Holmes de Carlos Laredo

Temática: Policiaca
ISBN: 9788415521099 ePub 9788415521105 mobi
Colección: sinrastro
PVP ebook (IVA incluido): 7,99 €

El cabo José Souto, apodado Holmes por su afición a las novelas detectivescas y por su minuciosidad en el trabajo, se enfrenta a la investigación de un extraño accidente automovilístico en un salvaje acantilado de la Costa de la Muerte. Lo que a simple vista parece un caso fácil se va complicando a medida que la identidad del fallecido y las circunstancias del accidente resultan cada vez más dudosas.
Con la ayuda de su amigo Julio Santos, el detective privado y dandi madrileño al que ya conocimos en El rompecabezas del cabo Holmes, Souto conseguirá desenredar trabajosamente una trama en la que se mezclan contrabando, conexiones políticas, el Prestige y hasta su vida personal. Con un final frenético y sorprendente, esta nueva aventura del cabo Holmes nos transporta de nuevo a los bellos paisajes de la costa gallega mientras el protagonista pone a prueba su suspicacia y el valor de la amistad, el amor y la lealtad.


Al día siguiente, sobre las diez de la mañana, se recibió una llamada en el cuartel de la Guardia Civil de Corcubión, para avisar de que había un coche despeñado en la cala de Area Pequena, a unos trescientos metros de la playa de Lires, frente al camino forestal que va hacia Rostro. Le pasaron la llamada al cabo José Souto.
—¿Quién llama? —preguntó el cabo.
—Soy Sindo Nogueira, de Lires. ¿Es usted el cabo Souto?
—Sí, soy yo. ¿Qué ha pasado?
—Se ha caído un coche por el acantilado de Area Pequena, ya sabe dónde le digo, ¿no?
—Sí, sí, ya sé dónde es. ¿Cuándo?
—No sé, cabo. Yo vine a dar un paseo por aquí, como todos los días, y vi unas marcas de ruedas que salían a la derecha de la pista y pasaban por encima de los tojos y la maleza, hacia abajo. Seguí hasta donde empieza el camino de bajada y entonces vi un coche rojo patas arriba.
—¿Vio si había alguien dentro?
—No, cabo. Desde mi silla no puedo ver más que el coche ahí abajo. Iba a avisar al Bar de la Playa, pero me pareció mejor llamarlo a usted primero.
—Hizo bien, Sindo. Ahora quédese donde está, por favor. Llegaremos ahí en diez minutos. Si viene alguien del bar, que nadie toque nada a menos que haya algún herido que necesite ayuda. Pero, si no, que no toquen nada. Dígaselo.
—Sí, cabo. Descuide.

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