martes, 19 de febrero de 2013

Novedades, febrero de 2013: Anagrama (y II)



Limónov de Emmanuel Carrère

ISBN 978-84-339-7855-4
PVP con IVA 19.90 €
Nº de páginas 400
Colección  Panorama de narrativas
Traducción Jaime Zulaika

«Limónov no es un personaje de ficción. Existe y yo lo conozco», advierte Emmanuel Carrère. Esta novela biográfica o biografía novelada reconstruye la vida de un personaje real que parece surgido de la ficción. Un personaje desmesurado y estrafalario, con una peripecia vital casi inverosímil, que le permite al autor trazar un contundente retrato de la Rusia de los últimos cincuenta años y al mismo tiempo aventurarse en una indagación deslumbrante sobre las paradojas de la condición humana. Poeta y pendenciero en su juventud, Limónov frecuentó los círculos clandestinos de la disidencia en la Unión Soviética, se vio obligado a exiliarse y aterrizó en Nueva York, donde vivió como un vagabundo, fue mayordomo de un millonario y escribió novelas autobiográficas. Siguió haciéndolo cuando se marchó a París y allí alcanzó notoriedad pública con una escandalosa novela sobre sus andanzas neoyorquinas por el lado salvaje. De allí pasó a los Balcanes, donde apoyó hasta las últimas consecuencias la causa serbia, y regresó después a la Rusia poscomunista para fundar un partido nacional bolchevique que fue prohibido. Él acabó en la cárcel, acusado de tentativa de golpe de Estado, y allí escribió más libros, tuvo una experiencia mística y al salir se convirtió en opositor a Putin.
Ambiguo, escurridizo y estrambótico, este personaje fascinante y detestable a partes iguales, mitad héroe romántico y mitad majadero abominable, es tan contradictorio y desconcertante que se convierte por derecho propio en carne de novela y en el protagonista de esta espléndida y sorprendente narración, galardonada con el Premio Renaudot, el Premio de la Lengua Francesa 2011 y, en especial, el Prix des Prix 2011, que se elige entre las obras ganadoras de los ocho premios literarios franceses más importantes (Académie française, Décembre, Femina, Flore, Goncourt, Interallié, Médicis y Renaudot).
«Un libro asombroso, inclasificable. Y conmovedor. ¿Cómo hay que considerarlo? ¿Como una novela? ¿Como un retrato? "Limónov no es un personaje de ficción”, nos advierte Emmanuel Carrère. Existe y yo lo conozco. Entre las mil y una maneras de existir, hay una que consiste en escribir historias. Y otra, no menos perdurable, que consiste en ser el héroe de una de ellas» (Yasmina Reza, Le Monde).
«Mucho más que el retrato de un hombre inverosímil, es una historia de los últimos cincuenta años de Rusia. Y contiene páginas memorables» (Bernard Pivot, Le Journal du Dimanche).
«Una novela de aventuras y una travesía por la historia rusa. Imposible soltarla, porque está escrita con un tono seco y crudo, con frases de una densidad fulminante, repletas de detalles explosivos» (Le Point).
«Audaz y apasionante» (Jérôme Garcin, Le Nouvel Observateur).
«Un libro excepcional. Carrère firma una deslumbrante narración biográfica con la engañosa apariencia de un espejo deformante» (Jean-Christophe Buisson, Le Figaro Magazine).


