lunes, 4 de abril de 2011

El Club de los Onironautas (IV)


Ella era vieja, en cierto modo eso es lo que a su edad mostraba su cuerpo en la superficie, pero por dentro era como el chico que tenía delante. Sabía que no tenía veinte años como él, pero por lo menos podía darse una larga caminata con sus amigas o incluso mantenerse de pie en una larga fiesta nocturna. Les había dicho que había ido al baño con un “Perdón ahora mismo vuelvo” de lo más raro, ella misma habría sabido que ocultaba algo y Pablo la miró con ojos de “sé lo que vas a hacer”.
La verdadera razón de encontrarse allí no era para asearse, si no para frenar el impulso de  los recuerdos a la mente. La pregunta de Alex la pilló con las defensas bajas. Le venían imágenes nítidas como fotografías en blanco y negro, ya de color sepia por los años. En sus ojos florecían pétalos de cristal, que caían entre sus manos mojándolas por los sentimientos de aquel tiempo y las sensaciones que la dejaron, pues los sentimientos a su entender eran la música de las fotografías.


Ve como una persona que hay a su lado tiembla, no sabe si de nervios o de frío pues la habitación se encuentra sin calefacción. Es su hermano Enrique. En frente suya están la psicóloga, Paula, y otro componente del grupo pero más mayor llamada Inés.
Paula dice que ha tenido una hija y que la ha llamado Aura, y que por ello no ha podido asistir a las anteriores sesiones. Mira a un calendario en el que la foto superior muestra una imagen de un campo árido y un viejo caserío de tejados con maderas podridas. Están tachados los días de las anteriores citas y marcadas con un círculo las que están por venir. El último día marcado es el veinticuatro de julio de 1976, hoy.
Ellos dos están sentados en un sofá con adornado con pequeñas flores de miles de colores en tonos claros. De lejos parece un enorme seto florado. Ella está en el medio y su hermano en el lado izquierdo mientras que el hombre que en aquel momento le parecía el más raro del mundo pero que había visto tanto que ya era casi de la familia se encontraba a su derecha.
En el otro sofá hay otras tres personas una se llama Juan, un hombre flaco con unas grandes gafas siempre sucias, Inés una alegre mujer que siempre habla de su pasado pero que viste con unos vestidos de colores que parecen sacados de las antiguas películas de vaqueros y Paula con una foto de un bebe de unos meses, lleva una camisa de cuadros y unos pantalones ceñidos de color beige. Su madre, María, está sentada en una silla de madera frente a ellos, lleva una camiseta manchada de tinta negra pues trabaja en una imprenta, igual manchado está su pantalón de un color azul intenso, lleva un enorme libro entre las manos, por suerte no es la biblia, si no La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud. A su lado Pablo mira el libro con atención, tiene veinte años, y tiene curiosidad por lo que va a narrar mi madre.
–Bienvenidos a todos de nuevo, no esperaba tanta gente a la tercera reunión, en fin ya sabéis que para que estamos aquí y no es para hablar de la proclamación de Adolfo Suarez como nuevo presidente del Gobierno y ni mucho menos para hablar de la muerte de Franco.
–Vaya y yo que pensaba que íbamos a hacer un debate –dijo Inés era la más habladora del grupo, se podía estar horas hablando de su sueños, al final aburría al grupo pero ella no se daba cuenta.
–Se me ha ocurrido poner unas bases en la asentarnos a lo largo de las reuniones para salirnos del tema –Dijo mi madre y miro de soslayo a Inés que estaba absorta en sus pensamientos mirando al cielo a través de la ventana–. Por ello e traído este gran libro que era de mi padre, no me dijo ni cómo ni por qué lo tenía entre sus libros, pero sea como fuere, le tengo y nos es necesario –y empezó a abrir el libro por unas cuantas hojas del principio, llegaba lo aburrido para sus hijos y en definitiva para unos adolescentes que lo que querían era disfrutar con sus amigos–. Son frases y párrafos que he podido extraer del libro, espero que nos sirvan. Haber, aquí –empezó a leer con su clara y dulce voz mientras señalaba la línea que iba a leer con un dedo para Espido es lo único que consolaba a la rara ilusión de su madre.
–“Uno. Las excitaciones sensoriales externas” lo que el autor denomina objetivas, las describe así: “En esta forma es como llegamos a conciliar el reposo, aunque nunca nos sea dado conseguir totalmente el propósito antes indicado, pues ni podemos mantener nuestros órganos sensoriales lejos de todo estímulo ni tampoco suprimir en absoluto su excitabilidad”. Lo que quiero decir con esto es que es inevitable despertarse del sueño sin querer y no pasa nada si son incompletos.
»”Dos. Las excitaciones sensoriales internas” estas son las subjetivas, las define así: “Mas cuando estos estímulos se nos muestran de naturaleza y frecuencia insuficientes para explicar todas las imágenes oníricas, nos inclinaremos a buscar fuentes distintas, aunque de análoga actuación.” En la que hace referencia a lo que hemos visto u oído y que aparece en los sueños.
»”Tres. Los estímulos somáticos internos” u orgánicos como lo denomina. “En un gran número de sujetos actúan como estímulos oníricos determinadas perturbaciones importantes de los órganos internos.” Lo que viene a decir que nuestros órganos interfieren en los sueños y que da como ejemplo a pacientes con problemas de corazón que se sienten angustiados en su sueño.
»Y por último “Cuatro. Las fuentes psíquicas de estímulos” La parte más complicada de analizar. “Mas por lo pronto no hemos de extrañar el exagerado valor que para la formación de los sueños se concede  a los estímulos no procedentes de la vida anímica, pues, aparte de que son los más fáciles de descubrir y pueden ser experimentalmente comprobados, la concepción somática de la interpretación de los sueños corresponde en un todo a la orientación intelectual dominante hoy en la psiquiatría.” Significa más o menos, no soy experta en esto, que las cosas más raras que vemos en los sueños son lo complicado de interpretar. ¡Ha! Se me olvidaba que he decidido llamar a estas sesiones La Unión Onírica ¿Qué os parece? –«Un gran aburrimiento» pensé yo, «o una farsa pero no te lo puedo decir porque te haría daño y no me gusta verte sufrir. Lo sé por experiencia. Y prefiero callarme.» pensó Espido mientras tomaba un vaso de agua, hacía un calor en el cuarto piso en el que estaban y vivía con su madre.


