jueves, 1 de septiembre de 2011

Los ojos amarillos de los cocodrilos de Katherine PancolKatherine Pancol


Joséphine es una madre divorciada de la que dependen dos hijas (una de ellas adolescente) se separó de Antoine tras un gran discurso, es por ello por lo que decide cambiar de vida como su ex marido que decide marcharse a África con Mylène la cual tratara de ayudarle en su duro día a día. Iris, es hermana de la anterior y en cambio lleva un medio de vida de nivel alto gracias a su esposo Philippe quién trabaja en una gran compañía.
Henriette es la madre de ellas dos, la cual desprestigia a la primera en beneficio de la segunda, es la esposa de Marcel un prestigioso empresario, este a su vez le es infiel con Josiane, la secretaria del mismo. Por otro lado esta Shirley la vecina de la protagonista la cual está en la misma situación que ella pero responsable de un hijo adolescente.

Todos y cada uno de ellos guarda un secreto, mentira o engaño, aunque también vayan en busca de la felicidad pues todos pasan o han pasado por algo malo en sus vidas y sueñan con cambiarlo aunque el precio sea la propia traición por llegar a tener más dinero, por suerte también es una historia de amistad y de la alegría.

Pancol consigue en esta novela tan adictiva describir un Paris diferente, por sus calles, por sus tiendas, su comida, pero sobre todo por la gente que camina por sus aceras. Sus protagonistas nos describen situaciones en la que podríamos estar hoy en día, pero también en aquellas que nos gustaría estar. En definitiva nos trasporta a un universo realista, tierno y nos enseña capitulo tras capitulo el valor de la vida de hoy en día.

Recomendado para todas aquellas personas que necesiten encontrar una luz al final del túnel en temas de amor, también para aquellas que quieran iniciar una trilogía que narra la vida tal y como es, y por último, para las personas que les guste leer en un libro varias historias a la vez, es decir, una novela coral.

Extractos:

Se levantó, se estiró y decidió ir a tomar un café para ordenar las ideas. Echó una última mirada de sospecha hacia el despacho de Chef. ¿Qué estaría pasando entre él y su mujer?¿Cedería al chantaje y la sacrificaría sobre el altar del parné? El rey Parné. Así llamaba su madre el dinero. La adoración al rey Parné. Sólo nosotros, los pobres y los humildes conocemos esa postergación ante el dinero. No lo guardamos como algo merecido o como un botín, lo ensalzamos, lo idolatramos. Nos precipitamos sobre el más mínimo céntimo que cae y rueda por el suelo. Lo recogemos, lo frotamos hasta que brilla y lo olfateamos. Lanzamos una mirada de perro apaleado sobre el rico que lo ha dejado caer y que no se ha tomado la molestia de agacharse a recogerlo. Y yo con esos aires de mujer liberada, yo he sido explotada toda mi vida por el rey Parné, le debo la perdida de mi virginidad, los primeros puñetazos en la nuca, las primeras patadas en el vientre, he sido humillada y golpeada, en cuanto veo a un rico no puedo impedir mirarle como a un ser superior, levanto los ojos hacía él como si fuera el Mesías, me postro ante él para llenarle de incienso y mirra.

Ella le había sonreído y le había acariciado suavemente la mejilla con la mano. Una caricia que denotaba cierta costumbre conyugal. Afección, en verdad ternura, pero también una forma de relegarle el rango de un niño impaciente. No soportaba que ella le tratase como a un niño. Sí, lo sé, eres muy guapa, eres magnífica, tienes los ojos azules más profundo del mundo, ojos que son ejemplares únicos, un porte de sultana anoréxica, tu belleza no peligra por ninguna preocupación, reinas, soberana y serena, sobre mi amor y verificas con una palmadita en mi mejilla que todavía te pertenezco. Todo eso, en otro tiempo, pudo emocionarme, embrujarme, tomaba tu condescendencia afectuosa por una muestra de toda esa belleza está construida sobre mentiras. Te conocí por culpa de una mentira y no has dejado de mentirme desde entonces. Creí, al principio, que iba a cambiarte, pero no cambiarás nunca porque estás satisfecho con lo que eres.

La sesión de fotos terminaba. Iris estaba sentada sobre un cubo blanco en medio de un largo rollo de papel blanco que subía y tapizaba el muro de ladrillo del estudio. Llevaba una chaqueta sastre rosa pálido, muy escotada, con grandes solapas de satén, que envolvía su torso filiforme. Cerraban la chaqueta tres grandes botones en forma de rosa, con hombreras pero con la cintura rodeada de nido de abeja. Una boina de satén rosa ancha como una gran torta escondía su pelo corto y destacaba sus grandes ojos azules, sombreándolos con un malva delicado que hizo estremecerse de placer a la periodista.

Editorial: La esfera de los libros
Autor: Katherine Pancol
Páginas: 552
Precio: 21,90 euros

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