Recuerden, fue en octubre de 2002. Todas las televisiones del mundo lo mostraron durante tres días. Terroristas chechenos habían tomado como rehenes a todo el público del teatro durante la representación de una comedia musical titulada Nord-Ost. Las fuerzas especiales, descartando toda negociación, resolvieron el problema lanzando gases que afectaron tanto a los rehenes como a sus captores, una firmeza por la que el presidente Putin les felicitó calurosamente. Se cuestiona el número de víctimas civiles, que gira en torno a ciento cincuenta, y a sus parientes les consideran cómplices de los terroristas cuando preguntan si no se podría haber intentado otra manera de solucionar el conflicto y de tratarles, tanto a ellos como a su congoja, con un poco menos de negligencia. Desde entonces se reúnen cada año para una ceremonia conmemorativa que la policía no se atreve a prohibir tajantemente, pero que vigila como si fuese una concentración sediciosa, que es, de hecho, en lo que se ha convertido.
Yo asistí a una de ellas. Diría que había doscientas o trescientas personas en la plaza delante del teatro, y a su alrededor otros tantos OMON, que son el equivalente ruso de nuestros CRS,1 y similarmente equipados con cascos, escudos y pesadas porras. Empezó a llover. Se abrían paraguas por encima de las velas que, con sus pantallas de papel para proteger los dedos de la cera ardiente, me recordaron los oficios ortodoxos a los que me llevaban de niño en Pascua. Sustituían a los iconos unas pancartas con las fotos y los nombres de los muertos. Las personas que portaban las pancartas y las velas eran los huérfanos, los viudos y las viudas, los padres que habían perdido a un hijo, algo para lo cual, al igual que en francés, no existe una palabra en ruso. No había acudido ningún representante del Estado, como señaló con una cólera fría un representante de las familias que pronunció unas palabras: las únicas en toda la ceremonia. Nada de discursos, de consignas ni de cánticos. Se limitaron a permanecer de pie, en silencio, con la vela en la mano, o hablando bajo, en grupitos, entre las murallas de OMON que habían acordonado el perímetro. Al mirar alrededor reconocí varias caras: además de las familias enlutadas, estaba allí el mundillo en pleno de oponentes a los que yo entrevistaba desde hacía una semana, e intercambié con algunos de ellos gestos con la cabeza que indicaban una conveniente aflicción.
En lo alto de los escalones, delante de las puertas cerradas del teatro, una silueta me pareció vagamente conocida, pero no conseguía identificarla. Era un hombre que llevaba un abrigo negro y sostenía una vela, como todos los demás, rodeado de varias personas con las que hablaba a media voz. En el centro de un corro, apartado del gentío, pero dominando y atrayendo las miradas, daba una impresión  de importancia, y extrañamente pensé en el jefe de una banda de malhechores que asistiese protegido por su guardia al entierro de uno de sus hombres. Yo sólo veía tres cuartas partes de su perfil, y del cuello levantado de su abrigo asomaba una perilla. Una mujer que estaba a mi lado también se había fijado y le dijo a su vecina: «Ha venido Eduard, menos mal.» Él volvió la cabeza, como si la hubiese oído a pesar de la distancia. La llama de la vela ahondó sus facciones.
Reconocí a Limónov.

Un año ajetreado de Anne Wiazemsky

ISBN 978-84-339-7857-8
PVP con IVA 17.90 €
Nº de páginas 224
Colección  Panorama de narrativas
Traducción Javier Albiñana

Tras haber protagonizado su primera película con Robert Bresson, después de tres encuentros fortuitos e infructuosos con Jean-Luc Godard, un día de junio de 1966 Anne Wiazemsky le escribió una breve carta en la que le decía que le había gustado mucho su última película, Masculino Femenino, y le decía también que amaba al hombre que se hallaba detrás de aquello, que lo amaba a él.
Y, pocos días más tarde, Godard visita a la jovencita de diecinueve años en Montfrin, donde Anne pasa sus vacaciones en una hermosa villa junto a su amiga Nathalie. Es el inicio de un apasionado romance. Pero el verano llega a su fin. Y para Anne comienzan tiempos difíciles y excitantes: ¿cómo conciliar su intenso deseo por ese hombre singular, diecisiete años mayor que ella, con las exigencias de una familia autoritaria liderada por su abuelo, el muy católico escritor François Mauriac, que repudia la relación entre el cineasta y la joven? Porque éste es un relato de descubrimientos y de iniciación al sexo, al amor y a la vida adulta, pero también un peculiar, sugestivo fresco de la Francia intelectual antes del estallido del mayo del 68. En la novela, junto al retrato de un Jean-Luc Godard ya en camino de convertirse en el gran reinventor del cine, encontramos a los cineastas François Truffaut o Jacques Rivette, a filósofos como Françis Jeanson, al crítico de cine Michel Cournot, determinante en la carrera de actriz de Wiazemsky, que se debate entre la interpretación y sus estudios de filosofía en Nanterre. De la mano de la pareja protagonista, viajamos al corazón de un París en plena ebullición política o asistimos al rodaje de La Chinoise, al ritmo trepidante de una prosa veloz como el descapotable que conduce Godard, fresca y apasionada como la juventud que palpita en estas páginas.
«Habría que crear una nueva categoría literaria: la novela de iniciación con personajes ya célebres (o en camino de serlo) como iniciadores. Y estamos pensando en libros como Éramos unos niños de Patti Smith, el relato de sus años de juventud junto a Robert Mapplethorpe. Un año ajetreado de Anne Wiazemsky encaja a la perfección en esta categoría: una alegre novela de iniciación en femenino con Jean-Luc Godard como personaje clave» (Nelly Kaprièlian, Les Inrockuptibles).
«Un año ajetreado es también el descubrimiento de un inesperado Godard: romántico, celoso, tierno, muy diferente del hombre de las gafas de sol y del discurso a veces desconcertante que hoy conocemos» (Martine Madoux, L’Express).
«Anne Wiazemsky ha logrado una novela que exhala alegría, sin arrepentimientos, sostenida por la energía de la juventud y no por la melancolía» (Raphaëlle Leyris, Le Monde des Livres).
«En este turbulento relato de amor y de iniciación a la vida adulta, Anne Wiazemsky retrata a un Godard inédito, un treintañero sentimental, sensual y posesivo, hipersensible, propenso al llanto y de izquierdas, fan de Louis de Funès, pero también engreído, colérico y ambicioso» (Jérôme Garcin, Le Nouvel Observateur).