Hasta ahí llegaba su memoria. Todo lo demás era niebla. Como si su mente hubiera pulsado el botón del olvido y una tijera corta lo que no quiere volverse a recordar. Ahora es incapaz de descubrir ver más allá.
¿Por qué le vino este recuerdo a la mente? No tenía idea alguna, pero si sabía que dentro de poco iba a dar fin a estas reuniones. Ya estaba cansada de estas Historias para no dormir tan hogareñas y extravagantes al mismo tiempo. Quizá ese era el por qué.
Llamaron a la puerta. «Toc, toc, toc. Estas bien Espido, nos estas empezando a preocupar»  dijeron al otro lado de la puerta, ese era el aviso.
Torció el pomo bruñido de la puerta. Y vio de cerca la calva de pablo la cual resplandecía por la luz, la cual incidía totalmente sobre su cabeza haciéndola parecer una enorme bola de billar que le hizo reírse para sus adentros.
–Tenemos que hablar –dijo Pablo con un tono monótono, para el nada era importante.
–Primero narro mi sueño, después dime lo que quieras, no hace falta que sea en privado ¿Verdad?
–No.
–Estupendo. Yo también tengo algo que decir –dijo y todos la miraron hipnotizados por la fuerza y el color que emanaba de su ropa pero también por la forma de hablar tan atrayente que poseía.
Y volvieron a sus respectivos asientos como las ovejas siguen al pastor.

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