El dinero y la identidad de la escritora (o escritor)
¿Quién sabe la identidad de Thomas Pynchon? Pocos, según se dice los únicos conocedores de esa incógnita son sus amigos escritores. A veces pienso que hasta la foto que de él circula es también un falso reflejo del verdadero escritor, que eso es lo que quieren creamos, como los personajes que circulan por sus novelas y que se desenvuelven en un mundo que les muestra una realidad que no es tal y les domina la paranoia debido al control de aquellos que tienen el dinero y el poder.
¿Quién sabe la identidad de Thomas Pynchon? Pocos, según se dice los únicos conocedores de esa incógnita son sus amigos escritores. A veces pienso que hasta la foto que de él circula es también un falso reflejo del verdadero escritor, que eso es lo que quieren creamos, como los personajes que circulan por sus novelas y que se desenvuelven en un mundo que les muestra una realidad que no es tal y les domina la paranoia debido al control de aquellos que tienen el dinero y el poder.
Y parece que
el anonimato está cada día más alejado para todo aquel que desee escribir
específicamente por y para el arte de la literatura y la narrativa y mantenerse
alejado de la sociedad en la que vivimos en la que la información se desborda
por todos los lados, a pesar del que el señalado se mantenga bajo una discreción
entre correos electrónicos y discreción absoluta.
El último
seudónimo en caer en este caso ha sido el de Elena Ferrante, nombre tras el que
se esconde la tetralogía de Dos amigas,
publicado por Lumen en España y fenómeno literario.
La clave para
este encuentro, seguir el dinero cual trama policial, pues se han unido varios
medios de información y todos ellos han seguido las números y las fechas de
publicación de las novelas en Italia y han llegado a la conclusión de que tras
ese distintivo se encuentra una traductora, esposa de un famoso escritor.
Partiendo de
este punto, y sin desvelar nombres pues me parece lo menos importante, la
identidad literaria parece estar en tela de juicio pues se descubre cada poco
tiempo un autor que decide mantenerse en el anonimato y que únicamente se publique
aquello que escribe y la decisión de aquellos que se decantan por esta opción. La
identidad literaria parece ser que vende más que las propias novelas de estos
autores, y el sensacionalismo es lo único que logra este fin, la morbosidad de
saber el sujeto oculto tras el nombre de la portada. Es lícito la curiosidad
por saber ¿Quién se oculta tras ese nombre?, de hecho se llega a convertir en
un juego entre lector-escritor aunque carece de necesidad para poder leer a
cualquier novelista que desee mantenerse tras una cortina cual Mago de Oz, pues
su magia, se encuentra en la letra impresa, en los pensamientos y narraciones,
en la originalidad de sus escritos. Al saber la verdad, no cambia nada.
Por último,
este suceso me lleva a la pregunta ¿Hay alguien capaz de mantenerse en el
anonimato en nuestra sociedad, en este siglo XXI? ¿Conoceremos algún día la
identidad de Thomas Pynchon? ¿El anonimato pasará a ser una situación más preciada
que la riqueza?
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