El restaurante donde habíamos comido se iba quedando vacío. Una joven barría el suelo entre las mesas, el camarero leía un periódico tras la barra. Nadie nos pedía que nos marcháramos, parecían habernos olvidado. Jean-Luc aprovechó para explicarme en términos muy claros, con un mínimo de palabras, que había amado apasionadamente a Anna Karina, que había sufrido muchísimo cuando ella lo abandonó pero que su relación había terminado hacía tiempo. Agregó que había estado enamorado de Marina Vlady hasta el día en que fue a verme a Montfrin. Y al prendarse de mí dejó de amarla. Con una iba a rodar Made in USA, y con la otra, a partir del 8 de agosto, Dos o tres cosas que yo sé  de ella.
–Así de sencillo, estoy solo, soy libre, no tengo vínculo alguno. ¿Y usted?
Le referí brevemente mi primer amor infeliz durante el rodaje de Al azar, Baltasar.
–¿Todavía le quiere?
–No.
Su risa al oírlo, tan alegre, tan despreocupada. Acabábamos de hablarnos con sinceridad, nos habíamos escuchado con atención, con confianza. No se me ocurría poner en duda sus palabras, ni a él las mías.
Una vez salimos a las calles desiertas, reanudó el relato del año que acababa de transcurrir.
Había entrado en el café que estaba enfrente del laboratorio LTC porque me vio leyendo allí. Me abordó con el propósito un tanto loco de decirme: «¿Quiere casarse conmigo?», pero se vio incapaz de expresar nada. Del mismo modo, tras nuestro encuentro en la escalera de la casa de Roger Stéphane, corrió en mi busca para invitarme a tomar una copa, pero yo ya había desaparecido. Después acudió a varias proyecciones de la película de Robert Bresson esperando que el destino nos hiciera coincidir de nuevo. En vano.
–Me había resignado a no volver a verte cuando...
Adoptaba un tono malicioso, disfrutando con revivir aquellos momentos, hacía pausas.
–... ¡cuando recibiste mi carta!
–¡Un milagro! Volvía de Japón para ultimar los preparativos de mis dos películas y pasé casualmente por Les Cahiers. Nunca abro el correo que recibo allí, pero había una carta en el escritorio con una nota de disculpa de la secretaria: había abierto por descuido una carta dirigida a mí... Iba a tirarla a la papelera cuando vi tu firma...
Nos habíamos sentado en un banco de una plaza, a la sombra de una vieja higuera. Por último, murmuró:
–Oh, Jeanne, qué extraño camino he tenido que recorrer  para llegar hasta ti.
Y ante mi cara de sorpresa me explicó:
–Es lo que le dice el ladrón a Jeanne en el locutorio de la cárcel. ¿No has visto Pickpocket de Robert Bresson?

El traspié (Una tarde con Schopenhauer) de Fernando Savater

ISBN 978-84-339-9758-6
PVP con IVA 11.90 €
Nº de páginas 96
Colección  Narrativas hispánicas

Al final de su vida, el filósofo Arthur Schopenhauer alcanzó –al menos en parte– el reconocimiento público de su obra que durante tanto tiempo se le había negado. Una joven y prometedora artista, Elisabeth Ney, solicitó permiso para hacerle un busto. Halagado, el gran pesimista accedió a esta petición. Durante varios meses posó para la joven y entre tanto conversó con ella de todo lo imaginable. Entre el viejo pensador célebre por su misoginia y la bella artista se trabó una relación extrañamente dulce. En algunos momentos, Schopenhauer pareció revisar su opinión sobre el género femenino...
En esta comedia filosófica, elocuente y sutil, se imagina una de aquellas sesiones entre la escultora y su ilustre modelo. El filósofo exhibe sus ideas ante una oyente tan atenta como ocasionalmente irónica. Se repasa el destino del hombre, orgulloso de sus certezas y martirizado por sus perplejidades. Mientras, la superstición ronda, llega un forastero atrevido, se prepara una invocación a los espíritus y la carne dicta urgencias que se burlan de los alambicados sistemas intelectuales. Y suena al fondo una alegre melodía de Rossini...


S: Pues  sencillamente  porque  el  Estado  les paga  en  renombre  su  miserable  vasallaje.  Ellos han convertido al Estado en el nuevo Dios, a los funcionarios  en  los  nuevos  sacerdotes  y  hablan con  los  ojos  en  blanco  de  los  milagros  del  progreso y de la santa dignidad del hombre. ¡Se ganan  bien  sus  judías  y  sus  entorchados,  créame! ¡Nunca  le  estropean  la  digestión  a  nadie!  Cualquier idiota se va tranquilo a casa cuando le dicen con pedantería suficientemente oscura que la historia avanza hacia la libertad y que pronto se resolverán todos los males de la sociedad. ¡Imbéciles! ¡Como si el paso del tiempo pudiera ser beneficioso para los seres mortales! ¡Como si las pompas y fanfarrias de los académicos y los prebostes demagogos no se marchitaran tan inexorablemente  como  las  rosas,  pero  dejando  mucho peor olor y sin esperanza alguna de otra primavera! Estoy seguro de que la fama actual de los tiralevitas académicos perecerá cuando desaparezcan los  ministros  que  hoy  les  pagan  el  sueldo  y  les confieren prebendas.
N: Y ese día, usted...
S: Yo ya no estaré en este mundo, mademoiselle. Por tanto no podré hacer sombra a los nuevos mandarines de la filosofía que sustituirán en las universidades a las calabazas que hoy ocupan las cátedras. Ya no les interesará perseguirme, ni podrán impedir que la gente culta del mundo entero conozca al fin mi obra. ¡Yo no soy un profesor y por tanto ni hablo para obtener un sueldo ni  callaré  cuando  los  que  pudieron  habérmelo dado  estén  sirviendo  de  merienda  a  los  gusanos de esa historia que les gusta tanto!
N: Sin  embargo,  doctor,  otros  similares  seguirán tomando las decisiones en las aulas. Éste sí, éste no... Puede que la inquisición sobreviva a los  actuales  inquisidores  y  sea  hereditaria.  ¿Cree usted que su filosofía hoy ignorada o aborrecida será finalmente explicada algún día en las universidades?
S: Voy a serle franco. En Alemania, lo dudo muchísimo. Aquí no hay nada que hacer, el paladar filosófico está irremisiblemente estragado. En Francia  también  es  difícil,  porque  los  franceses son en general demasiado superficiales para comprender un pensamiento serio y de hondo calado como el mío. Quizá en Inglaterra... Yo confío siempre en Inglaterra, a pesar de a nefasta influencia de los pastores anglicanos, esos clérigos mojigatos  y  entrometidos.  Pero  asómbrese: también confío en España.

Incógnito (Las vidas secretas del cerebro) de David Eagleman

ISBN 978-84-339-6351-2
PVP con IVA 19.90 €
Nº de páginas 352
Colección  Argumentos
Traducción Damián Alou

Si la mente consciente –la parte que consideramos nuestro «yo»– no es más que la punta del iceberg, ¿qué es lo que hace, entretanto, el resto?
En su nuevo libro, brillante y provocativo, David Eagleman, un reconocido científico que trabaja en el campo de las neurociencias, navega por las profundidades del cerebro subconsciente para iluminar misterios soprendentes: ¿por qué nuestro pie avanza hacia el pedal del freno antes de que percibamos un peligro inminente? ¿Por qué nos damos cuenta de que alguien ha dicho nuestro nombre en una conversación que no estábamos escuchando? ¿Qué tienen en común Ulises y la contracción del crédito? ¿Por qué Thomas Alva Edison electrocutó un elefante en 1916? ¿Por qué las personas cuyo nombre comienza con «j» tienen mayores posibilidades de casarse con otras personas cuyo nombre también comienza con esta letra? ¿Por qué es tan difícil guardar un secreto? ¿Y cómo es posible enfurecerse con uno mismo? ¿Con quién está uno enfurecido en realidad?
Tratando temas y hechos tan diversos como los daños cerebrales, la observación de aviones, las drogas, la belleza, la infidelidad, la sinestesia, el derecho penal, la inteligencia artificial y los espejismos, Incógnito nos conduce por una fascinante exploración de la mente, de sus contradicciones y de lo que se oculta bajo su superficie.
«Incógnito nos ofrece una versión notable de las consecuencias que tiene para nosotros el ascenso de la neurociencia como un instrumento para pensar el mundo... Según Eagleman, nos pone ante la última frontera de nuestra pequeñez y contingencia: la comprensión de que la conciencia no es el centro de la mente sino una función limitada y ambivalente en un vasto circuito de funciones neurológicas no conscientes. De ahí que la mayoría de nuestras operaciones mentales ocurran “de incógnito”. Pero no debemos preocuparnos por este “descentramiento”, porque la ciencia también nos muestra que el cerebro y la mente y la vida son aún más maravillosas y emocionantes de lo que habíamos pensado hasta ahora» (Alexander Linklater, The Observer).
«Un ejemplo brillante de escritura científica inteligente, atractiva, fácil de comprender... Un libro sobre cosas que es imposible pensar, y sobre otras que no podemos dejar de pensar» (Laurence Phelan, The Independent).
«Un libro para disfrutar, lleno de información que nos interesará a todos sobre uno de nuestros temas favoritos: nosotros mismos» (B. Clegg, Popular Science).
«Incógnito trata de modificar nuestra noción de la mente como un actor único y consciente mediante la descripción de cómo trabaja realmente el cerebro según las investigaciones más recientes. Y el libro culmina con un inteligente, polémico alegato a favor de modificar la política social y el sistema legal para reconocer que no somos, ni mucho menos, totalmente responsables de nuestros actos» (Christopher F. Chabris, The Wall Street Journal).


Mírese bien en el espejo. Detrás de su magnífico aspecto se agita el universo oculto de una maquinaria interconectada. La máquina incluye un complejo andamiaje de huesos entrelazados, una red de músculos y tendones, una gran cantidad de fluidos especializados, y la colaboración de órganos internos que funcionan en la oscuridad para mantenerle con vida. Una lámina de material sensorial autocurativo y de alta tecnología que denominamos piel recubre sin costuras su maquinaria en un envoltorio agradable.
Y luego está su cerebro. Un kilo doscientos gramos del material más complejo que se ha descubierto en el universo. Éste es el centro de control de la misión que dirige todas las operaciones, recogiendo mensajes a través de pequeños portales en el búnker blindado del cráneo.
Su cerebro está compuesto por células llamadas neuronas y glías: cientos de miles de millones. Cada una de estas células es tan complicada como una ciudad. Y cada una de ellas contiene todo el genoma humano y hace circular miles de millones de moléculas en intrincadas economías. Cada célula manda impulsos eléctricos a otras células, en ocasiones hasta cientos de veces por segundo. Si representara estos miles y miles de billones de pulsos en su cerebro mediante un solo fotón de luz, el resultado que se obtendría sería cegador.
Las células se conectan unas a otras en una red de tan sorprendente complejidad que el lenguaje humano resulta insuficiente y se necesitan nuevas expresiones matemáticas. Una neurona típica lleva a cabo unas diez mil conexiones con sus neuronas adyacentes. Teniendo en cuenta que disponemos de miles de millones de neuronas, eso significa que hay tantas conexiones en un solo centímetro cúbico de tejido cerebral como estrellas en la galaxia de la Vía Láctea.
Ese órgano de un kilo doscientos gramos que hay en su cráneo –con su rosácea consistencia de gelatina– es un material computacional cuya naturaleza nos es ajena. Se compone de partes en miniatura que se configuran a sí mismas, y supera con creces cualquier cosa que se nos haya ocurrido construir. De manera que si alguna vez se siente perezoso o aburrido, anímese: es usted el ser más ajetreado y animado del planeta.
La nuestra es una historia increíble. Que sepamos, somos el único sistema del planeta tan complejo que ha emprendido la tarea de descifrar su propio lenguaje de programación. Imagínese que su ordenador de mesa comenzara a controlar sus propios dispositivos periféricos, se quitara la tapa y dirigiera su webcam hacia su propio sistema de circuitos. Eso somos nosotros. Y lo que hemos descubierto escrutando el interior del cráneo figura entre los logros intelectuales más importantes de nuestra especie: el reconocimiento de que las innumerables facetas de nuestro comportamiento, pensamientos y experiencias van inseparablemente ligadas a una inmensa y húmeda red electroquímica denominada sistema nervioso. La maquinaria es algo totalmente ajeno a nosotros, y sin embargo, de algún modo, es nosotros.

Donde el día duerme con los ojos abiertos (Un viaje científico al Ártico) de Toni Pou

ISBN 978-84-339-2598-5
PVP con IVA 17.90 €
Nº de páginas 264
Colección  Crónicas
Traducción Rosa Alapont

En el verano de 2008, Toni Pou fue seleccionado por la Federación Mundial de Periodistas Científicos, junto con catorce periodistas más del resto del mundo, para cubrir una expedición científica al Ártico canadiense a bordo del Amundsen, un barco rompehielos dedicado a la investigación científica más puntera. Es­te libro, a medio camino entre el libro de viajes, la divulgación científica y la crónica personal, reconstruye el viaje de este joven periodista científico, que participa en las investigaciones que se de­sarrollan en el barco. En un relato fresco, sencillo, lleno de anécdotas entraña- bles, Toni Pou nos ilustra no sólo sobre las particularidades del Ártico, sino también sobre la ciencia en general. Inteligente, sensible y muy bien escrito, Donde el día duerme con los ojos abiertos, galardonado con el Premio Godó de Periodismo de Investigación y Reporterismo, es una pequeña joya que nos transporta a un mundo lejano, evocadora de las aventuras y la épica de las expediciones polares del siglo XIX.
«Entretenida como las novelas de aventuras, personal como los libros de viajes y con la intriga de la ciencia» (Toni Hernández, Diari de Terrassa).
«El autor es físico de formación pero también está interesado por la cuestión libresca, como lo demuestra el hecho de que abra y cierre el libro hablando de literatura: de Poe, al inicio, y de Nabokov, al final. En medio, no se priva de declararse entusiasta de Gombrowicz. Por una vez, “las dos culturas” de C. P. Snow van de la mano, lo que no sucede tan a menudo como cabría desear ni en las dos direcciones» (Marc Soler, La Vanguardia).
«La formación de físico de Pou le permite divulgar los proyectos del Amundsen con amenidad y precisión. El paso por las aulas de teoría literaria y la curiosidad por la literatura ártica consiguen que Donde el día duerme con los ojos abiertos sea también un buen diario de a bordo en el que entrevistas, cenas y referencias oportunas a canciones se combinan con una mirada retrospectiva hacia los primeros exploradores árticos» (Jordi Nopca, Ara).
«Toni Pou ha conseguido un equilibrio entre intelecto y emoción. Y a través de los dos nos descubre los misterios y los atractivos del Ártico» (Salvador Llopart, La Vanguardia).


1. LA SOLEDAD DEL PIONERO
Si el primer paso de cualquier viaje se da con la imaginación, el segundo se da con un libro. Y ése es uno de mis pasos predilectos. Revolver estantes en las librerías y pilas de libros en los tenderetes de segunda mano, siempre en busca de algún ejemplar que tenga algo que ver con el viaje... ¡Qué placer! Hace poco, durante una de esas búsquedas en el mercado de Sant Antoni, encontré dos volúmenes interesantes. El primero, un librito en catalán, de tapas rojas y páginas amarillentas, en el que el explorador escocés William S. Bruce relata las peculiaridades de las regiones polares y las expediciones que lideró a principios del siglo XX, tanto en el Ártico como en la Antártida. La inesperada traducción de Carles Riba lo convierte en una pequeña joya literaria polar que llegó a costar, en su época, dos pesetas. En sus páginas aparecen frases como «... una reverberación de la solana revelaba un iceberg enorme y umbrío...», o como «... horadados por cuevas por las que, en fiera confusión, grandes olas se adentran hasta las mismas entrañas de estos monstruos...».
Los viajes de Bruce son interesantes, pero también relativamente recientes. Porque ¿cuándo empezaron las expediciones polares? De eso precisamente trata la segunda de mis adquisiciones: de la historia de las exploraciones polares. Resulta que si se rastrea hacia atrás en el tiempo, el auge de las exploraciones polares comienza en el siglo XV con el objetivo, por parte de ingleses y franceses, de alcanzar el exotismo de Asia por vías marítimas alternativas a las controladas por españoles y portugueses. A medida que pasaban los años, las zonas polares dejaron de ser consideradas  meras  zonas  de  tránsito  y  ganaron  interés  por  sí mismas. Lo cual culminó en la obsesión polar de los siglos XVIII y, muy especialmente, XIX, en que todas las consideradas grandes naciones se apuntaron a la carrera hacia los polos. Pero, antes, los vikingos ya habían conquistado Islandia y Groenlandia durante el siglo IX. ¡Y en Islandia habían encontrado a monjes irlandeses! Ahora bien, la expedición polar más antigua de que se tiene constancia la protagonizó Piteas de Massalia hace más de veintitrés siglos.
Piteas fue un científico y marino que vivió en la colonia griega de Massalia, la actual Marsella, durante el siglo IV a. C. Los motivos que lo llevaron hacia el norte fueron, en un principio, comerciales. El estaño, un metal que se veía de vez en cuando en los mercados de Massalia y que se creía que provenía de tierras situadas al norte de la Galia, era el ingrediente necesario para obtener, adecuadamente mezclado con cobre, el bronce. Y el bronce era una aleación que permitía la fabricación de herramientas y armas más duras y resistentes. Con la idea de liderar la comercialización del bronce, algunos comerciantes de Massalia financiaron una expedición que tenía por objeto llegar más al norte de la Galia para conseguir estaño. Piteas fue el elegido para comandarla y en el año 320 a. C. zarpó del puerto de Massalia hacia los mares encantados que supuestamente había más allá de los límites del «Mundo habitable».

Pequeño tratado de los grandes vicios de José Antonio Marina

ISBN 978-84-339-7708-3
PVP con IVA 7.90 €
Nº de páginas 192
Colección  Compactos

Este libro es un peculiar tratado de psicología. Se ocupa de las fuentes del mal. Es un ensayo de espeleología íntima, de descenso al núcleo ígneo del volcán humano. La conciencia moral ha trabajado durante muchos siglos sobre sí misma, perforando galerías en la roca amorfa de nuestra intimidad. Los héroes griegos de la Ilíada tal vez no tuvieran capacidad de reflexión. Nuestros sentidos, nuestros deseos, están vertidos al exterior. Son centrífugos. Volverse hacia uno mismo exigía una torsión cataclísmica. Y sólo la implacable exigencia moral tuvo potencia suficiente para impulsarla. Tenía razón Sartre al decir que los moralistas han sido los maestros de la introspección. Se quedó corto. Fueron sus inventores. Pero esa búsqueda dividió el mundo en dos mitades. Lo bueno era irreal, estaba fuera, en el reino de los fines. Lo malo, en cambio, está ya en nuestra naturaleza terrible e indecisa. La gran creación consiste en saltar de la realidad a la ficción. En inventar nuestra esencia a partir de nuestras limitaciones.
José Antonio Marina se acerca al corazón de las tinieblas investigando una poderosa tradición de la cultura occidental: el canon de la perversidad. Durante más de quince siglos se transmitieron unos detallados planos de los sótanos del alma, divididos en siete grandes estancias: los siete vicios capitales. Esta figuración dio origen a una rica imaginería, a un mundo simbólico completo, que podría llenar museos enteros. Al acercarse a la formulación clásica de los vicios capitales, Marina descubre un elaborado sistema de las pasiones humanas y de sus ambivalencias. Es decir, el dramatismo enérgico de nuestra condición. Este libro trata, pues, de la vida.


Emaús de Alessandro Baricco

ISBN 978-84-339-7709-0
PVP con IVA 7.90 €
Nº de páginas 160
Colección  Compactos
Traducción Xavier González Rovira

El Santo, Luca, Bobby y el narrador son cuatro adolescentes que viven en un espacio y un tiempo indeterminados, pero que remiten vagamente a una ciudad del norte de Italia y a los años setenta. Pertenecen a la clase media y, sobre todo, son profundamente católicos. La aparición de Andre, una chica que procede de un mundo muy distinto (de clase alta y costumbres liberales), va a actuar como catalizador de una crisis que supondrá el derrumbe de todas sus certezas. Hasta entonces, han sido jóvenes llenos de grandes palabras (amor, deseo, dolor, muerte...) cuyo auténtico significado, en el fondo, desconocen. Ingenuamente, creen ser incapaces de vivir la tragedia, familiarizados como están con el drama doméstico menor. Al igual que en la historia de Emaús relatada en el Evangelio de Lucas, en la que se cuenta cómo Cristo, ya resucitado, se apareció a dos de sus discípulos y éstos no supieron reconocerlo hasta que fue demasiado tarde, los cuatro jóvenes protagonistas se enfrentan a la realidad sin saber ver ni reconocer todos sus matices y contradicciones, aferrados a una fe monolítica y, hasta cierto punto, heroica. Como en Seda o Sin sangre, Baricco vuelve a demostrar su maestría con una novela corta que es, al mismo tiempo, apólogo moral y novela de formación, escrita con ese inconfundible estilo que sugiere y muestra, con palabras y silencios, luces y sombras, la tensión imposible entre la vida y las convicciones juveniles.
«Hipnótico, como en sus mejores títulos. Una novela cautivadora» (Jorge Casanova, La Voz de Galicia).
«Un lenguaje entre lírico, herido, profundo e ignaciano» (Pablo Martínez Zarracina, El Correo Español).
«Una novela breve y fulgurante que refleja la luz y el sufrimiento de la adolescencia» (Jordi Nopca, Time Out).


El ocupante de Sarah Waters

ISBN 978-84-339-7711-3
PVP con IVA 12.90 €
Nº de páginas 536
Colección  Compactos
Traducción Jaime Zulaika

Un polvoriento día de verano llaman al doctor Faraday a Hundreds Hall, la mansión de los Ayres, en el desolado centro de una Inglaterra de posguerra que está cambiando aceleradamente. Faraday ya había estado allí cuando era un niño y su madre era una de las criadas de la casa. Y se había colado en las regias habitaciones, y, fascinado por tanta belleza, había roto una moldura de los artesonados de un corredor y se la había llevado. Ahora, gracias a los sacrificios de sus padres, es médico, aunque con una posición social no muy cómoda en el rígido sistema de clases inglés, y piensa que esta visita es un golpe de suerte. Pero Hundreds Hall ya no es más que la sombra de sí misma: las tapicerías cuelgan en jirones, la carcoma se ceba en el interior de la casa y las malas hierbas arrasan los jardines. La señora Ayres aún es una señora elegante, que mantiene como puede su dignidad. Roderick, su hijo, ha vuelto de la guerra cojo y enfermo. Se ocupa como puede de la casa y de la hacienda, y va vendiendo las tierras y la familia se va comiendo el capital. Su hermana Caroline, independiente, excéntrica y masculina, ha tenido que volver a Hundreds Hall para ayudarlo. Pero los Ayres han llamado al doctor Faraday para que se ocupe de Betty, la joven criada de catorce años, que quizá sólo está enferma de miedo, aterrorizada por aquello que percibe en la casa. Porque siempre son los niños y los animales los primeros en advertir lo siniestro. Y aunque nadie la cree, en Hundreds Hall se oyen ruidos inexplicables, se ven sombras fugaces y marcas de fuego en las paredes, y las cosas más familiares pueden volverse atrozmente perversas...
«Una novela estupenda... Una notable incursión en el género» (Miguel Artaza, El Correo Español).
«Si lo que buscas es un “libro-cepo”, de esos que te enganchan y de los que no hay quien se zafe hasta el final, hazte con El ocupante de una Sarah Waters grandiosa» (Sonia Rueda, 20 Minutos).


Juliet, desnuda de Nick Hornby

ISBN 978-84-339-7712-0
PVP con IVA 9.90 €
Nº de páginas 352
Colección  Compactos
Traducción Jesús Zulaika

Annie y Duncan están cerca de la cuarentena, y son una pareja de hecho desde hace quince años. Viven en una pequeña ciudad de la costa de Inglaterra, uno de esos lugares grises donde veraneaba la clase obrera británica antes de que los operadores turísticos y los vuelos low-cost le permitieran descubrir el vino y el sol españoles. Ambos son funcionarios –Annie trabaja en el museo de la ciudad, y Duncan es profesor–, llevan una vida tranquila de pequeños placeres y parecen hechos el uno para el otro. Pero están en la frontera de la temida adultez, y a Annie le inquieta ese paso del tiempo sin pasión ni emoción en el que parecen hundidos, la juventud que se acaba sin propuestas de futuro, y sobre todo, sin hijos. Porque toda la pasión del metódico y ordenado Duncan se concentra en Tucker Crowe, un músico americano que tras un desolado y espléndido álbum, Juliet, desapareció para siempre de la escena musical, y hasta de la mundana, y vive recluido no se sabe dónde, aunque entre sus fans abundan las hipótesis e interpretaciones sobre su vida y su obra. Cuando una discográfica edita un CD con maquetas y versiones descartadas de aquel álbum mítico, y Annie, Duncan y el reaparecido Tucker comienzan a cruzarse por los caminos de internet, y también a encontrarse en la realidad más real, descubrirán que la vida nos da sorpresas, que hace y deshace mitos, une y desune parejas, y que todo, aun en el límite de la madurez, puede cambiar.
«Hornby aúna dos de sus mayores pasiones (la música popular y la soledad de las parejas) en torno a una historia rocambolesca, pero sabiamente dispuesta y feliz, muy felizmente resuelta... El autor destila lo mejor de su talento» (Ricardo Menéndez Salmón, La Nueva España).
«Dulce y amarga a la vez, muestra al mejor Hornby, al tipo descreído que en su día escribió Alta fidelidady cómo ha ido madurando» (Amelia Castilla, El País).


Hammerstein o el tesón de Hans Magnus Enzensberger

ISBN 978-84-339-7713-7
PVP con IVA 9.90 €
Nº de páginas 384
Colección  Compactos
Traducción Daniel Najmías

Este libro aborda el periodo más funesto de la historia alemana centrándose en la excepcional figura del barón Kurt von Hammerstein-Equord (1878-1943), el general que en 1930 asumió el mando del ejército y se retiró después de que, en 1933, Hitler revelara sus planes en una reunión secreta. Tras indagar en todas las fuentes a su alcance, el autor nos brinda el resultado en un género que él domina como nadie, la «novela documental», en la línea de El corto verano de la anarquía. Estamos ante una obra especialmente compleja, un collage en el que la fuente documental no siempre tiene la última palabra, ya que el autor también se toma la libertad de acercarse a la realidad histórica a través de la ficción. Firme opositor del nacionalsocia­lismo, Hammerstein fue un testigo insobornable de su época y de la decadencia de su clase social, la nobleza militar alemana. Su biografía, no escrita hasta que Enzensberger decidiera que era «necesario» hacerlo, tiene ramificaciones e implicaciones históricas que traspasan las fronteras del Reich, primero, y las de la República Federal después. Además de centrarse en la figura del general, el autor describe la vida, trágica en ocasiones, de su mujer y sus siete hijos, nos habla de las catástrofes del siglo XX, de traiciones, de espionaje, de la resistencia alemana al nazismo, del fallido atentado del 20 de julio y de personas obligadas a llevar una doble vida...
«Un libro extraordinario» (Juan Cruz, El País).
«Un ensayo brillante, que emociona como una novela policiaca y profundiza con el rigor de un historiador minucioso y honesto» (Rafael Narbona, El Mundo).

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